Barcelona: capital global de la diplomacia científica
Adolescentes de todo el mundo manifestándose cada viernes contra la emergencia climática. Familias discutiendo en las sobremesas sobre la posibilidad de que los gobiernos rastreen nuestros móviles para combatir un virus que se ha vuelto pandémico. Ciudadanos habituados a salir de casa con guantes y mascarilla para ir a hacer la compra. Parques y plazas de nuestras ciudades con los columpios precintados. Parecía difícil anticipar un escenario como el actual.
Sin embargo, hace casi dos años, mucho antes de la eclosión de lo que podríamos considerar una ficción distópica, la ciudad de Barcelona ya se preparaba para poner su ecosistema del conocimiento al servicio de los grandes retos que la historia deparaba a la humanidad.
Para entender y prevenir muchos de estos nuevos paradigmas, desde las crisis de salud global al cambio climático, pasando por el debate bioético, o el impacto social de la digitalización y la inteligencia artificial en los derechos humanos, Barcelona se convirtió, en 2018, en la primera ciudad del mundo en desplegar una diplomacia científica y tecnológica. En un proyecto colectivo, de colaboración público-privada y de vocación internacional, emulando el espíritu que hizo posible los Juegos Olímpicos del 92, los principales actores de la ciudad y del país se reunieron para posicionar Barcelona como la capital mundial que hiciera de su ciencia, tecnología e innovación un bien público global.
Todos los rectores de sus universidades, directores de centros de investigación, exalcaldes, CEOs de startups, directores de think tanks, organizaciones empresariales e instituciones públicas, así como nuestros principales investigadores en Barcelona y el extranjero, se conjuraron por movilizar el capital científico de la ciudad en favor de una estrategia global. Nacía SciTech DiploHub, Barcelona Science and Technology Diplomacy Hub, con el mandato de representar el ecosistema del conocimiento y la innovación de Barcelona en el mundo.
La ciencia: el nuevo vector de la geopolítica mundial
Los acontecimientos de las últimas semanas no han hecho más que evidenciar que vivimos en una civilización interconectada. Tenemos responsabilidades hoy que no existían hace tan solo una generación. Responsabilidades que no existían hace tan sólo unos años.
El mundo que nos rodea está cambiando más deprisa que nunca y encontrar las fórmulas que nos permitan trabajar juntos para gestionar una nueva normalidad, centrada en la incertidumbre y la complejidad, no es un ejercicio trivial. Y ciertamente, no es algo que deba dejarse exclusivamente en manos de los gobiernos.
El rol de Barcelona y su ecosistema del conocimiento ante la emergencia actual, liderando la cooperación internacional contra la pandemia, evidencia el potencial de la diplomacia científica en el mundo que viene. De los 17 proyectos que financia la Comisión Europea en la lucha contra el coronavirus, cuatro están encabezados por centros de investigación, universidades y empresas de Barcelona.
Menospreciar el papel de la ciencia y los científicos ha demostrado ser un error de primera magnitud, cometido por líderes de todo el mundo durante las primeras semanas de esta crisis. El asesoramiento científico, y más en una emergencia de escalera planetaria como la actual, es más relevante que nunca. Las implicaciones geopolíticas de la pandemia ponen en el centro de la escena internacional el papel de la diplomacia científica. Y Barcelona está más preparada que nunca para ejercer el liderazgo.
Durante los últimos treinta años, la capital catalana ha basado sus estrategias de internacionalización y acción exterior en la atractividad. Ser atractiva. Atraer talento, atraer empresas, atraer inversión extranjera, atraer mejor turismo… Una estrategia que ha dado grandes resultados y que ha permitido a una metrópoli media jugar la liga de las ciudades globales.
Sin embargo, hace falta llevar nuestro afán un paso más allá. En el actual contexto global, no es suficiente con ser atractivos: tenemos que ser influyentes. Para hacerlo, hay que mostrar al mundo nuestro compromiso para hacer frente a los grandes retos compartidos. Tenemos que ser capaces de conseguir que el poder suave de nuestro ecosistema del conocimiento revierta en nuestra influencia global. Para conectarnos más y mejor con el mundo. Con otras ciudades, otros países, otras sociedades.
Tenemos que trabajar para posicionar nuestra capacidad científica, tecnológica e innovadora como instrumentos esenciales para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Tenemos que mostrar al mundo que somos un socio de confianza con quien hacer ciencia, generar conocimiento y hacer negocios. Crear progreso juntos. Esta tiene que ser la contribución de Barcelona al mundo.
Ha sido necesario sufrir la peor pandemia de los últimos siglos para posicionar, por fin, el valor de la ciencia y los científicos en el centro del debate público. Para visibilizar la importancia de la inversión en investigación e innovación, de la transferencia tecnológica y del mecenazgo científico. A pesar de la tragedia de la situación que sufrimos, esta es una gran oportunidad que no podemos perder.
Tenemos la ocasión única de erigir un modelo propio de ciudad inteligente construido sobre los principios de la ciencia abierta y el humanismo tecnológico. Un proyecto de visión metropolitana y vocación global que posicione la ciudad a través de su creatividad, diversidad y dinamismo.
El talento, en el centro de la estrategia
En el marco de su estrategia de diplomacia científica, Barcelona impulsa la diáspora global de científicos y expertos en tecnología formados en la ciudad. Con más de un millar de miembros en una treintena de países, la red ‘Barcelona Alumni’ reúne a todos aquellos investigadores, científicos y expertos en tecnología formados en Barcelona y que actualmente ocupan posiciones destacadas en centros de investigación, universidades, startups y empresas de todo el mundo.
El talento global es el mejor activo de la ciudad: permite posicionar el ecosistema del conocimiento de Barcelona en el mundo, impulsar proyectos internacionales de investigación y transferencia tecnológica y fomentar más y mejores intercambios científicos y empresariales. A través de la identificación, conexión y dinamización de esta red global, posicionamos Barcelona como un lugar de referencia donde estudiar, investigar, invertir y emprender.
Reforzar la interlocución entre nuestro sistema del conocimiento y la diáspora de talento global nos permitirá abrirnos al mundo y adelantarnos al futuro. Los tres artículos que acompañan esta edición, todos ellos firmados por miembros de la comunidad ‘Barcelona Alumni’, demuestran que juntos podemos liderar el debate global sobre cuestiones como la edición genómica, el impacto de la inteligencia artificial o la acción climática.
Laboratorio urbano de soluciones globales
En un escenario de cierre de fronteras, medidas de excepción y reforzamiento de los poderes duros por parte de los estados-nación, la diplomacia científica de las ciudades globales abre una rendija de oportunidad. Ecosistemas urbanos de todo el mundo han apostado por la cooperación internacional y sus científicos colaboran más que nunca para compartir conocimiento y dar con soluciones de manera coordinada.
El rol de Barcelona y su ecosistema del conocimiento ante la emergencia actual, liderando la cooperación internacional contra la pandemia, evidencia el potencial de la diplomacia científica en el mundo que viene. De los 17 proyectos que financia la Comisión Europea en la lucha contra el coronavirus, cuatro están encabezados por centros de investigación, universidades y empresas de Barcelona.
Ante la pandemia, la ciudad se ha convertido en el epicentro del conocimiento sobre asesoramiento científico para el diseño de políticas públicas basadas en la evidencia. Desde SciTech DiploHub, hemos liderado un grupo de trabajo con las Universidades de Harvard y Carnegie Mellon, la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia, Open Society Foundation, los Gobiernos de Reino Unido, México y Panamá, el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, CIDOB, ESADE, el ISGlobal y el Barcelona Supercomputing Center, para contribuir al debate público informado y a una mejor gestión de las crisis de salud global. De la misma manera, formamos cada año en Barcelona, líderes de gobiernos, directores de centros de investigación y profesionales de las relaciones internacionales, de más de una treintena de países, en diplomacia científica y tecnológica.
En el último año, Barcelona ha sido la primera ciudad invitada a participar en el Foro Mundial de la Ciencia (WSF) para presentar su estrategia de diplomacia científica y discutir el impacto social y geopolítico del cambio tecnológico, y asumió un papel protagonista en la Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), visibilizando como sus universidades, centros de investigación y empresas tecnológicas están contribuyendo a la acción climática y tejiendo alianzas con sus análogos internacionales.
En la misma línea, Barcelona es el primer ecosistema de conocimiento del mundo reconocido como miembro de la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (SDSN) y al participar en la Red Internacional de Asesoramiento Científico Gubernamental (INGSA) del Consejo Internacional de la Ciencia (ISC). Gracias a este posicionamiento, potenciamos y conectamos los activos científicos y tecnológicos de la ciudad con los altos niveles de decisión política, la acción diplomática y la cooperación internacional. Este es el papel de la diplomacia científica.
El liderazgo de Barcelona en diplomacia científica no es un juego de suma cero, con ganadores y perdedores. Los valores ilustrados de la ciencia –transparencia, neutralidad, apertura y solidaridad– hacen que los éxitos de nuestro ecosistema reviertan en la comunidad internacional. Barcelona y su comunidad científica tienen que contribuir de manera decisiva a los grandes retos globales, aportando soluciones inclusivas que refuercen la resiliencia, la cooperación ciudadana y la rendición de cuentas.
Barcelona se ha convertido en la capital global de la diplomacia científica. No se trata de un objetivo o una ambición complaciente. Es ya una realidad. Sin embargo, si hemos aprendido algo de la actual crisis, es que nada es perenne: los liderazgos y estrategias pueden ser muy efímeros. Es necesario desde nuestras instituciones, centros de investigación, universidades y sociedad civil sigamos empujando para apuntalar este éxito colectivo. Desde hoy. Mañana puede ser demasiado tarde.