¿A la altura de la Cuarta Revolución Industrial?
La sociedad actual, con su complejidad y diversidad, no está preparada para gestionar adecuadamente los avances tecnológicos que se están produciendo a nivel global. Y es que cuando nos estábamos empezando a enterar de lo que era internet y la transformación digital de la tercera revolución industrial, nos ha llegado la cuarta.
La Cuarta Revolución Industrial, así acuñada por Karl Schwab en el libro con ese título de 2016, se construye sobre la tercera, la llamada revolución digital, que con la irrupción de ordenadores, semiconductores e internet revolucionó la manera en que nos relacionamos y, con ello, la manera en que trabajamos, consumimos y producimos.
Este proceso ha continuado avanzando con el desarrollo de ordenadores más potentes e infraestructuras de conectividad que facilitan un internet más móvil con ayuda de sensores y dispositivos más pequeños y más baratos. Estos desarrollos han posibilitado la emergencia de un conjunto de nuevas tecnologías que además se combinan entre sí, generando avances que ya no son lineales sino exponenciales, que se transmiten a nivel planetario y tienen el potencial de transformar no solo las industrias sino también la vida cotidiana de las personas. Velocidad, escala y profundidad.
Plataformas múltiples
Tenemos un ejemplo al alcance de nuestra mano, piense en la revolución que ha supuesto en diez años la introducción del smartphone en nuestras vidas y todas las cosas que somos capaces de hacer por nuestra cuenta a través de un dispositivo tan pequeño. Pues imagínese que combinamos y fusionamos los distintos campos de investigación que habían discurrido en paralelo y ahora los conectamos mediante plataformas físicas, digitales y biológicas. Esta es la cuarta revolución industrial.
La Cuarta Revolución Industrial se construye sobre la tercera, la llamada revolución digital
Avances que van desde la ciencia de los materiales (con tejidos, por ejemplo, más finos que un pelo y tan fuertes como el acero) hasta herramientas como las impresoras 3D, sin dejar de mencionar los desarrollos en robótica e Inteligencia Artificial, con máquinas capaces de aprender, adaptarse y tomar decisiones de manera autónoma a partir de la información que manejan. Estos desarrollos son físicos, pero se conectan a una red cada vez más compleja en el llamado Internet de las Cosas y en el futuro que viene de la mano de blockchain. A todo ello se le añade una nueva capa con las innovaciones biológicas y médicas, que nos abren también el campo de la ingeniería genética, en las que nuestros propios cuerpos se conectan en red a esta nueva dimensión.
Singularidad
Son muchos los que dibujan escenarios para un futuro no muy lejano en el que los desarrollos tecnológicos sean tales que superen a la inteligencia humana, fenómeno definido como “singularidad” por Kurzweil ya en 1999. De hecho, hoy en día tenemos ordenadores capaces de procesar la información y diagnosticar con más velocidad y precisión que un médico. Esto augura, sin duda, usos extraordinarios que podrían dar respuesta a los grandes desafíos de la Humanidad, como puede ser el cambio climático, el hambre y las enfermedades en todo el mundo, por no mencionar un futuro de inmortalidad de algunos.
Pero desde la perspectiva de los individuos, el panorama no es tan alentador. Estamos viendo cómo surgen nuevas profesiones para las que no estamos preparados y que están esencialmente vinculadas a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (las conocidas como STEM), que son las disciplinas que están definiendo las tecnologías que sustituyen a la mayor parte de los trabajos de siempre, que no son solo los rutinarios y mecánicos.
Estamos viendo cómo surgen nuevas profesiones para las que no estamos preparados
En las revoluciones industriales anteriores acabó creándose más empleo del que se destruía y había mecanismos sociales (sin duda, el más importante la educación) para realizar las transiciones necesarias de integración a través del trabajo y distribución de la riqueza que se generaba. Dada la velocidad y profundidad de los cambios tecnológicos de los que estamos hablando, es posible que esto no sea así en esta ocasión.
Ante esta eventualidad tenemos la obligación de buscar nuevas maneras de organizar una sociedad en la que el trabajo ha dejado de ser la pieza central de la producción. Las nuevas fuentes de riqueza se están generando con dinámicas distintas al sistema tradicional de la era industrial, que “garantizaba” empleo y riqueza al conjunto de la sociedad.
Las empresas estamos transitando de nuestros modelos tradicionales en sectores definidos y conocidos hacia nuevos modelos abiertos en sectores necesariamente híbridos, incorporando las innovaciones y los conocimientos que ocurren en nuestro entorno para alcanzar nuevas soluciones. Igualmente como sociedad tenemos que arbitrar los mecanismos equivalentes que permitan transitar hacia esta nueva realidad de manera inclusiva: proteger a las personas y no a los puestos de trabajo.
Pasarelas
Es necesario tender pasarelas desde ese mundo tecnológico en el que se están produciendo los grandes avances de la cuarta revolución industrial entendiendo la disrupción para gestionarla adecuadamente. Para eso necesitamos profesionales humanistas, filósofos que definan las reglas éticas e identifiquen los roles adecuados de los humanos en este entorno tecnológico. Y, por supuesto, economistas, abogados, sociólogos, etc., que procuren la mejor manera de organizarnos en este mundo en el que hoy prima la tecnología sobre la aportación humana en la actividad económica.
Entre todos, de manera colaborativa y conectada (con inteligencia humana colectiva) debemos poner otra vez la tecnología al servicio de los humanos para construir un mundo mejor, en lugar de que el progreso solo beneficie a los pocos que lideran esta carrera tecnológica sin más reglas que las de llegar primero para controlar al conjunto. The winner takes it all.
Pongámonos en la tarea de construir como sociedad nuestro porvenir en lugar de dejarnos llevar por los cantos de sirena de algunos que nos prometen volver a un pasado conocido, pero sin futuro. Ese mundo, sin duda, será más tecnológico, pero debe ser también más humano, en el que contemos con individuos más responsables, empresas más éticas y gobiernos más eficientes.
En una época de aceleración y complejidad, no hay tiempo que perder, aunque sea para dejar un futuro mejor a nuestros hijos.
Tenemos la obligación de buscar nuevas maneras de organizar una sociedad en la que el trabajo ha dejado de ser la pieza central de la producción