El lugar donde se esconde la memoria
Los archivos personales de los escritores constituyen un lugar íntimo, vedado al conocimiento de otros, pero cuyo contenido resulta fundamental para reconstruir el proceso creativo y el complejo mundo que genera a su alrededor. Este espacio profundo, íntimo, no solo atañe a aquello que el propio escritor ha sido capaz de crear, sino también a su vida personal, familia, amigos, amores y relaciones profesionales, tanto con otros autores como con editores u otros profesionales relacionados con este variado mundo que constituye la creación literaria.
Los manuscritos literarios son una fuente única para cualquier tarea que tenga que ver con trabajos de investigación en torno al proceso creativo. Hoy resulta emocionante contemplar, por ejemplo, manuscritos de nuestros escritores del Siglo de Oro y comprobar la brillantez de su manejo del lenguaje, el desarrollo de sus ideas, las tachaduras y las anotaciones marginales… una fuente inagotable de información que nos ayuda a conocer y entender mejor a los escritores y a sus obras.
Sabemos que muchas de estas obras se han perdido y con ello hemos dejado de recibir una parte importante de su legado, pero somos conscientes de que las que nos han llegado hoy están aquí porque, en algún momento, alguien las conservó y depositó en un lugar que se encargó de su custodia, conservación y trasmisión.
La digitalización de contenidos, la puesta a disposición de datos en abierto y la posibilidad de realizar tareas de colaboración, que permiten compartir conocimiento entre distintas comunidades, abren un nuevo campo de interés que incrementa el valor de este tipo de documentos.
Aunque hayan pasado muchos años y aunque hoy la permanencia de la obra editada esté garantizada por el elevado número de ejemplares, no ocurre lo mismo con los manuscritos y otros documentos que forman los archivos literarios. Su nivel de volatilidad y por lo tanto el peligro de su desaparición es muy grande. Los motivos son varios, además de la fragilidad de los propios soportes, en muchas ocasiones, no se les da la importancia que tienen o se busca un beneficio económico exagerado que impide que ninguna institución los pueda adquirir.
Archivos en bibliotecas nacionales
Por eso las bibliotecas nacionales de distintos países iniciaron hace ya algún tiempo una política activa para sensibilizar a escritores, editores, diseñadores, artistas… de que sus “papeles” tienen un enorme valor cultural y que pueden depositarlos en una biblioteca. Estos lugares, las bibliotecas nacionales, conservan la producción cultural de los países por lo que se pueden estudiar los textos en su totalidad: desde la primera idea del escritor, plasmada en un manuscrito, hasta la última edición de la obra. La colección de archivos personales de la Biblioteca Nacional de España está formada en este momento por 158 conjuntos documentales de creadores de diversas disciplinas, la mayoría escritores, que han ingresado por compra o donación. Destaca el incremento de donaciones en los últimos años, lo que supone un reto importante para responder a la confianza depositada.
Este punto es fundamental. Sabemos que entregan una parte de sus vidas, su obra, y sabemos que lo hacen como compromiso con el patrimonio público y por lo tanto se debe dar una respuesta rápida y rigurosa para que el fondo pueda estar catalogado y a disposición de los investigadores lo antes posible. Sabemos que quienes depositan este tipo de archivos en una institución pública, quieren tener la garantía de la permanencia y trasmisión de su obra, pero piden, con todo su derecho, que desde las instituciones se contribuya a que estas fuentes, básicas para cualquier estudio, puedan ponerse pronto a disposición de los investigadores y contribuyan en la creación de un nuevo conocimiento que enriquezca la obra del autor.
En este sentido otro aspecto especialmente relevante es que el lugar donde estén depositados estos archivos sea un lugar de referencia, es decir que se sepa dónde se puede acudir en caso de querer hacer un trabajo sobre algún autor. Uno de los problemas a la hora de iniciar un trabajo de investigación de este tipo es la dispersión, que incluso se une a la deslocalización de las fuentes, hecho que, en si mismo constituye una dificultad añadida.
Colaboración institucional
En la era de internet cuando se habla de lugar ya no se puede pensar solo en un espacio físico. La digitalización de contenidos, la puesta a disposición de datos en abierto y la posibilidad de realizar tareas de colaboración, que permiten compartir conocimiento entre distintas comunidades, abren un nuevo campo de interés que incrementa el valor de este tipo de documentos. De acuerdo a la ley de la propiedad intelectual, las obras protegidas, es decir aquellas de autores de los que no han transcurrido 80 años desde su muerte, pueden consultarse sin finalidad lucrativa en bibliotecas u otras instituciones de carácter cultural para fines de investigación.
Esto abre un nuevo campo de colaboración entre instituciones y permite compartir recursos independientemente de la localización de los documentos, creando en internet lugares en los que se puedan localizar las fuentes en relación con un fondo concreto, sin tener en cuenta la institución dónde estén físicamente localizadas. Los textos que no estén en dominio público solo podrían ser accesibles desde bibliotecas o centros de investigación, a través de redes seguras que garanticen la protección de la propiedad intelectual y previa autorización de la persona poseedora de los derechos. De la misma manera los documentos digitalizados se podrían intercambiar entre distintos organismos y de esta manera poder completar colecciones de instituciones con intereses comunes. No olvidemos que en la era digital y en un mundo cada vez más globalizado ya no es tan importante la posesión como el acceso y la finalidad debe ser tanto la preservación de un legado, como la posibilidad de su consulta y la facilidad para la creación de conocimiento.
Desde bibliotecas nacionales, cuyas colecciones constituyen un patrimonio común para muchos territorios, se pueden abordar proyectos de este tipo. La Biblioteca Nacional de Francia lo hace con varios países del mundo a través de su proyecto Patrimonios Compartidos y desde la Biblioteca Nacional de España estamos trabajando con otras instituciones para impulsar este tipo de colaboraciones, que facilitan el acceso a colecciones que conforman y enriquecen una historia común. En este sentido se podría iniciar una fructífera colaboración entre la Biblioteca Nacional de España y la Biblioteca de Catalunya y construir ese lugar común desde donde acceder a nuestro patrimonio compartido.
Hoy el reto es unir esfuerzos y poner en marcha proyectos con resultados beneficiosos para todos. Queremos que esta memoria oculta, que dejan los escritores y su mundo de testimonios en torno al proceso de creación literaria, no se pierda y se abran las puertas de estos lugares donde seguro se esconde algo único y desconocido. Como tantas otras cosas, todo depende de la voluntad de acuerdo.