Presente y futuro del islam en Catalunya
Me propongo pensar sobre el presente y el futuro del islam en Catalunya y lo primero qué me viene a la cabeza es que “islam” y “futuro” son, en el imaginario de muchas personas, términos contradictorios. Existe una imagen estereotipada del islam que lo identifica con el pasado. Un pasado entendido como una etapa de oscuridad en que la humanidad estaba dominada por la religión. Una etapa, según sigue el relato, afortunadamente superada en las sociedades europeas seculares y racionales que celebran haberse librado del dominio de las iglesias cristianas y que ven en el islam una especie de espejo que les devuelve el reflejo de lo que eran y ya no quieren ser jamás. Esta imagen, sin embargo, es una construcción y no se corresponde a la realidad. Tanto por lo que dice del islam como por lo que cuenta de la sociedad europea.
Hace ya algunas décadas que los científicos sociales reconocieron que la idea de la secularización como desaparición de la religión no se estaba produciendo en Europa, ni menos aún en el resto del mundo. Por el contrario, las religiones están en plena vigencia, expansión en algunos casos y siempre en transformación. Ciertamente, el panorama religioso de Catalunya se ha transformado notablemente en las últimas décadas.
Aun así, hay que decir que la historia de la relación de Catalunya con el islam es larga y no tiene que ver sólo con la inmigración, más todavía cuando hablamos de una inmigración que se remonta a los años 70 de manera que muchas de las personas catalanas de religión musulmana no han vivido experiencia migratoria alguna en primera persona. El presente del islam en Catalunya es un islam que piensa y se practica desde Catalunya. Así las generaciones más jóvenes buscan sus referentes islámicos no sólo en las tradiciones que padres o abuelos pudieron traer de sus países de origen si es el caso, sino también en referentes catalanes y globales de todo el mundo islámico. Hablamos pues de un islam catalán o, mejor dicho, de islam catalanes ya que las maneras de ver, vivir y practicar el islam son enormemente plurales en cualquier lugar.
La población musulmana en conjunto ha sido puesta bajo sospecha. Lo muestran los polémicos planes de detección del “radicalismo” en las escuelas. Hablar de islamofobia no tiene que convertirse en una forma de desacreditar cualquier crítica al islam pero sí implica combatir el hecho de que nadie sea discriminado, insultado o agredido por profesar una fe determinada.
Escribo estas líneas desde un obligatorio confinamiento. Me entero de que las familias musulmanas se preparan para un posible Ramadán recluidos en sus casas, que algunas comunidades se organizan para coser mascarillas en el oratorio, otros reparten alimentos, etcétera. También, como el resto de catalanas y catalanes, a las personas musulmanas les afectan las dificultades para poder despedir a sus difuntos como querrían. En Catalunya hay pocos espacios para el entierro islámico que pueden no ser suficientes para todos los que desgraciadamente habrá estos días. El problema se agrava cuando muchas personas que habrían querido ser repatriadas deben ser enterradas en Catalunya. En Barcelona y en otras localidades se están habilitando nuevos espacios para el entierro en el suelo u orientados hacia el alquibla, como requieren las prescripciones islámicas. En muchas poblaciones catalanas, sin embargo, realizar un entierro según los preceptos islámicos tampoco es posible en condiciones de normalidad.
En una sociedad que reconoce la libertad religiosa y de culto como uno de sus derechos fundamentales esta situación no tendría que producirse. El futuro del islam en Catalunya no puede ser otro que el de la normalización con respecto a otras tradiciones religiosas presentes en el país, de forma que todas las expresiones de conciencia puedan coexistir recibiendo un trato equitativo desde la administración. Este es uno de los objetivos en los que trabaja el equipo de profesionales de la Oficina de Asuntos Religiosos del Ayuntamiento de Barcelona, del que formo parte. Este objetivo, sin embargo, aún queda lejos por la desigualdad existente entre las diversas confesiones religiosas en nuestro país tanto a nivel legal, de recursos, como de aceptación por parte de la ciudadanía. Dicho esto, mirando hacia el futuro, son tres las cuestiones sobre las que querría situar el foco: la islamofobia, el papel de las mujeres y el papel de la política.
Cuestiones pendientes
No hay duda de que uno de los grandes retos a los que se enfrentan las catalanas y catalanes de religión musulmana tiene que ver con cómo se los mira y dicha mirada demasiado a menudo es de odio y suspicacia. Vemos partidos políticos que han obtenido importantes éxitos mostrándose explícitamente islamófobos, como el odio a las personas musulmanas cabalga libre en las redes sociales y hemos sido testigos también de conflictos vecinales en connivencia con la extrema derecha. El más reciente quizá el de la apertura del oratorio de la calle Japó en Barcelona.
Las causas de esta islamofobia son múltiples y complejas (la construcción histórica del musulmán como otro, el surgimiento de varios grupos armados que se han auto-atribuido actuar en nombre del islam, el mismo rechazo a todo lo religioso, etc.) pero claro está que de una manera que sería impensable con las y los practicantes de otras religiones, la población musulmana en conjunto ha sido puesta bajo sospecha. La muestra son los polémicos planes de detección del “radicalismo” en las escuelas. Hablar de islamofobia no debe convertirse en una forma de desacreditar cualquier crítica al islam pero sí implica combatir el hecho de que ninguna persona sea discriminada, insultada o agredida por profesar una fe determinada. El Ajuntament de Barcelona, de hecho, desde el 2017 trabaja con el Plan Municipal contra la Islamofobia.
Las mujeres musulmanas son especialmente víctimas de esta islamofobia. La opresión de la mujer musulmana es una imagen tópica que justifica discursos tanto hostiles como salvacionistas también por parte del feminismo occidental que a menudo desconoce u observa con condescendencia las luchas de las mujeres musulmanas para avanzar en pos de sus derechos. Las reivindicaciones de los derechos de las mujeres son necesarias y están avanzando por todo el mundo en las últimas décadas. Pero las mujeres musulmanas no son una excepción. Algunas de ellas se reivindican como musulmanas y feministas y defienden una relectura de los textos sagrados argumentando que han sido mal interpretados bajo una óptica patriarcal. Son mujeres que merecen ser escuchadas con su propia voz.
El futuro del islam en Catalunya son las jóvenes y los jóvenes. Muchas de ellas organizadas en varios tipos de asociaciones, conscientes de sus derechos y con ganas de reivindicarlos. Hay una generación de personas musulmanas con derecho al voto y a ocupar cargos electos. De hecho, ya hay personas en primera línia de la política que ocupan sus cargos sin dejar de reivindicarse como musulmán o musulmana y estoy convencida de que eso cambiará el panorama del islam en Catalunya.
Las personas musulmanas en toda su pluralidad y singularidad, pues, forman y formarán parte del futuro de Catalunya y pensar en este futuro significará pensar en cómo construir conjuntamente una sociedad plural que garantice los derechos de todas y todos.