Movilidad es cohesión y prosperidad
Fue el otoño pasado cuando el Govern de la Generalitat creó la marca País d’oportunitats, país viu con la voluntad de favorecer el desarrollo económico y la cohesión social de TODO el territorio de Catalunya. Es evidente que los eslóganes normalmente son grandilocuentes y este no es una excepción. Si detrás no hubiera una estrategia asociada, sería un fraude. Y no lo debe ser. Tenemos que dotarnos de una estrategia muy clara de movilidad sostenible también para las zonas de la Catalunya menos poblada.
En la Región Metropolitana de Barcelona vive casi el 80% de la población de Catalunya. Proporcionalmente se concentra más del 80% del presupuesto del Gobierno y la mayoría de las grandes infraestructuras. La gran pregunta, por tanto, es qué hacemos con el resto de país: ¿cuáles son los elementos estructurales que nos deben permitir que el equilibrio territorial, la cohesión social, la preservación del estado del bienestar y el desarrollo económico en esta Catalunya vaciada sean un modelo de éxito y sostenibilidad? La respuesta es evidente: el modelo de movilidad.
En entornos menos poblados, si la gestión es buena y es eficiente, si se dan garantías de seguridad al usuario, acercarlo con transbordos coordinados desde la singularidad de un solo individuo hasta los ejes de movilidad más importantes y llegar a los destinos cuando está previsto, sin sobresaltos y a un precio asequible, todo eso determinará la libre elección del lugar donde vivir.
Desde los grandes movimientos migratorios de la raza humana hacia sus asentamientos primitivos, pasando por los grandes éxitos de los estrategas militares de todos los tiempos, hay un común denominador y siempre es el mismo: “quien domina la movilidad, domina el mundo”. La movilidad es algo connatural al hecho de vivir en sociedad y, por tanto, está presente en todos los aspectos de nuestras vidas. Hoy la ordenación del territorio, la arquitectura, la ingeniería de infraestructuras, los servicios más básicos a las personas y núcleos habitados (sanidad, educación, bienestar social, entornos laborales…) no pueden planificarse sin tener en cuenta los aspectos más elementales de la movilidad de personas y mercancías en estos entornos.
Los efectos de la contaminación, la congestión, la necesidad de ser sostenibles, la transición energética y las nuevas tecnologías, nos han hecho que nos focalicemos en dos prioridades fundamentales:
- Tenemos que dejar de trabajar y sobre todo planificar cómo se hacía en la Edad Media, es decir, como gremios o corporativismo sectorial. Tenemos que planificar pensando en la gente y el territorio dónde viven de forma transversal a sus necesidades.
- Con las nuevas tecnologías no todo el mundo entiende la movilidad. La movilidad es ya un concepto organizativo para las personas. No es un tema de modas de transporte, es un hecho social.
El caso de La Segarra
La Catalunya vaciada la tenemos que hacer amable, cohesionada y sobre todo hacerla sentir importante, porque mañana el mundo no será el mundo de los Estados sino que será el de las ciudades. ¿Cómo hacerlo? Trazando los grandes ejes de movilidad para los próximos 50 años en toda Catalunya. Si no tenemos en cuenta el glamur del modo de transporte, sino la eficiencia en la movilidad. Si no hacemos un sistema homogéneo de movilidad (para establecer zonas de confort y no tener que planificar por singularidades territoriales). Es decir, si establecemos un sistema pensado en la maximización del servicio, en la gestión eficiente y colocamos estratégicamente los puntos de interés planificando a largo plazo (hospitales, escuelas….). Si hacemos todo eso, constataremos que el coste beneficio, tanto social como económico, es positivo.
La movilidad no tiene que ser un transporte público colectivo de grandes masas de usuarios. Eso, en todo caso, pasará allí donde sea necesario. En entornos menos poblados, si la gestión es buena y es eficiente, si se dan garantías de seguridad al usuario, acercarlo con transbordos coordinados desde la singularidad de un solo individuo hasta los ejes de movilidad más importantes y llegar a los destinos cuando está previsto, sin sustos y a un precio asequible, todo ello determinará la libre elección del lugar donde vivir, según se priorice el concepto de calidad de vida.
En nuestro territorio tenemos pequeños ejemplos. El transporte a demanda, por ejemplo, que se ha ido implementando últimamente en comarcas menos pobladas como La Segarra. Esta comarca está habitada por poco más de 20.000 personas, tiene 21 municipios y una extensión territorial de 721 km2. El recientemente extinguido Consell Comarcal del Barcelonès, para ponerlo en contraste, tiene una extensión de 144 km2 con menos de 10 municipios y una población de aproximadamente 2.250.000 habitantes. ¿Alguien imagina una solución de movilidad igual para realidades tan distintas? La respuesta es evidente y si alguien piensa que sí, como mínimo sería torpe administrando los recursos públicos. Aunque parezca lujoso poner taxis o vehículos de menos de 9 plazas a disposición en función de la demanda de los habitantes de estos territorios menos poblados, es mes eficiente en todos los sentidos.
El cuarto pilar del bienestar
Este año, cuando el que el cambio climático ya es un hecho incontestable y nadie cuestiona el afán de mitigar sus efectos, hay que asumir que la movilidad debe ser eficiente para disminuir los efectos contaminantes y para la sostenibilidad de nuestro planeta. La movilidad, pues, como conducta social será siempre más cambiante en su configuración según las necesidades y costumbres de sus usuarios. Ya no en nos podemos plantear más rutas o ejes basados en contratos concesionados de cien años de duración. Hoy, de hecho, a cualquier joven lo parecería ridículo.
Las normativas europeas nos dicen que “quien contamina paga y quien usa paga”. Imaginemos, pues, una zona poco poblada, donde los vehículos sean eléctricos y autónomos, donde la densidad de tráfico sea poca, excepto los festivos cuando la movilidad privada cambia para desplazarse a estas zonas menos pobladas y a menudo zonas de ocio para los habitantes de las grandes ciudades.
Pongámonos deberes antes de volver a las posibles soluciones de movilidad en zonas poco pobladas. Pongámonoslos como elemento de reflexión para hacer esta planificación tan apelada:
- La movilidad debe explicarse, desde nuestra educación más incipiente, como un servicio a nuestro alcance y no como un elemento de consumo en base al medio (tenemos que tener un vehículo propio sólo si lo necesitamos y aquel que necesitemos, como un coche o un patinete, según el caso).
- La movilidad debe formar parte del big data interactivo entre el servicio global y nuestra necesidad como individuos usuarios.
- Las infraestructuras tienen que ser estar planificadas según las necesidades reales y de acuerdo con la ordenación del territorio.
Ya no podemos hablar de movilidad en términos de distancia sino de tiempo. Sería normalmente aceptable pensar en desplazamientos de hasta una hora por la mañana y una hora por la noche para ir a trabajar o a la escuela o hacer un desplazamiento ordinario. Así contemplamos los desplazamientos a las grandes ciudades como consecuencia de su densidad y, de hecho, este es un aspecto que a menudo se valora cuándo hablamos de la calidad de vida.
No ha sido casual, pues, que hayamos escogido como el caso de La Segarra. También en esta comarca hay, aparte de la movilidad de las personas, proporcionalmente una gran movilidad de mercancías tanto de suministro en cadena como de producto final; hablamos de la cooperativa agropecuaria de Guissona, hoy Bon Àrea. Su necesidad de conectividad con los puertos de Tarragona y Barcelona hará que sus productos sean competitivos y, por lo tanto, un territorio atractivo para sus habitantes.
El reto no es menor. Tenemos que hacer de Catalunya un país para que las personas vivan con oportunidades de desarrollo económico en todo el territorio, siempre con una planificación flexible, sostenible y adecuada al entorno. Si estas premisas las conseguimos no habremos cumplido sólo ese objetivo. También tendremos un retorno positivo desde el punto de vista tanto de la economía como la cohesión social, la igualdad y las oportunidades. Si lo conseguimos, demostraremos que apostar por la movilidad como cuarto pilar del estado del bienestar es una muy buena inversión y nunca un gasto.