Barcelona, preparada para hacer frente a la emergencia climática

Biólogo y técnico urbanista. Gerente de Medio Ambiente y Servicios Urbanos del Ajuntament de Barcelona. Miembro del Comité d'Experts sobre el Canvi Climàtic del Parlament de Catalunya.

El barómetro de diciembre de 2019 del Ajuntament de Barcelona ha preguntado sobre el cambio climático. Al 89% de las personas encuestadas les preocupa y casi el 80% considera que puede afectar a su vida. Una gran parte declara su disposición a adoptar medidas como reducir el uso del vehículo privado, comprar productos de proximidad o reducir el consumo de carne. En una escala del 1 al 10, otorgan una responsabilidad de 8,6 ean los gobiernos, un 8,3 al sistema económico, un 8,3 a las empresas y un 7,4 a la ciudadanía. En definitiva, el cambio climático es ya una preocupación social extendida y somos conscientes de que debe exigirse a los gobiernos y que las responsabilidades son compartidas.

La ciencia nos alerta desde hace más de 30 años. Como no hemos hecho caso, ahora tenemos mucha prisa. Y estamos a tiempo si hacemos cambios profundos durante la próxima década. Barcelona tiene una doble responsabilidad. La primera, con sus vecinos y vecinas. La segunda como ciudad global que influencia y ejemplariza en el mundo.

Cuando nos preguntamos sobre los efectos económicos del cambio de modelo económico y social necesarios para hacer frente al cambio climático, no podemos dejar de preguntarnos sobre el coste, muy superior, de no hacerlo. En el modelo económico actual ya sabemos quiénes son los ganadores, pocos, y que no están dispuestos a perder un euro de sus beneficios aunque los obtengan a expensas de la salud y el bienestar de la inmensa mayoría. A pesar de que creen desigualdades en el presente y pongan las generaciones futuras en alto riesgo, agotando los recursos y transformando las condiciones de vida en el planeta irreversiblemente.

Por eso el cambio de paradigma no es sólo sobre qué hacer, sino cómo hacerlo y con quién hacerlo. La toma de control colectiva de los bienes comunes y de las nuevas fórmulas de habitar la ciudad, de consumir, de movernos, es tan importante como conseguir hacerlo sin emitir CO2.

Barcelona ha iniciado un proceso irreversible. El Pla Clima de Barcelona es inspirador a escala internacional. Entre otros ha recibido el reconocimiento del Pacto de Alcaldes y Alcaldesas de la UE, ha sido reconocido por la Red Internacional de Ciudades C40 como plan eficaz que permite alcanzar los compromisos del Acuerdo de París y la neutralidad climática en el 2050. Pero los planes son planes. Lo que necesitamos es acción.

Ámbitos de mitigación

En términos de mitigación (la reducción de emisiones de CO2) hay cuatro ámbitos clave: transporte, energía, alimentación y residuo cero/consumo responsable. Allí donde la ciudad tiene competencias, y considerando la falta flagrante de instrumentos legales y financieros que el estado por una parte y el Parlament de Catalunya por otra deberían dotar de manera inmediata, la ciudad avanza.

Hace falta el impulso público pero también técnicos que piensen diferente y una ciudadanía dispuesta a participar y liderar. Los proyectos ya realizados muestran que hay personas dispuestas a ello, que se encuentra el dinero, que las barreras, las hay, son superables.

En el ámbito del transporte, desplegando un refuerzo significativo de la red ciclable; acabando, definitivamente, la nueva red de bus y renovando la flota de autobuses; haciendo llegar el metro a Marina; con un cambio radical en las tarifas de transporte para impulsar su uso habitual; desplegando la ZBE y las supermanzanas; regulando los vehículos compartidos… Este cambio progresivo pero profundo de la movilidad en Barcelona y las ciudades europeas se pensará desde Casa Alier: en el 2020 arranca el Centro Europeo de Movilidad sostenible que impulsan 13 ciudades, 17 empresas y 18 universidades.

En el ámbito energético hace falta generar energía renovable y reducir el consumo drásticamente. La creación de una empresa pública de comercialización –Barcelona Energia- es un nuevo buen instrumento para impulsar el autoconsumo ahora que la legislación estatal ha dado un paso que lo facilita. La extensión de las redes de frío y calor que permiten mejorar la eficiencia energética se ampliarán y se extenderán a otras zonas de la ciudad. La financiación de la cubierta fotovoltaica del Convent de Sant Agustí a través de un programa de crowdlending (financiación colectiva no bancaria) ha sido un éxito y se puede multiplicar. Los nuevos edificios deberán cumplir nuevos estándares de bajo consumo de manera generalizada y la rehabilitación de edificios deberá tener parámetros energéticos de mínimos. Hay magníficos ejemplos de edificios eficientes como la Fàbrica del Sol, el Centre de Neteja de Joan Miró o el edificio de vivienda cooperativa de Can Batlló, el edificio de madera más alto del estado español. O los APROP, vivienda de emergencia construida con contenedores, de alta calidad y alta sostenibilidad.

Hay que pasar del proyecto singular a la generalización. Para ello hará falta regular y promover. Y encontrar más y más complicidades. Hace falta el impulso público, pero también técnicos que piensen diferente y ciudadanía dispuesta a participar y liderar. Los proyectos ya realizados muestran que hay personas dispuestas a ello, que el dinero se encuentra, que las barreras, que las hay, son superables. Ahora debe avanzarse con mucha más rapidez. Y no dejar nadie atrás. Los Puntos de Asesoramiento Energético de la ciudad de Barcelona han evitado 10.000 cortes de luz y han asesorado a más de 50.000 personas.

En el ámbito del Residuo Cero, Barcelona se ha incorporado decididamente a ello con una estrategia propia. El nuevo modelo de recogida de residuos puerta a puerta en el barrio de Sarrià Vell ha permitido que los vecinos y vecinas pasen de reciclar del 19% al 59%. Con la implantación del vaso retornable se han ahorrado más de un millón de vasos de un solo uso en la ciudad. Y se ha prohibido su uso en las dependencias municipales. El cambio profundo se producirá con el despliegue de la nueva contrata de residuos y limpieza que prevé modelos de recogida adaptados en cada barrio y permitirá desplegar el pago por generación, como han acordado todos los municipios metropolitanos. Hace falta un cambio legislativo urgente como lo que ya ha hecho, por ejemplo, el gobierno de las Islas Baleares con la nueva ley de Residus.

En el ámbito de la alimentación, aunque las competencias municipales son limitadas, hay proyectos en curso en guarderías, o los mercados de payés, o la estrategia de agricultura urbana o el programa Mans al Verde. En el año 2021 Barcelona acogerá la Cumbre Mundial del Pacto de Milán, una red de más de 200 ciudades que promueve la alimentación saludable y el consumo responsable.

El cambio eficaz

Los efectos del cambio climático ya están presentes en la ciudad. Por eso había que abordar también la adaptación. Por eso el incremento sustancial del verde urbano, más naturalizado y con una nueva gestión ecológica desplegada en los últimos años. Por eso el Plan de Recursos Hídricos alternativos y el nuevo Plan de Saneamiento. Por eso las Supermanzanas sociales y una nueva concepción del espacio público con ejes verdes y supermanzanas que saquen el coche del 60% del espacio público que ahora ocupa. Por eso un plan de playas.

Hemos ensayado y hemos demostrado que el cambio es posible, deseable y eficaz. Los ensayos no han sido sólo en el fondo (movilidad sostenible, residuo cero, consumo responsable, generación de energía renovable y eficiencia energética…) sino también en la forma (vivienda de emergencia, 30% de vivienda asequible en promociones privadas, vivienda cooperativa con cesión de uso, rehabilitación con condiciones sociales, economía social y solidaria, empresa pública de energía, ZBE, crowdlending, supermanzanas, bajos de protección oficial, vaso retornable, cláusulas sociales y ambientales de la contratación pública…). Ahora tenemos, también, la demanda y la exigencia sociales para la acción.

Estamos en las puertas de la Declaración de Emergencia Climática que, de nuevo con un proceso de coproducción, nos empuja a acelerar y generalizar la acción para enfrentarnos y adaptarnos al cambio climático. Sabemos qué debemos hacer, queremos hacerlo y sabemos cómo lo tenemos que hacer. Hagámoslo.

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