El cohousing senior como alternativa

Profesor asociado de los Estudis de Psicologia i Ciències de l'Educació de la UOC i investigador del grupo CareNet del Internet Interdisciplinary Institute (IN3). Investigador principal del primer estudio del movimiento del cohabitaje senior en España (MOVICOMA).

En el 2000 se inauguró la primera cooperativa de mayores en Málaga, Residencial Santa Clara. Al cabo de 10 años llegarían otras similares en otras partes de España: Trabensol, Profuturo, Puerto de la Luz; y en Catalunya, La Muralleta, que se construyó en Santa Òliva, un pueblo cercano al Vendrell. La atención mediática y el interés por estas iniciativas ha crecido exponencialmente desde entonces. En el 2015 identificamos 36 nuevas iniciativas, y según Cohousing Spain, actualmente hay ya cerca de 200 grupos. Además, según el nuevo estudio del BBVA sobre las preferencias de jubilación, a un 86% de los que ahora tienen entre 42 y 62 años les gustaría vivir en un cohousing.

Gracias a una beca Leonardo del BBVA, en 2015, pudimos constatar que la enorme diversidad de proyectos de senior cohousing escondía un gran consenso sobre los espacios que había que evitar.

Las personas que participaron en el estudio no querían acabar en una residencia. Tenían, en general, muy mala experiencia. Las veían como espacios hospitalarios, pensados para optimizar el trabajo de los profesionales, y no como espacios en los que uno pueda sentirse en casa y al mando de los aspectos más cotidianos de su vida. Esto afecta especialmente a los colectivos minorizados por orientación sexual, origen cultural o diversidad funcional que acostumbran a sentirse discriminados por no adaptarse a los constructos de vejez que acostumbra a imponer el funcionamiento de las residencias. Además, persiste la idea entre ellos de que la mayor parte de residencias son sitios a los que uno va a que le cuiden pero no a vivir la vida que le queda.

El senior cohousing es un intento por crear espacios en los que sea posible autogestionar la propia vida hasta el final, vivir en entornos socialmente estimulantes, en los que uno se siente parte y comparta cosas con los demás, y en el que se garantiza la continuidad asistencial desde el apoyo mutuo informal hasta los cuidados profesionales.

Pero los grupos que promueven el senior cohousing tampoco quieren envejecer en casa. Aunque envejecer en tu propia casa es posible si tienes apoyo familiar y servicios a domicilio suficientes, para estos grupos es en realidad una muy mala idea. En primer lugar, porque muchas casas, barrios y pueblos están muy poco adaptadas a las necesidades que aparecen en esta etapa de la vida. De hecho, es muy habitual encontrar personas mayores solas en casas y pisos grandes sin apenas posibilidad de salir a la calle para encontrarse con alguien. La vida suburbana, ideal de progreso social y de calidad de vida para las familias, convierte las casas en prisiones de oro para las personas mayores. En segundo lugar, porque aunque uno pueda disponer de los servicios necesarios en casa, con el paso de los años las amistades van muriendo, los vecinos de la escalera pasan a ser unos desconocidos, el barrio o pueblo se transforma de manera cada vez más acelerada, y el contacto con la familia se hace cada vez más ocasional.

Construir otra casa

La idea para estos grupos es envejecer en casa pero para hacerlo hay que salir de casa y construir otra que esté mejor adaptada física y socialmente a lo que vendrá, y que sea para una comunidad diferente a la familia o las actuales comunidades de vecinos. Esta comunidad tiene que ser un grupo de gente con la que compartir nuevos proyectos y actividades, y con la que buscar soluciones a los problemas que vayan surgiendo a medida que vayan siendo cada vez más mayores. Esto incluye los cuidados, que es un elemento central de estos proyectos en España.

Quieren decidir colectivamente cómo quieren ser cuidados y cómo quieren cuidar, estableciendo estrategias de apoyo mutuo, definiendo los límites de lo que pueden asumir o no, diseñando modelos de provisión de cuidados y de pago de los servicios que necesiten. De hecho, todos los proyectos, como explican ellos mismos, son “finalistas”. Están pensados para vivir allí hasta el final y que la persona no tenga que irse si cada vez necesita más apoyos y cuidado profesional. Muchos de ellos tienen servicios de catering con cocina industrial e incluso unidades asistidas para aquellas personas que requieran atención continuada.

Esto les confiere un carácter bastante único. En Dinamarca, el país donde hay más proyectos de este tipo del mundo, las personas que viven en séniores cohousing (seniorbofaellesskab) se prestan apoyos puntuales y voluntarios pero en ningún caso convierten el cuidado de las personas que los requieren en un asunto común a gestionar por la cooperativa. Es una obligación del ayuntamiento y de los servicios sociales, en ningún caso un deber para estas comunidades. Las personas reciben los servicios de atención domiciliaria necesarios en casa independientemente de que vivan en un co-housing o en otro tipo de vivienda; y no se espera que la familia, y en su ausencia una comunidad de vecinos, deba hacerse cargo de estos cuidados.

Por el contrario, los senior co-housing en España son cooperativa que asumen esta función. De hecho, las administraciones están empezando regularlas e incluirlas como parte del catálogo de servicios sociales, como sucede Asturias. Es algo que los propios grupos están buscando desde hace tiempo porque los servicios de cuidado a domicilio son insuficientes y acaban siendo las mujeres las que acaban asumiendo la mayor parte del trabajo. Son las hijas, nietas y parejas las principales damnificadas de un sistema que familiariza, feminiza y precariza los trabajos de cuidados.

Por esta razón, las mujeres, que son mayoría en estas iniciativas, tienen claro que hay que buscar una alternativa al cuidado familiar tal y como lo entendemos. Promueven el co-housing para evitar que sus hijos, especialmente sus hijas, tengan que cuidarles; y para evitar verse cuidando a sus parejas sin apoyo y en soledad.

Repensar el envejecimiento

El senior cohousing es fundamentalmente un intento por repensar y vivir lo que significa envejecer en casa o en una residencia. Es un intento por crear espacios en los que sea posible autogestionar la propia vida hasta el final, vivir en entornos socialmente estimulantes, en los que uno se siente parte y comparta cosas con los demás, y en el que se garantiza la continuidad asistencial desde el apoyo mutuo informal hasta los cuidados profesionales. Esto no se traduce en un único modelo, ya que hay desde ciudades para mayores con todo tipo de servicios, como es el caso de Brisas del Cantábrico, a viviendas apareadas con espacios comunes, como la Muralleta.

Sin embargo, sí es cierto que todos ellos, hasta ahora, se basan en una idea de autogestión que encarna una forma de envejecer muy concreta, que también genera sus exclusiones.

Los proyectos de cohousing han estado promovidos por personas entorno a los 65 años, eminentemente mujeres, con ingresos medios y altos y trayectorias profesionales estables. La auto-promoción y autogestión requiere no sólo de capital económico sino de mucho capital social, político y cultural.  Además, la capacidad de emprendizaje de estos grupos, poco habitual y en muchos casos heroica, encarna una imagen de la vejez muy alejada de las tradicionales imágenes de declive, retiro y descanso. Son las propias personas mayores las que se hacen cargo de su propio envejecimiento y lo planifican, intervienen sobre el propio estilo de vida para prepararse mejor para la vejez, no esperan que sean los familiares o el estado quienes marquen el camino. Esto hace que la administración empiece a apostar para estas iniciativas al considerarlas buenas para promover el envejecimiento activo.

Así pues, no es sólo necesario abrir la creación de proyectos de cohousing a una mayor diversidad de personas mayores, sino explorar cómo hacer viable en estos proyectos formas de vejez vulnerables, frágiles, y alejados de la épica e hiperactividad.

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