La escuela concertada y la atención a la diversidad
La escuela privada tiene una larga tradición en Catalunya. Forma parte de una sociedad que ha priorizado la formación de sus hijos e hijas a lo largo de los últimos siglos y, en muchos momento de la historia ha sido la única opción enraizada al país y a su afán de modernización.
De sus aulas han surgido en buena medida el amor a la cultura y a la ciencia que han aportado a nuestra sociedad el espíritu crítico e innovador que hoy, como ayer, la caracteriza. A lo largo del tiempo, ha sabido renovarse y atender a las nuevas necesidades sociales, al servicio de la infancia y la juventud, y en sintonía con los cambios que ha experimentado el mundo, las nuevas profesiones y la innovación tecnológica.
Durante muchos años la escuela privada tuvo que enfrentar esta voluntad con el sacrificio exclusivo de las familias que se acogían a ella, porque las administraciones públicas no atendían ni siquiera las necesidades básicas de escolarización. Pero afortunadamente eso ya forma parte de un pasado cada vez más lejano y hoy la universalización de la enseñanza es una realidad. Abarca de los 3 a los 16 años, y todos los indicadores señalan que sería conveniente que, a corto plazo, se extendiera hasta los 18.
Es en este nuevo contexto que primero se contempló la subvención y más tarde el concierto de la escuela privada. El punto de partida del concierto es que las deben poder escoger el centro en que se educarán sus hijos sin condicionantes económicos. Es decir, que tendrán garantizada la gratuidad de la enseñanza en la escuela privada tanto como en la pública. Una condición inexcusable para poder garantizar la libertad de elección de centro que pertenece a las familias.
Contra un mantra
La voluntad de cumplir con este objetivo inspiró la creación del Servei d’Educació de Catalunya, que recoge nuestra Llei d’Educació y que hace referencia a la regulación de todos los centros sostenidos con fondos públicos, sin hacer distinciones entre los de carácter público o privado. Naturalmente, eso comporta que la escuela privada que se acoge al concierto tiene la voluntad -y la obligación- de ofrecer sus servicios educativos sin limitaciones particulares.
Y es en este sentido que asume, entre sus obligaciones, la de atender las demandas de las familias sin otras restricciones que no sean aquellas que establece la propia Administración. Por eso es tan falso como injusto afirmar que la escuela concertada dificulta el acceso de determinados alumnos o, dicho de otro modo, que practica la segregación a la hora de admitirlos.
Todavía más, es una calumnia que cuestiona la deontología educativa de nuestros profesionales y es una ofensa a su dedicación a la enseñanza. En términos normativos hay que dejar claro que la admisión de alumnos en todos los centros que conforman el Servei d’Educació de Catalunyase rige por una misma pauta. Y también, que una vez finalizado el proceso de admisión, las escuelas incorporan todavía a los alumnos que la Administración les asigna directamente para asegurar una distribución más equitativa de los que presentan necesidades específicas, ya sea por razones de inmigración reciente o por condicionantes socioeconómicos.
Ahora bien, también es cierto que los datos de matriculación evidencian, cada año, que la escuela pública tiene un porcentaje de alumnos con estos condicionantes más elevado que la escuela privada concertada. Y sin duda eso contribuye a perpetuar el mantra de sus prácticas de segregación… Pero esta realidad responde, en cambio, a varias circunstancias que intentaremos exponer. Pero que, en cualquier caso, no son atribuibles a la voluntad de las escuelas, sino a una realidad geográfica y social, y en a la Administración no siempre asume los costes de lo que legisla.
En primer lugar, hay que recordar que el número de centros concertados es muy inferior al de centros públicos y que en general están ubicados en núcleos de población grandes y medianos. En Catalunya son numerosos los pueblos pequeños, y es poco habitual que las familias que viven en ellos deseen que sus hijos e hijas deban desplazarse a un centro que no sea el de la localidad, que normalmente es público.
Este hecho adquiere una dimensión mayor si nos centramos en los barrios de las ciudades. Las dificultades de financiación de la escuela privada -a los que nos referiremos a continuación- no han facilitado la creación de nuevos centros y la gran mayoría de los existentes se establecieron antes de los movimientos de población más recientes.
Eso comporta a menudo que no las haya en algunos barrios en que, a estas alturas, son más evidentes las necesidades educativas específicas, y que en cambio sí cuentan con escuela pública. No obstante, los datos demuestran que aquellos centros concertados ubicados en zonas problemáticas dan respuesta, con porcentajes parecidos a la pública, a la atención de la diversidad. Como es su voluntad y su obligación.
Por otra parte, hoy hay una coincidencia generalizada en el sentido de que no se debe forzar el desplazamiento de niños y niñas a las escuelas que no sean las de su entorno social y familiar. En zonas de una mayor complejidad, por tanto, hace falta incrementar los recursos y los servicios escolares para dar una respuesta adecuada, pero en ningún caso someter a los niños a traslados forzosos que ni desean ellos ni sus familias.
Pero más allá de las razones geográficas y sociales expuestas, hay otro motivo principal que limita la llegada de alumnos con necesidades específicas a los centros concertados, a la vez que dificulta a las familias el ejercicio de su libertad de elección de centro. Y es la precariedad de los recursos que la Administración aporta a estos centros, tanto con respecto a su financiación como a la colaboración de personal especializado de apoyo.
Existe un viejo problema de financiación de la escuela concertada que nació el día mismo en que se estableció el régimen de conciertos. Porque a pesar de postular la gratuidad de la enseñanza, la Administración nunca ha cubierto algunos gastos necesarios de los centros, como los equipamientos y el mantenimiento físico de las instalaciones. De manera que es la propia Administración la que fuerza a los centros a necesitar la colaboración de las familias, con un evidente peligro de discriminación.
En el momento actual, este hecho se ve agravado por la congelación presupuestaria desde el 2017, a la vez que continúa pendiente un estudio serio para determinar el coste real de la plaza escolar. En estos tres años de presupuestos prorrogados, la escuela concertada no ha recibido de la Administración ni un recurso adicional, mientras la escuela pública ha visto incrementadas sus plantillas en casi 7.000 maestros y profesores.
Incumplimientos de la Administración
A principios de año el Parlament de Catalunya firmó el Pacte contra la segregació escolar, destinado a mejorar los mecanismos y los recursos para poder atender al alumnado con necesidades específicas. La escuela concertada apoyó y firmó con gusto esta iniciativa, convencida de que fortalecería su capacidad de atender la diversidad.
Es la Administración, al no solucionar un problema de financiación, la que fuerza a los centros a necesitar la colaboración de las familias, con un evidente peligro de discriminación
Pero el hecho es que a estas alturas, ya iniciado el curso 2019-2020, no se ha cumplido ni una de las previsiones de la Administración, si no es que consideremos como tal el incremento del número de alumnos con necesidades específicas, que sí que ha sido efectivo. El número de maestros, de profesores y de educadores se ha mantenido invariable. De la misma manera que la implementación del decreto de la escuela inclusiva, en relación a los alumnos con necesidades educativas especiales, tampoco ha aportado la disponibilidad de más apoyo de especialistas para la concertada.
Este artículo, sin embargo, no quiere ser un memorial de los condicionantes con que se encuentra la escuela concertada a la hora de atender la diversidad dentro del aula. Porque a pesar de la limitación de recursos a la que se enfrenta, su voluntad es servir a los alumnos de acuerdo con las necesidades de cada uno de ellos. Y la convicción de que hacer escuela es precisamente eso.
Por este motivo es todavía más doloroso tener que recordar constantemente que la escuela concertada no desea la segregación, que cree en la atención a la diversidad y que la practica con toda la dedicación y todo el convencimiento.