El futuro de los jóvenes
La mayoría de los españoles son pesimistas con respecto al futuro de los mileniales (personas entre los 18 y los 37 años): seis de cada diez creen que vivirán peor que sus padres, una opinión aún más extendida entre las personas más vulnerables y los votantes progresistas. Nos lo dicen los resultados de una encuesta de 40dB a una muestra representativa de 2.200 ciudadanos de entre 16 y 75 años sobre las perspectivas vitales de los jóvenes, una investigación promovida por la Foundation for European Progressive Studies (FEPS), la Fundación la Caixa y la Fundación Felipe González dentro del proyecto Genera. Además la investigación indica que la brecha generacional podría reproducirse: casi la mitad de los ciudadanos cree que los hijos de los mileniales vivirán aún peor que sus propios padres. Las creencias sociales no son azarosas ni caprichosas, sino que responden a realidades concretas que nadie debería ignorar. Según un estudio de la Resolution Foundation (2018), donde se comparan condiciones de vida de distintas generaciones entre 1969 y 2014 (a partir, entre otros, de los datos del Luxemburg Income Study), los países del sur de Europa resultan los menos favorables para los mileniales: son los únicos en los que los jóvenes de hoy retroceden –viven peor que los de su edad hace 30 años– mientras que el resto de generaciones va a más en comparación con el pasado. En otros lugares los jóvenes no han retrocedido pero se han estancado, mientras que las generaciones mayores han ido a mejor (el Reino Unido, Finlandia y Dinamarca); finalmente, hay países en los que ni mayores ni jóvenes han progresado (Alemania y los Estados Unidos).
El retroceso
¿Por qué la sociedad española cree que los jóvenes vivirán peor de lo que lo hicieron sus padres? ¿En qué ámbitos se percibe el retroceso? ¿Acaso no hay mejoras?
Pese a reconocer que el progreso científico y tecnológico, la tolerancia social, la mayor disponibilidad de información y la igualdad entre los géneros mejoran la vida de los jóvenes, las dificultades que se derivan de las condiciones materiales la empeoran. En particular, los ciudadanos apuntan a la mala calidad del empleo, a la inseguridad laboral así como a las dificultades a la hora de alquilar o comprar una vivienda. Estamos ante una generación con más derechos civiles y libertades y peores perspectivas en cuanto a su posicionamiento social. De nuevo la percepción responde a la propia realidad: en los años de crisis, entre 2008 y 2014, las personas entre 18 y 25 años sufrieron un descenso salarial del 34% y aquellos entre 26 y 35 del 15%. Sin embargo en esos mismos años los ingresos aumentaron por término medio entre los mayores de 65.
Los mileniales tienen su propia agenda: pesa más la igualdad entre géneros, el cambio climático y la educación
¿A quiénes culpan los españoles de las malas perspectivas vitales? ¿A los políticos, a la economía o a la propia sociedad? La responsabilidad de que los jóvenes vayan a tener peor vida que sus padres es, en opinión de los ciudadanos, de las políticas adoptadas tanto por los gobiernos nacionales como por la Unión Europea: más de ocho de cada diez personas así lo cree. Igualmente, la globalización y la crisis económica se perciben como grandes causantes de los problemas que afrontan los mileniales. Sin embargo, ni las generaciones anteriores ni los propios jóvenes son vistos como los principales responsables. Las culpas no están del lado de la sociedad.
¿Qué hacer para asegurar el futuro de los jóvenes? En un conjunto de quince políticas públicas, entre las que los entrevistados deben elegir tres, la mejora de la calidad del empleo y la creación de nuevos puestos de trabajo atraen la inmensa mayoría de las respuestas. Llama la atención que siendo la vivienda uno de los principales problemas de los jóvenes, las políticas para favorecer el acceso a una casa (en régimen de alquiler o compra), se sitúen en los últimos puestos de la lista de prioridades, por detrás de la lucha contra el cambio climático o el apoyo a la natalidad. Los ciudadanos –jóvenes y mayores– creen que el futuro de los mileniales depende en mayor medida de un trabajo estable y bien pagado que de un lugar accesible para vivir.
Consciente de las malas perspectivas de las nuevas generaciones, la sociedad cree que las personas en edad de jubilación se benefician más de las políticas de los gobiernos que los más jóvenes. No está claro, sin embargo, que la sociedad demande un cambio radical en las prioridades políticas: 4 de cada 10 personas no sabe decir si el Gobierno debería dedicar más recursos públicos a los mayores o a los jóvenes.
Más recursos para los jóvenes
Eso sí, entre quienes lo tienen claro son más los que se decantan a favor de beneficiar a los mileniales. Es así en todas las edades, aunque se observa un cierto choque entre generaciones: los mileniales consideran significativamente más que el resto que el Gobierno debería dedicar más recursos públicos a las generaciones jóvenes y menos a las mayores. Hay más consenso social en el diagnóstico –las malas perspectivas de los jóvenes– que en las soluciones.
El pesimismo con respecto al futuro de los jóvenes incide en lo que valoran de la vida. Probablemente debido a las difíciles circunstancias que les ha tocado vivir –desempleo, precariedad, dificultad para emanciparse–, los mileniales han tenido que reordenar sus prioridades, valorando más que las generaciones anteriores aspectos relacionados con el disfrute de la vida: la sociedad cree que aprecian más disfrutar del tiempo de ocio, ser libres, vivir experiencias únicas y trabajar en lo que les gusta. Así piensan también los propios jóvenes: para ellos, ni tener una casa en propiedad, ni desarrollar una carrera exitosa, ni ser rico forman parte de sus grandes prioridades.
Para esta generación, tener un empleo fijo es menos importante que la libertad y el disfrute en el día a día. En este mismo sentido, llama la atención que el paro, pese a ser señalado como el principal problema de nuestro país entre los distintos grupos de edad, lo es en menor medida entre los jóvenes, más preocupados que otras generaciones por otros asuntos. Los mileniales tienen su propia agenda: en ella, pesa más la igualdad entre géneros, el cambio climático y la educación.
Es una agenda en la que pierde peso lo puramente material, que deja paso al sueño de alcanzar una sociedad mejor.