La vía valenciana, ¿en vía muerta?
En febrero de 2017 los socialistas valencianos, bajo el liderazgo del actual Presidente del Consell, Ximo Puig, convocaron una “convención de ideas” que se celebraría bajo el sugerente título de La Vía Valenciana. Este foro formaba parte de la construcción del relato político que suele preceder a los Congresos de los partidos. El PSPV-PSOE tenía convocado el suyo para julio de ese mismo año.
Apenas un año y medio antes, en las elecciones autonómicas de mayo de 2015, un gobierno de coalición en minoría integrado por el PSPV-PSOE y Compromís, con el soporte parlamentario de Podemos, había puesto fin a una larga era -dos décadas- de sucesivos gobiernos del Partido Popular en tierras valencianas.
Lo urgente era construir un relato hacia dentro y hacia el exterior que nos reconciliase a los valencianos con nosotros mismos
La expresión “vía valenciana” se acuñó en aquel foro socialista como un revulsivo frente a la llamada “hipoteca reputacional” derivada de los escándalos de corrupción asociados a la gestión del PP. Una vez más se constataba que la invisibilidad valenciana solo se conjuraba en las grandes ocasiones, dicho sea, con la mayor de las ironías: por sucesos trágicos y abyectos, como el caso Alcàsser, o por la comprometida gestión de una administración que, en sus diferentes niveles, había hecho de la corrupción un modo de estar en política.
Lo urgente era construir un relato hacia dentro y hacia el exterior que nos reconciliase a los valencianos con nosotros mismos y, en paralelo, sirviese para superar ese perfil entre grotesco y dramático que los demás se habían forjado a base de un cóctel informativo -no siempre justo y ponderado- servido por los medios de comunicación de ámbito estatal y amplificado por las redes sociales. Esa perversa tendencia a confundir la parte con el todo había hecho que un puñado de corruptos contaminase a cinco millones de ciudadanos valencianos.
La “vía valenciana” liderada por Ximo Puig se planteaba como una suerte de alquimia a base de ingredientes tan etéreos como sugerentes, casi inéditos: diálogo, consenso, acuerdo, pacto, serenidad, confianza, esfuerzo. Todo muy alejado del frentismo y la polarización que ya colonizaban el escenario político nacional.
La primera materialización de esa “vía valenciana” fue el Pacto del Botánico. Suscrito, como ya se ha dicho, tras las elecciones autonómicas de 2015, supuso la primera experiencia de un gobierno de coalición de izquierdas en la Comunidad Valenciana. Integrado por el PSPV-PSOE y la coalición nacionalista Compromís, contó con el apoyo parlamentario de Podemos, organización que rehusó integrarse en el ejecutivo autonómico siguiendo las indicaciones de la cúpula de Madrid liderada por Pablo Iglesias.
Un nuevo término -mestizaje político- se acuñó a raíz del Pacto del Botánico para bautizar un diseño político que debía permitir la acción de un Consell de coalición y multipartidista. Acostumbrados al bipartidismo y a las mayorías absolutas, el Gobierno del Botánico, la vía valenciana, debía ensayar un nuevo modelo que era una realidad en nuestro entorno europeo desde hacía tiempo.
En síntesis, el “mestizaje” consistía en compartir la responsabilidad de la gestión en cada área de gobierno, situando al frente a responsables políticos de las dos fuerzas que habían suscrito el Pacto. Si el conseller era socialista, el número dos del departamento debía ser de Compromís; y viceversa.
Conclusión: durante la primera parte de la primera legislatura del Pacto del Botánico -el Pacto se reeditó en 2019 y sigue vigente- todo parecía ir sobre ruedas. La sensación que se transmitía desde el poder y sus aledaños era de euforia y satisfacción. Contribuían a ello las buenas relaciones personales entre el Presidente del Gobierno valenciano, el socialista Ximo Puig, y la vicepresidenta, líder de Compromís, y portavoz del Consell, Mónica Oltra. No era ajeno a ese oasis político la voluntad de todos de demostrar que había una manera diferente de hacer política, a años luz, de los usos y costumbres del PP. Ya saben: diálogo, consenso y confianza.
Para reforzar los vínculos personales y políticos entre los socios del Gobierno del Botánico se instauraron los denominados “seminarios de Gobierno”; una especie de ejercicios espirituales de fin de semana que reunían en diferentes localizaciones de la Comunidad Valenciana a los principales altos cargos de la administración autonómica. La cita se convocaba dos veces al año -la pandemia por la Covid-19 interrumpió la práctica- al objeto de analizar la gestión realizada y determinar futuras líneas de actuación en la acción de gobierno para el siguiente semestre.
Con todo, el Gobierno del Botánico de la primera legislatura centró sus esfuerzos en reforzar los pilares del Estado del bienestar, poniendo el énfasis de la gestión en la sanidad, la educación y los servicios sociales
El buen ambiente como santo y seña del Gobierno del Botánico empezó a quebrarse pasado el ecuador de la primera legislatura y alcanzó su culmen cuando el 5 de marzo de 2019 Ximo Puig, sin mediar consulta con sus socios de gobierno, decidió adelantar los comicios autonómicos para hacerlos coincidir con la convocatoria de las elecciones generales en abril de 2019. Fallaron el diálogo y el consenso.
¿Las causas del quebranto que abrieron vías de agua en la vía valenciana? Múltiples: personalismos y desencuentros entre los protagonistas del mestizaje en cada Conselleria, culturas políticas diferentes y, en definitiva, la pugna entre dos socios de coalición que, electoralmente, deben medrar a costa del otro puesto que, en lo fundamental, disputan el mismo espacio político.
Con todo, el Gobierno del Botánico de la primera legislatura centró sus esfuerzos en reforzar los pilares del Estado del bienestar, poniendo el énfasis de la gestión en la sanidad, la educación y los servicios sociales.
Así, se aprobó un decreto de Sanidad Universal, se puso en marcha el plan de reversión de hospitales privatizados por el PP, se decretó la eliminación del copago farmacéutico para los colectivos más vulnerables, y se sacó adelante una Ley de Muerte Digna. Además, el Gobierno del Botánico desarrolló leyes contra la discriminación, como la ley LGTBi o la Ley Trans, y de apoyo a las personas más desfavorecidas, como la ley de la Renta Valenciana de Inclusión, todo ello en atención a la filosofía de “gobernar para las personas” y “rescate de personas” que imanta cada punto del Acuerdo del Botánico.
También se dedicaron muchos esfuerzos a combatir la citada hipoteca reputacional vinculada a la corrupción de anteriores administraciones, mediante medidas de regeneración democrática, transparencia y lucha contra la corrupción. Destaca entre estas la puesta en marcha de la Agencia Valenciana de Prevención del Fraude y la Corrupción.
La Comunidad Valenciana sigue sufriendo las consecuencias de un modelo de financiación autonómica obsoleto y caduco desde 2014, haciendo de este territorio el peor financiado, objetivamente, de todo el Estado
Legislar para afianzar la enseñanza del valenciano en todos los niveles educativos y consolidar su uso social, y poner cerco a los conciertos con la enseñanza privada han sido la hoja de ruta del Botánico en materia de educación, topándose a cada paso con resoluciones judiciales que no han avalado algunas de las decisiones adoptadas en ambas apuestas.
Aun así, el principal objetivo del Pacto del Botánico no se ha visto satisfecho: la Comunidad Valenciana sigue sufriendo las consecuencias de un modelo de financiación autonómica obsoleto y caduco desde 2014, haciendo de este territorio el peor financiado, objetivamente, de todo el Estado.
La crisis pandémica ha alterado los planes de la segunda legislatura del Consell y la vía valenciana de cogobernanza se ha visto sometida a fuertes tensiones como consecuencia, entre otros motivos, de las discrepancias respecto a la gestión de la crisis entre los socios de gobierno, a los que se ha sumado como tercera parte del ejecutivo, ahora sí, Unidas Podemos, suma de Podemos y de Esquerra Unida.
Salvo adelanto electoral, decisión que recae en las manos de Ximo Puig, quedan dos años por delante para demostrar que la vía valenciana es algo más que un enunciado y que no ha entrado en vía muerta. Las tendencias de la demoscopia electoral señalan que la vía valenciana requerirá de nuevas ediciones del Pacto del Botánico porque las mayorías absolutas son realidades obsoletas y porque, por ahora, las derechas siguen sin ser alternativa de gobierno. ¿Condenados a entenderse?