Crisis económica, desigualdades en salud


Cristina Adroher Economista de la salud y licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración. Actualmente trabaja en la Dirección de Planificación del Hospital Sant Joan de Déu, previamente en el Servicio de la salud y en la Agencia de Calidad y Avaluación Sanitarias de Catalunya. Interesada en las políticas sanitarias y convencida de que, en el mundo de la salud, la gestión también importa. @cris_adroher

Anna García-Altés Economista y doctora en Medicina y Cirugía. Trabaja en ña Agencia de Calidad y Avaluación Sanitarias de Catalunya. Es la vicepresidenta del Expert Panel on effective ways of investing in health de la Comisión Europea. Le interesa hacer llegar el conocimiento a la toma de decisiones en política sanitaria. @annagaal

Todavía no nos habíamos recuperado de la última crisis económica (2008-2014) que vamos directos a otra, de duración incierta en función de la evolución de la pandemia, pero probablemente profunda y con un gran potencial de generación de pobreza y de aumento de las desigualdades. La anterior impactó fuertemente la situación socioeconómica de la población: algunos de los indicadores más afectados fueron la tasa de paro (sobre todo de los jóvenes y el paro de larga duración), el número de personas viviendo por debajo del umbral de riesgo de pobreza y los índices de desigualdad económica. De rebote, todos estos factores afectaron su estado de salud. Nada hace pensar que esta vez será diferente.

¿Qué hace que tengamos buena o mala salud? Los determinantes sociales de la salud son las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen. El nivel de salud, por lo tanto, no tiene tanto que ver con la biología individual o, incluso, con las características del sistema sanitario, sino que tiene que ver mayoritariamente con las políticas no sanitarias.

La población con menor nivel socioeconómico también tiene una probabilidad mayor de utilizar los servicios de atención primaria y salud mental, ir más a urgencias, ser hospitalizada y tomar psicofármacos que la población de mayor nivel socioeconómico

Las condiciones de vida, trabajo y vivienda son elementos fundamentales para una vida saludable. En Cataluña, los datos del Observatorio de las Desigualdades en Salud nos muestran que hay un claro un gradiente socioeconómico: las personas de nivel socioeconómico más desfavorecido tienen una peor valoración de su estado de salud, sufren más enfermedades crónicas, presentan más sobrepeso y obesidad, y sufren más ansiedad o depresión y más discapacidad o limitaciones permanentes. La población con menor nivel socioeconómico también tiene una probabilidad mayor de utilizar los servicios de atención primaria y salud mental, ir más a urgencias, ser hospitalizada y tomar psicofármacos que la población de mayor nivel socioeconómico.

En cuanto al género, las mujeres tienen una peor valoración de su estado de salud que los hombres, sufren más enfermedades o problemas de salud crónicos y presentan más problemas de ansiedad y depresión, y discapacidades y limitaciones permanentes. Además, las mujeres visitan más los centros de salud mental y toman más psicofármacos que los hombres. En cuanto a la edad, se observa que la salud y la utilización de servicios de las personas de 65 años o más está fuertemente relacionada con la cantidad de sus pensiones. Las personas con una pensión no contributiva (normalmente menos generosas) son sistemáticamente las que presentan peores resultados de salud y más utilización de servicios.

Para responder a la actual coyuntura habrá que, por un lado, fortalecer el sistema sanitario, sobre todo la atención primaria, que es su principal elemento redistribuidor. Por otra parte, desplegar políticas interdepartamentales de «salud en todas las políticas»

 Un grupo de población que merece una atención especial es la infancia, una etapa clave en la formación de las capacidades que promueven el bienestar a lo largo del ciclo de vida. También es un transmisor estructural de las desigualdades, tanto por la situación socioeconómica como por la salud: niños pobres serán adultos pobres, y niños enfermos serán adultos enfermos. Un estudio reciente del Observatorio del Sistema de Salud de Cataluña (OSSC)sugiere que existe gradiente socioeconómico negativo en un amplio abanico de enfermedades infantiles: cuanto menos nivel de renta, más probabilidad de padecer la enfermedad. Esto se puede ver en patologías como tuberculosis, obesidad, hipertensión esencial e hipoxia intrauterina, traumatismo y asfixia al nacer, tanto en niñas como en niños. En este contexto, la relación del nivel educativo con el estado de salud ha sido muy estudiada. La literatura demuestra que a mayor nivel educativo (de la persona y de sus progenitores), mejor estado de salud y mayor esperanza de vida. Así, la educación se puede considerar como un input de la función de producción de salud, lo que evoca la necesidad de garantizar la educación, especialmente en la etapa de la educación primaria.

Cataluña dispone de un elemento clave, que es un sistema sanitario con cobertura universal y atención gratuita que garantiza el derecho fundamental a la salud de todas las personas que viven en Cataluña. El hecho de desvincular el acceso a la asistencia sanitaria y su financiación de la condición laboral es básico para garantizar la contribución de la sanidad en la cohesión social. La COVID-19 está suponiendo un reto para el sistema sanitario. El aumento del uso de la telemedicina le ha facilitado el contacto con la ciudadanía, pero ha disminuido su accesibilidad: los grupos de población con menos recursos tecnológicos (personas de edad avanzada o de nivel socioeconómico bajo) se han encontrado en situaciones de vulnerabilidad. Además, la COVID-19 no ha afectado a todos por igual; en Cataluña, y en otros contextos, se han constatado desigualdades: a menor nivel socioeconómico, mayor número de contagios y mayor mortalidad.

Para responder a la actual coyuntura habrá que, por un lado, fortalecer el sistema sanitario, sobre todo la atención primaria, que es su principal elemento redistribuidor. Por otra parte, desplegar políticas interdepartamentales de «salud en todas las políticas» (de educación, de vivienda, de trabajo, de medio ambiente, entre otros). Estas deben ir dirigidas a paliar las desigualdades en los determinantes de la salud, de manera que nos ayuden a enfrentarnos a la nueva realidad de manera más cohesionada.

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