De los barrios segregados a la vitalidad urbana: la resiliencia urbana como herramienta para combatir las desigualdades, territoriales y sociales

Hija del Régimen del 78, milenial antigua. Valenciana, de Borriana. Metropolitana, de Barcelona. Y catalana de adopción. De la ruta del Bacalao, de la muerte de Guillem, el No a la Guerra y la Plataforma Movilizadora en Defensa de la Universidad Pública (PMDUP) hasta la AFA del Raval. Ingeniera Civil, especialista en movilidad, urbanismo y logística y Master en Sistemas Inteligentes del Transporte por la UPC. Ha trabajado como becaria en la DG de Transportes y Movilidad del DTES y FGC, y en otras tareas remuneradas como administrativa, encargada de logística de grandes movilizaciones, camarera ... y finalmente como consultora en transporte, movilidad y urbanismo. Actualmente forma parte del gabinete técnico del Plan Estratégica Metropolitano y del proceso de planificación estratégica Barcelona Demà 2030 Compromís Metropolità.

¿Cuáles son los factores que hacen percibir que un sitio es un buen espacio para vivir y desarrollarnos? ¿Son sus oportunidades laborales? ¿Los equipamientos culturales y de ocio? ¿Equipamientos deportivos? ¿Equipamientos sanitarios? ¿Equipamientos para la gente mayor? ¿Buenos colegios? ¿Actividades de ocio para los niños y niñas? ¿Buenas comunicaciones? ¿Buena calidad del aire? ¿La red comunitaria? ¿El espacio público de calidad? ¿El tipo de comercio? Pues seguramente no es nada y lo es todo, es lo que han estudiado, diseñado y mapeado Carmen Mirallas y el Xavier Desclòs, que Jane Jacobs teorizó y que Carlos Moreno está intentando ejecutar en París, con la ciudad de los 15 minutos: la vitalidad urbana.

¿Y por qué esta vitalidad urbana es la que nos conviene ahora mismo? ¿Por qué ciudades, territorios y barrios más vitales, son tendencia en este incipiente s. XXI? Pues porque en un contexto marcado por diversas y complejas crisis, económicas, pandémicas, de modelo social y sobre el papel de los cuidados, climáticas y ambientales, la solución es la resiliencia. Es decir, tender a modelos territoriales con la capacidad de cuidarse y autorregenerarse para hacer frente, aunque adaptándose, a los diversos y diferentes cambios.

Llamándole a las cosas por su nombre: se entiende que un territorio segregado es un barrio de y para pobres

Empezamos desde el principio. ¿Qué entienden los urbanistas, las administraciones y los expertos en desigualdades sociales por territorio segregado? Pues, llamándole a las cosas por su nombre: se entiende que un territorio segregado es un barrio de y para pobres. Bueno, si queremos decirlo de manera políticamente correcta, se entiende por territorio segregado un lugar donde conviven personas de bajo nivel económico y educativo y / o cultural. Desde el punto de vista de la movilidad, hablar de segregación urbana es hacerlo a través de la falta de servicios de transportes de estos territorios.

¿Pero es la segregación urbana un buen marco para describir la desigualdad y el desequilibrio territorial? Para cualquier persona no docta en estos términos la segregación de un territorio evoca a su separación natural o de uso. Así, un polígono industrial es un territorio segregado, ya que estas estructuras urbanas se encuentran separadas físicamente, tienen una accesibilidad reducida, solo son accesibles en vehículo privado y, además, únicamente tienen una utilidad; la productiva. Es por ello que a la hora de hablar de segregación urbana también deberíamos hablar de lugares como Tres Torres o Mira-Sol, de barrios envejecidos como Sant Ildefons u otros barrios de polígonos de vivienda.

Es decir, estamos hablando de barrios como La Mina, La Florida, La Marina del Prat Vermell, barrio anteriormente conocido como Can Tunis, Torre Baró, Ciutat Meridiana y las diversas urbanizaciones de baja densidad de la Región Metropolitana de Barcelona que no vemos porque, además de la segregación por motivos de renta, renta (bajo nivel económico) y uso (solo un uso, la vivienda), sufren una falta flagrante de accesibilidad.

Debemos tender a incentivar tejidos urbanos que dotan a cada una de las personas que habitan de soluciones a sus necesidades básicas y cotidianas según la etapa vital en la que se encuentran

Hablamos de la segregación en el Raval Sur -anteriormente conocido como el Chino-, pero no Gótico, destinado en su mayoría a turistas y unos pocos funcionarios. Se habla de la falta de accesibilidad a los barrios de montaña o en las urbanizaciones dispersas, pero se habla muy poco de por qué el espacio Tres Xemenesies – La Mora – Puerto de Badalona sigue siendo un territorio poco atractivo para vivir a pesar de la urbanización de nueva construcción, el tren, el tranvía, la estación de Cercanías y de TRAM, la Av. Eduard Maristany y el Puente del Mare Nostrum y el carril bici. En este caso, por tanto, por cuestiones de accesibilidad no sería y tampoco por falta de viviendas de calidad. Lo que sí le falta a este espacio son espacios agradables para caminar y una masa crítica para reivindicarlos.

En términos biológicos, los ecosistemas más resilientes son los más complejos y también los más eficientes. La segregación supone simplicidad y dicotomías, ciudad rica vs ciudad pobre, ciudad productiva vs ciudad dormitorio … dicotomías que han producido espacios, sociedades, economías y personas poco resilientes, y por tanto con una capacidad limitada para afrontar las transiciones y crisis.

Huir de esta dicotomía es pensar en la ciudad del futuro. Barrios más autosuficientes, con menos residuos y con sinergias con otros territorios que les ayuden a obtener lo que  no se puede o se quiere proporcionar. Por poner un ejemplo, generar barrios donde sus habitantes puedan aprovechar los conocimientos de inglés o francés de sus vecinos y vecinas migradas, mientras que estas personas migradas se puedan aprovechar los conocimientos sobre el funcionamiento administrativo de las personas autóctonas. O, para hacerlo más claro, hacer que dos barrios compartan un mismo espacio verde o equipamiento cultural y/o deportivo. También sería un ejemplo que una autovía tuviera varios transportes asociados: bus, bicicleta y vehículo privado. Este equilibrio territorial también se da porque la solidaridad entre territorios sea más que solidaridad, y que represente realmente la equidad en el acceso a servicios públicos, a la educación, la cultura y el mercado laboral y no más desigualdad territorial.

Será necesario que en un futuro hablemos de espacios más o menos vitales, más o menos resilientes. Considerando espacios más vitales y mejores aquellos lugares donde se facilita tejer una red relacional que nos ayude a desarrollarnos de manera sana, tanto física como mentalmente, en todas nuestras etapas vitales, en las tareas de cuidados y en las tareas remuneradas

Debemos tender a incentivar tejidos urbanos que dotan a cada una de las personas que habitan de soluciones a sus necesidades básicas y cotidianas según la etapa vital en la que se encuentran. Y que los espacios y lugares donde se puedan satisfacer estas necesidades cotidianas se encuentren a una distancia a pie aceptable a escala humana, unos 15 minutos andando. Generando de esta manera ciudades y personas más sanas.

La clave será, por tanto, seguir repensando los territorios, con las personas que los habitan, que hacen uso y que los conocen, acompañadas por equipos transversales de economistas, ingenieros e ingenieros, sociólogos, médicos, expertos en protección civil y emergencias … entre muchos otros. Incluso arquitectos.

Una vez generados estos espacios, el trabajo debe ser continuo y continuado. Acompañar los cambios en las necesidades, la introducción de la innovación, saber incorporar los elementos disruptores, gestionar todas las etapas de la planificación, la de propuesta, la del mientras tanto, la de la ejecución y la de la evaluación hasta alcanzar la nueva propuesta. Formas de hacer que van tomando forma en el urbanismo de transición de, por ejemplo, el nuevo y renovado Plan 22 @ norte y otras propuestas de innovación urbana.

Aquí, sin embargo, hay un escollo importante, todas las leyes y normativas sobre ordenación del territorio son imposibles de adaptar a esta nueva manera de diseñar o de entender el urbanismo y, en ese sentido, hay que escuchar a voces como las de Maria Buhigas, que ya hace tiempo que vienen alertando de esta falta de coherencia, entre lo que se quiere hacer y lo que se puede hacer.

En definitiva, será necesario que en un futuro hablemos de espacios más o menos vitales, más o menos resilientes. Considerando espacios más vitales y mejores aquellos lugares donde se facilita tejer una red relacional que nos ayude a desarrollarnos de manera sana, tanto física como mentalmente, en todas nuestras etapas vitales, en las tareas de cuidados y en las tareas remuneradas. Unos barrios y ciudades que sean espacio de encuentro, espacios seguros para las víctimas, de ayuda mutua, donde las personas y el cuidado para las personas que más lo necesitan se ponen al centro, pero donde también la ciudadanía se corresponsabilice y se empodere. Como decía aquel sabio teórico alemán, ciudades y lugares que se aprovechan y de donde se aprovecha  cada uno y cada lugar sus capacidades, y que dan a cada uno y a cada lugar según sus necesidades.

Pero como de teorías no ha comido nunca nadie, y siendo realistas, como lo es París o lo ha sido Copenhague, habrá que ir pensando la planificación estratégica, territorial y urbanística en clave de rehabilitación y mezcla de usos, y de clases sociales. Son ejemplos de buenas prácticas de aplicación de esta nueva visión de la ciudad, el Plan de Usos de Ciutat Vella, Proyecto Las Ramblas, El Plan de Barrios de Montaña de Sant Boi o los estudios y anteproyectos del PDU Metropolitano, el proceso de Nueva Agenda Urbana de Cataluña o la Agenda Estratégica 10/30 de FGC, y también, desde luego, el Proceso Barcelona Mañana. Compromiso Metropolitano 2030.

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