Alma y latido latinoamericano
Barcelona, a pesar de estar en la ribera del Mediterráneo, mantiene un vínculo rico y complejo con América Latina, una relación simbiótica que ha dejado huellas indelebles a ambos lados del Atlántico.
La dimensión latinoamericana de Barcelona viene dada por razones históricas, económicas, demográficas y culturales que evolucionan con el tiempo. Al final de la Rambla, el Port Vell de Barcelona muestra la cara marinera de la ciudad, pero también su condición de puerto mercantil y de pasajeros que la conectan con más de 200 destinaciones de los cinco continentes. El puerto es una salida al mundo y, por eso, el Portal de la Pau fue el emplazamiento escogido para situar el monumento a Colón, dedicado al navegante genovés que fue recibido en Barcelona en 1493 por los Reyes Católicos de vuelta de su primer viaje a las Américas, denominadas entonces las Indias. La estatua es un tributo a la empresa americana que llevó a muchos catalanes al nuevo continente, estableciendo unos vínculos que, con altibajos, ya no se han roto. Este monumento, testigo de la transformación de la ciudad, formó parte de la Exposición Universal de 1888, que revitalizó la internacionalización de la ciudad.
Una conexión secular
Barcelona, como consecuencia del monopolio de Sevilla y Cádiz, tardó en ser un puerto con destinos americanos, pero ya en el siglo XVI se desarrollaron importantes vínculos comerciales, que prosperaron con la creación de la Real Compañía de Comercio de Barcelona con las Indias, a la que la monarquía otorgó el monopolio comercial con las islas caribeñas de Puerto Rico, Santo Domingo y Margarita. El comercio con las Américas fue decisivo para estimular las denominadas fábricas de indianas, que pusieron la semilla de la que sería la potente se industria textil catalana, tan pronto como se deshicieron los vínculos coloniales. El capital proveniente de las Américas y la voluntad de innovación y transformación de los indianos fueron el motor de la transformación urbanística e industrial de la ciudad de Barcelona a finales del siglo XIX, incluyendo la primera estructura ferroviaria.
La recuperación de la democracia y el aumento de la autonomía municipal de Barcelona estimuló los vínculos con otras ciudades latinoamericanas y hermanamientos con algunas capitales de Estado, como Montevideo o (no podía ser de otra manera) La Habana, y con otras no capitales con las que comparte gran dinamismo económico y cultural
Las independencias americanas y especialmente la guerra de Cuba –que hasta 1898formó parte del territorio de la corona española– propiciaron el retorno de muchos catalanes a su lugar de origen; y estos, con mayor o menor fortuna, lo hicieron acompañados de nuevas costumbres y melodías. La huella de los llamados indianos está presente en toda la ciudad, especialmente en Sant Andreu, donde se construyó el barrio indiano, y allí todavía siguen topónimos como los de las calles del Pinar del Río, Cienfuegos o Matanzas, inspirados en localidades de la isla de Cuba. La habanera se fusionó con ritmos locales y creó nuevas expresiones musicales genuinamente barcelonesas como la rumba catalana que según cantaba el inefable Gato Pérez (barcelonés de origen argentino) “és filla de Cuba i un gitanet… i la seva germana és l’Havana”. La presencia catalana en América, sin embargo, se extendió mcho más allá del Caribe, y llevó a la apertura de casals catalanes en muchas ciudades latinoamericanas convirtiéndose en centros de dinamización cultural y social en las sociedades locales.
En 1911 se fundó la Casa de América de Barcelona, impulsada por un gran número de empresarios, cámaras de comercio y otras entidades locales que querían promover vínculos, fundamentalmente económicos, con el continente americano. La guerra civil española supuso un descalabro, pero resurgió y su actual continuadora, la Casa Amèrica Catalunya, es un punto de encuentro entre Calalunya y América Latina que, impulsa encuentros de cariz económico, difunde la realidad política y promueve el diálogo intercultural.
La guerra civil española llevó al exilio a muchos catalanes –entre los cuales buena parte de la intelectualidad catalana– cuyo destino fue América Latina, particularmente México, que acogió miles de refugiados, pero también países como Argentina, Colombia, Chile, Uruguay o Venezuela. Se exiliaron escritores como Pere Calders y Joan Oliver y artistas como Margarida Xirgu, pero también ingenieros, empresarios, cirujanos y políticos, entre otros intelectuales que se integraron en la vida cultural, económica y social latinoamericana. Años después, finalizada la dictadura en España y, contrariamente, con el establecimiento de dictaduras en América Latina, Barcelona se convirtió en ciudad de acogida de exiliados de la región y, todavía más, en una de las capitales del llamado boom de la literatura latinoamericana. Escritores como Gabriel Garcia Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar o Roberto Bolaño se movían entre Barcelona y París, convirtiendo la capital catalana en un referente literario. Las editoriales de la ciudad consiguieron una proyección internacional inigualada, particularmente en América Latina, donde todavía son punteras.
La recuperación de la democracia y el aumento de la autonomía municipal de Barcelona estimuló los vínculos con otras ciudades latinoamericanas y el hermanamiento con algunas capitales de Estado, como Montevideo o (no podía ser de otra manera) La Habana, y con otras no capitales con las que comparte un gran dinamismo económico y cultural, como Monterrey, Río de Janeiro, Sao Paulo o Valparaíso. A esta efervescencia de vínculos se añadió la solidaridad de las organizaciones no gubernamentales, que establecieron vínculos de cooperación entre las sociedades civiles, a la vez que crecían los intercambios académicos favorecidos por los fondos de la Unión Europea, otorgando a las relaciones una dimensión europea. También para las empresas catalanas grandes, pequeñas y medianas América Latina siguió siendo un importante mercado de expansión y se extendieron por todo el continente.
Presencia actual
En los años ochenta del siglo XX, la crisis de la deuda externa que sufrieron los países de América Latina empobreció la región e hizo aumentar los flujos migratorios hacia la Península. Miles de latinoamericanos tuvieron que salir de sus países a la búsqueda de mejores oportunidades, y Barcelona fue unos de sus destinos, especialmente de ecuatorianos, peruanos, bolivianos, dominicanos o cubanos. También los conflictos, como el de Colombia, las crisis políticas como actualmente la de Venezuela o la ola de criminalidad centroamericana han alimentado el tejido latinoamericano de Barcelona. Según el padrón municipal, sin contar los nacionalizados, casi 100.000 latinoamericanos viven en Barcelona. En la Federación de Entidades Latinoamericanas en Catalunya, se agrupan más de 65 entidades que enriquecen el tejido social y cultural de la ciudad de Barcelona. Son ciudadanos que participan plenamente de la vida social catalana sin renunciar a sus orígenes.
La Barcelona del siglo XXI es una ciudad abierta y plural con una hibridación cultural que, a pesar de no ser siempre bien entendida por algunos sectores, la enriquece y dinamiza económicamente. Barcelona es, sin duda, una ciudad con alma americana lleva arraigada desde hace muchos años y late con la fuerza del ritmo latino.