Datos para mejorar la normalidad

Experta en desarrollo económico y social principalmente a través de la elaboración de políticas públicas innovadoras.  Hasta julio de 2019 ocupó el cargo de Vicepresidenta de Análisis y Estudios en NYCEDC, la oficina económica de la ciudad de Nueva York. Ha regresado recientemente a España para encabezar el análisis de políticas públicas en la Generalitat Valenciana. Actualmente ocupa el cargo de Directora General de Análisis y Políticas Públicas en el equipo del Presidente Puig.

No es fácil volver a casa. Desde el otro lado del océano uno añora su tierra, el Mediterráneo, y su cultura. Sólo cuando volvemos a poner los pies en el suelo y miramos a nuestro alrededor podemos comenzar a calibrar la intensidad del cambio que estamos experimentando. Porque aunque es tu casa, es desconocida, y hay que dejar atrás la zona de comodidad y poner a funcionar al máximo todos tus recursos para comenzar de nuevo, lo cual, como concepto, siempre es excitante.

A mi regreso, ocurrió que algunas de las cosas que había esperado encontrar no se materializaron (para bien o para mal), y otras, muchas otras que no tenía en absoluto previstas, se hicieron presentes de improviso. Un nuevo comienzo, al fin y al cabo, significa también estar preparado para situaciones disruptivas.

La primera, cronológicamente hablando, fue la gota fría que padeció la Comunitat Valenciana durante el mes de septiembre de 2019, una catástrofe natural con efectos devastadores para la comarca de la Vega Baja del Segura, que dañó más de 5.500 hogares y 50.000 hectáreas de terreno agrícola. La gota fría puso a prueba la capacidad de respuesta de las administraciones públicas ante una situación límite.

Y cuando ya estaban en marcha un buen número de acciones e iniciativas, y comenzábamos a dar pasos firmes hacia la reconstrucción y un futuro resiliente, un nuevo sobresalto nos sobrecogió a todos. En esta ocasión no solo a escala regional, sino planetaria. Una crisis sanitaria que ya ha causado más de 1.400 fallecidos en mi tierra y ha dejado a 74.000 personas sin trabajo en los tres meses de marzo a mayo, una cifra a la que habrá que sumar a las personas afectadas por los más de 430.000 ERTES ligados a la COVID-19 que no sabemos aún hoy si acabarán por engrosar la cifra de desempleados.

El punto de partida es difícil, normalmente la evidencia tarda en poder construirse y un análisis riguroso de datos es, por naturaleza, lento, por lo que normalmente se queda fuera del ciclo político de decisiones. Pero si uno es dinámico y creativo para ser capaz de comunicar efectivamente cómo la evidencia respalda los objetivos de aquel cuyo comportamiento estás intentando cambiar, entonces le das razones para empezar a cooperar.

Son muchos números, demasiados. He de reconocer que no estábamos preparados para esto. Toda mi experiencia no era suficiente ante la dimensión de la tragedia. Es decir, lo que he aprendido a lo largo de mi carrera lo he puesto en práctica, al servicio de la gestión de la crisis. Ha tenido un papel fundamental el apoyo de compañeros, tanto altos cargos, asesores y funcionarios como aliados de la sociedad civil, trabajando en equipo y sin descanso en el empeño de superar la crisis. Pero, sin duda, ha sido el President de la Generalitat quien, día tras día, ha sumido el liderazgo de manera contundente. Su ejemplo me ha permitido aprender más en diez meses que en diez años de ejercicio profesional en Estados Unidos.

Decisiones basadas en la evidencia

La Comunitat Valenciana ha hecho frente a la crisis sanitaria y ha conseguido superar sus fases más críticas gracias al esfuerzo de los ciudadanos. Tanto de manera directa, con su trabajo en los ámbitos que eran imprescindibles, como con su disciplina al mantener una situación de confinamiento, las valencianas y los valencianos han evitado muchos más contagios y fallecimientos. Hemos avanzado mucho desde marzo y, con prudencia, resulta imprescindible centrarnos en la recuperación. El crecimiento económico depende de lo bien que lo hagamos como sociedad para detener la pandemia. Por primera vez en la historia reciente, la salud se coloca como garante improbable de la economía.

Decía antes que a mi regreso esperaba muchas cosas, y no tanto otras. Esperaba encontrarme con una Administración poco flexible. Y fue más bien al contrario. Descubrí que el President y su equipo, en el que incluyo funcionarios, reconocían sin reparos lo que me llevó más de un año trasladar a mis compañeros en el grupo de desarrollo económico del Ayuntamiento de Nueva York: el valor de la toma de decisiones basadas en la evidencia.

Esta predisposición a tener en cuenta los datos ha resultado favorable al gobierno en la difícil tarea de gestionar la crisis en el ámbito de la Comunitat. Porque ninguna administración del mundo, ni aquí ni allí, está preparada para gestionar una crisis de esta envergadura. Y es que las administraciones funcionan como un cubo de basura.  El “garbage can” (cubo de basura) es un modelo de toma de decisiones organizacionales que pretende representar la realidad gubernamental. El cubo de basura describe un entorno de anarquía organizada en el que personas muy preparadas son lanzadas a un cubo sin mayores directrices. De acuerdo con este modelo teórico creado por el economista americano Michael D. Cohen ya en los años 70, nadie sabe realmente lo que está sucediendo, los trabajadores operan bajo prueba y error, y los problemas y las soluciones podrán encontrarse dependiendo de la habilidad de cada uno. En este entorno, no siempre los gobiernos funcionan, y hacer cualquier cosa, sobre todo introducir cambios, podría parecer muy complicado. El lado bueno del modelo de cubo de basura es que, en tal entorno, el espíritu emprendedor triunfa.

Y eso es más o menos lo que ha hecho la Generalitat. Ha liderado el esfuerzo para dotar a los profesionales de material de protección con más de 1.000 toneladas de material sanitario en compras. Se han reforzado las infraestructuras con unas 1.000 camas hospitalarias gracias a la instalación de tres hospitales de campaña, uno por provincia. La Generalitat dará apoyo a 41 soluciones científico-innovadoras directamente relacionadas con la lucha contra la Covid-19 y la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio) ha sido seleccionada para participar en el desarrollo de un nuevo test de diagnóstico rápido, preciso y a un bajo coste, que se está desarrollando en el marco de un consorcio internacional.

Hemos sido pioneros también en la aplicación del análisis de datos en la lucha contra la pandemia. El enorme esfuerzo de análisis de datos llevado a cabo tanto por la Generalitat como por la sociedad civil, a través de los grupos de trabajo de expertos multidisciplinares que han colaborado de forma voluntaria, puede ser la semilla de un cambio hacia una normalidad mejorada que tenga como motor el uso de datos para la toma de decisiones. Y es que, entre las debilidades más evidentes que la crisis sanitaria de la COVID-19 ha dejado al descubierto, está la mala calidad y uso de los datos en España.

Análisis sofisticado

El análisis sofisticado de datos aplicado al bien común ha sido una quimera antes para muchos otros, y fue, precisamente, el objeto de Proyecto Cybersyn de Salvador Allende. Dirigido por Stafford Beer, un consultor británico experto en análisis del comportamiento para estimar el futuro, el proyecto pretendía recabar numerosos indicadores industriales y sociales que permitiesen a empresas y gobierno detectar y atajar problemas rápido. Para Allende el socialismo en la digitalización reside en su capacidad para facilitar la autonomía de los trabajadores y una mejor planificación a los empleadores. Todos ganaban, gobierno y sociedad. Lo que hizo fracasar el proyecto, además del golpe de estado en Chile, fue la falta de incentivos a suministrar datos cuando la sociedad dejó de ver el beneficio de hacerlo. Décadas más tarde, ese sigue siendo el problema y también la clave de la solución.

Se debe conocer el entorno en el que se opera para poder proponer una solución. Igual que modelos como el de cubo de basura, la teoría de juegos puede ayudar a entender cómo y por qué actuamos de cierta manera, permite formalizar intuiciones sobre interacciones sociales y por tanto lograr una mejor racionalidad colectiva a través de la creación de los incentivos correctos. Para rescatar la racionalidad colectiva en el contexto de ausencia de datos para la toma de decisiones, se pueden introducir pequeñas mejoras. Usar pequeños triunfos (“small wins”) es una de las estrategias más eficaces, en mi experiencia. El punto de partida es difícil, normalmente la evidencia tarda en poder construirse y un análisis riguroso de datos es, por naturaleza, lento, por lo que normalmente se queda fuera del ciclo político de decisiones. Pero si uno es dinámico y creativo para ser capaz de comunicar efectivamente cómo la evidencia respalda los objetivos de aquel cuyo comportamiento estás intentando cambiar, entonces le das razones para empezar a cooperar.

En el caso de la Comunidad Valenciana los datos y la innovación se han mostrado como aliados para apoyar la salida de la crisis, y permitirán recuperar lo antes posible nuestra forma de vida mediterránea que se ha visto tan alterada durante el confinamiento y la posterior desescalada. Se ha presentado como un aliado poderoso de la sociabilidad en la medida en que puede permitir un mejor control de la epidemia. En definitiva, una estrategia de datos más democrática que podría tener en la crisis del coronavirus una desgraciada oportunidad para dejar de ser una quimera. Datos, como instrumentos útiles, al servicio de la democratización, la toma de decisiones y los ciudadanos.

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