Capas de realidad

Periodista y gestor cultural. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universitat Autònoma de Barcelona. jordisellas.com

Nuestra percepción de la realidad está formada por capas de información que, una sobre la otra, forman un todo subjetivamente uniforme, como la cebolla del célebre monólogo de Peer Gynt. Las herramientas para transformar la realidad a través de los sentidos han sido tradicionalmente rudimentarias y poco efectivas a la hora de crear un auténtico efecto de inmersividad. Las reproducciones escenográficas o las proyecciones con tecnología tridimensional no han ido demasiado más allá de los efectos que producían las primeras demostraciones cinematográficas de los hermanos Lumière. Hasta hoy, los humanos hemos sido perfectamente capaces de distinguir a través de nuestros sentidos lo real de aquello que no lo es, pero todo eso está a punto de cambiar.

Las diversas herramientas digitales que se pueden incluir dentro del conjunto de las “tecnologías inmersivas” (realidad virtual, realidad aumentada, holografía, reconocimiento de voz, etc.) han protagonizado un proceso de aceleración durante los últimos años que las llevará a cambiar el mundo tal como lo conocemos. Aunque la mayoría de estas herramientas hace décadas que existen a nivel teórico y, de forma más o menos exitosa, a nivel práctico, no ha sido hasta ahora que la potencia de proceso de datos y la evolución de los apoyos de visualización las ha hecho lo bastante poderosas como para poder convertirse en estándares globales, como lo hizo en su momento con la telefonía móvil.

Los espacios dedicados a la cultura, especialmente en el ámbito expositivo y patrimonial, tienen una oportunidad única para poder explorar todo el potencial de la inmersividad liderando el desarrollo de nuevas narrativas y, al mismo tiempo, ayudando a crear los patrones de usos lo más sostenibles, integradores y positivos posibles.

Cada capa de contenidos que añadimos a nuestra realidad tangible aporta una experiencia diferente y única en su usuario. Las herramientas de reconocimiento de voz y la inteligencia artificial trabajan a partir del sonido y del poder de la palabra. Las aplicaciones de la realidad virtual aportan una capa opaca que traslada al usuario a un entorno completamente inexistente. En cambio, la realidad aumentada, trabajando conjuntamente con la holografía, tiene un potencial infinito para crear imágenes sobre la realidad que podemos ver a simple vista. ¿Qué sentido tendrá mirar una pantalla rectangular cuando absolutamente todo lo que nos rodea puede contener información audiovisual? La desaparición de las pantallas, y con ella, la de los teléfonos móviles o los aparatos de televisión, está mucho más cerca de lo que nos imaginamos.

Una oportunidad única

Los espacios dedicados a la cultura, especialmente en el ámbito expositivo y patrimonial, tienen una oportunidad única para poder explorar todo el potencial de la inmersividad liderando el desarrollo de nuevas narrativas y, al mismo tiempo, ayudando a crear los patrones de usos los más sostenibles, integradores y positivos posibles. Las herramientas inmersivas no son sustitutivas de las existentes, sino que pueden servir para complementar, mejorar y amplificar el potencial divulgativo hasta límites que resultan difíciles de imaginar. En los años 40, Edgar Dale creó la metáfora del “Cono de la experiencia” para explicar de forma visualmente sencilla los diversos niveles de acceso al conocimiento y su eficiencia en el aprendizaje. Dale explicaba cómo las informaciones abstractas son más difíciles de procesar que aquellas que incorporan la participación de todos nuestros sentidos, así pues: para un grupo de alumnos sería mucho más fácil de entender una experiencia vivida físicamente que la misma experiencia leída en un libro o explicada por un profesor.

Algunos ejemplos pueden ayudar a dar la auténtica dimensión del cambio que está a punto de llegar. Es completamente diferente explicar cómo era una ciudad medieval que pasear por esta misma ciudad medieval. No tiene nada que ver hablar sobre la ingravidez en una estación espacial que sentirla físicamente. La posibilidad de romper las barreras físicas y temporales en el ámbito doméstico está, cada día, más cerca. Visitar espacios patrimoniales que están a miles de kilómetros de distancia desde la misma ciudad donde vivimos no tendría que ser una quimera, sino una posibilidad real que abriría el acceso al conocimiento a toda la sociedad y mejoraría la sostenibilidad del ecosistema reduciendo viajes innecesarios.

Las tecnologías de la inmersividad nos facilitan entrar en una nueva era de la divulgación cuyos límites sólo dependerán de la creatividad de todos los implicados a la hora al establecer sus usos. Es aquí donde los profesionales de la cultura y la enseñanza pueden jugar un papel clave, convirtiendo el desarrollo de todas estas nuevas herramientas en un proceso amplificador del conocimiento abierto y libre. A nivel internacional, la Société des arts tecnologiques de Montreal hace años que ha abierto un camino experimental seguido por equipamientos como el espectacular Teamlab Borderless de Tokio o el primer Artechouse de Washington. En Barcelona, acontecimientos como LO MIRA Festival, el Sonar+D o centro de artes digitales IDEAL, inaugurado recientemente, combinan espacios expositivos con espacios de creación e investigación en los nuevos lenguajes inmersivos.

El reto es apasionante y sería bueno asumirlo pronto para evitar que todo el potencial que tenemos a disposición acabe como las capas de la cebolla de Peer Gynt que, una vez retiradas sólo dejaban el vacío del nada.

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