Secreto de un compromiso
«El aumento del socialismo milenial». Así se leyó en un The Economist del mes pasado. El argumento principal era que para los mileniales el socialismo emerge como ideología popular porque desean un control más estricto de la economía de mercado, una acción global fuerte contra el cambio climático y canales de participación abiertos a los sistemas políticos. También se afirmaba que es una generación que diagnostica erróneamente las políticas públicas y, aún más, que sus expectativas idealistas están equivocadas. Artículos como este –y tantos otros sobre los mileniales (jóvenes nacidos entre 1980 y el 2000, que tienen entre 18 y 35 años) como una generación idealista y al mismo tiempo políticamente apática– incitaron a la Foundation for European Progressive Studies a tratar de entender su demografía, sus valores y sus expectativas en relación con la sociedad y los sistemas políticos.
¿Quiénes son?
Ante todo, para definir las visiones de la primera generación del nuevo milenio, debemos entender cuándo conformaron sus vidas. E indiscutiblemente sus opiniones sobre política y sociedad han quedado condicionadas por la crisis económica del 2008. Las dificultades financieras, una transición difícil entre el periodo educativo y el laboral y un mercado de trabajo adverso han profundizado el sentimiento generacional de incertidumbre y el deterioro en la confianza en las autoridades. Al mismo tiempo este contexto modifica el ciclo vital. Los mileniales retrasan la toma de decisiones que convencionalmente asociábamos a la vida adulta: si lo comparamos con las generaciones que los preceden, tienden a casarse, tener hijos y comprar una casa más tarde.
Denominada a menudo Generación Facebook –han crecido con internet y los teléfonos móviles–, los mileniales han redefinido la comunicación a través de las redes sociales y han dado forma a nuevas expresiones de acción política. Con me gusta y compartir impulsan campañas que se vuelven virales y a menudo logran que protestas digitales lleguen a la calle para convertirse en protestas o movilizaciones importantes. El ejemplo más reciente es el de la activista del clima Gen Z –Greta Thunberg de 16 años–, que, tras dirigirse a los líder globales del Foro Económico Mundial, ha galvanizado a centenares de miles de adolescentes que la han seguido con huelgas regulares por el clima en varias capitales europeas e incluso más allá. El fracaso de los gobiernos y la falta de liderazgo político para afrontar de manera efectiva el cambio climático ha empoderado a los jóvenes a tomar el futuro a sus manos.
En este contexto la contribución de la FEPS, con el propósito de acortar la brecha entre mileniales y sistema político, era posibilitar el intercambio entre estas dos dimensiones para canalizar el compromiso cívico de los jóvenes y desarrollar y formular políticas transformadoras. Se ha evidenciado que los sistemas políticos del mundo de hoy deben responder a esta cohorte cada vez más poderosa, fuerte e influyente. En la línea de su investigación orientada a la UE, para la FEPS también era importante concentrarse en una generación que aproximadamente representa una cuarta parte de la población del continente y que, por lo tanto, debe ser mejor entendida por los medios de comunicación y tiene que ser interpretada por los políticos de una manera diferente.
Políticas progresistas
¿Cuál es su participación en la vida pública? ¿Qué políticas quieren que se implementen? Son cuestiones más que pertinentes en año de elecciones en la UE y, para saberlo, a menudo los titulares aseverativos deben revisarse con más cuidado. Es una generación que está reaccionando a problemas que son un reto para las sociedades occidentales: el aumento de las desigualdades, el cambio climático y el sentimiento de desánimo cuando se percibe que su voz no importa y que no es escuchada por la clase política actual. En los Estados Unidos, Europa y más allá hemos visto movilizaciones masivas sobre estas cuestiones lideradas por generaciones jóvenes. Y sin embargo sorprende que The Economist repita que sus sueños son ingenuos y que se deberían moderar o rechazar.
Con me gusta y compartir impulsan campañas que se hacen virales y logran que se conviertan en grandes movilizaciones
Como son el futuro –los mileniales y sus asuntos, por lo tanto, son clave para que nuestras democracias hagan suyo el poder de esta generación y lo incorporen–, esta generación actúa como receptora del cambio progresista que querríamos ver en el mundo y la función de los políticos es realizar dicho cambio –junto con la gente joven– a través de políticas progresistas. A este respecto la encuesta de la FEPS Millenial Dialogue muestra que es una generación favorable a las políticas progresistas. En la encuesta se manifiesta un fuerte deseo de una red de protección social en tiempo de incertidumbres y esta es una expectativa que se explica toda vez que los mileniales crecieron en el pico de la crisis del 2008.
Más poder a la UE
Es una generación que de manera inequívoca espera más dirección política de la UE en parámetros de bienestar social (por ejemplo, el acceso a la salud y la educación, la creación de empleo y un salario mínimo a escala europea). Aunque los mileniales a menudo son descritos como apáticos políticamente, nuestra investigación nos ha demostrado que reaccionan ante los grandes problemas mundiales. Ellos, igual que la Generación Z, apoya la idea de que la Unión Europea tenga poderes más fuertes con el fin de poder combatir con mayor intensidad el cambio climático y en esta lucha desempeñe un papel más destacado en el escenario global.
Una visión interesante, específicamente relacionada con política económica, fue un deseo expresado por el 82% de los mileniales: querrían que la opinión de los ciudadanos contara más en la acción económica de la Unión Europea. Este porcentaje, tan alto, significa que estamos ante una generación que quiere tener más voz en decisiones que la afectan directamente.
Pero no deja de ser cierto que los mileniales, a pesar de valorar la UE, tienen un problema con las elecciones europeas. Solo un 27% de los jóvenes de entre 18 y 24 años votaron en las elecciones al Parlamento Europeo del 2014. Para revertir esta tendencia hay que comprenderla ampliamente. No responde a una falta de conocimiento o a la falta de voluntad de involucrarse. No es eso lo que aleja los mileniales de la votación. La clave reside en que es una generación comprometida y movilizada políticamente de otra manera.
Durante el periodo previo y posterior a las elecciones europeas, la recomendación es clara. A fin de que la política contemporánea se gane el corazón y la mente de esta generación, debe impulsar valores progresistas, hacer grandes esfuerzos por animar la participación de los mileniales en los procesos de toma de decisión como iguales y al mismo tiempo adoptar medidas claras sobre los asuntos que les preocupan y con los que sueñan.