La responsabilidad de las empresas
El entorno donde se mueven las empresas se ha vuelto extraordinariamente complejo y cambiante; cada vez es más difícil orientarse y tomar las decisiones acertadas. En este escenario adverso, las empresas exitosas están inmersas en una carrera frenética hacia la captación y la fidelización del talento. El talento es un bien considerado escaso por el mundo empresarial.
Mientras que las empresas se afanan en localizar los perfiles adecuados para desarrollar su actividad, gran parte de los jóvenes que desean incorporarse al mercado laboral no encuentran trabajo o acaban trabajando en empleos que no están relacionados con lo que estudiaron. Esta doble frustración constituye una gran paradoja que evidencia la desconexión existente entre el mundo académico y el mundo empresarial, ámbitos que tendrían que estar en comunicación constante.
El encaje necesario entre los jóvenes que quieren encontrar trabajo y las empresas que quieren contratar los perfiles adecuados exigirá un gran esfuerzo del mundo académico para entender las necesidades cambiantes del mundo empresarial y económico y en consonancia adecuar los contenidos educativos.
Si no resolvemos dicha falta de conexión, la brecha entre el ámbito educativo y el empresarial se irá ensanchando ya que mientras el mundo académico introduce cambios con mucha lentitud, las empresas están acostumbradas a actuar con un gran dinamismo porque saben que esta es la única opción para sobrevivir. El encaje necesario entre los jóvenes que quieren encontrar trabajo y las empresas que quieren contratar los perfiles adecuados exigirá un gran esfuerzo del mundo académico para entender las necesidades cambiantes del mundo empresarial y económico y en consonancia adecuar los contenidos educativos. Pero, necesariamente, las empresas también tendrán que asumir su responsabilidad con respecto a la transferencia de conocimiento, poniendo su experiencia y su inteligencia a disposición.
Compromiso de transferencia
En este sentido vale la pena destacar un cambio esperanzador que se está produciendo en una parte relevante del sector empresarial. Se trata de una corriente global que se ha expresado a través de un manifiesto firmado por casi 200 directivos de corporaciones norteamericanas y que reflexiona sobre el propósito (purpose) de las empresas. Esta declaración colectiva sostiene que las empresas tienen una responsabilidad importante hacia la sociedad, y no sólo hacia sus accionistas, como reza el postulado capitalista tradicional de Milton Friedman.
En esta voluntad de adoptar un propósito empresarial más amplio se debería enmarcar el compromiso de transferir parte del conocimiento que generan las empresas. Nos hacen falta empresas más porosas, más dispuestas a insertarse en otros ámbitos y a compartir con generosidad su visión y sus maneras de hacer.
Afortunadamente, cada vez más actores del mundo empresarial están dispuestos a salir de los muros de sus organizaciones e implicarse en diferentes instituciones de carácter social, económico y cultural, con la intención de generar un impacto positivo en su entorno, a través de su profesión y su ámbito de experticia.
Tenemos un reto mayúsculo: formar los perfiles profesionales adecuados para generar más oportunidades para nuestra sociedad. Es persiguiendo el talento que aparecen las empresas y la inversión. No al revés. Difícilmente podremos hacer frente a este desafío si no nos ponemos a trabajar juntos. Las empresas y el mundo académico tendrán que hacer el esfuerzo de conectarse para configurar un nuevo orden social en el que la transferencia de conocimiento sea ineludible.