La sostenibilidad del sistema de pensiones en España
Entender la situación actual del sistema público de pensiones en España requiere conocer dos cuestiones básicas y que a menudo pasan desapercibidas: la primera, es que el sistema se financia por reparto, concepto que alude a que los trabajadores en activo cotizan para pagar las pensiones de los ya retirados, con la esperanza de que, cuando ellos accedan a la jubilación, los activos de su momento hagan lo propio. La segunda es que la longevidad aumenta, de forma inexorable, en todo el mundo. Y ésto, que es una buena noticia sin duda, tiene un efecto negativo sobre los sistemas de reparto, que basan su sostenibilidad en el equilibrio entre cotizantes y retirados.
Las soluciones más relevantes que se han implementado en otros países tienen que ver con la edad de jubilación, con reformas profundas del sistema, y con impulso de los sistemas que promueven el ahorro complementario para la jubilación.
Sin embargo, y aunque en el corto plazo España mantiene un déficit apreciable en el sistema de pensiones (unos 20.000 millones al año), el muy largo plazo no muestra problemas de extrema gravedad en la sostenibilidad del sistema. Las proyecciones de la Comisión Europea para 2070 muestran que el gasto público asociado a la edad será prácticamente el mismo que en la actualidad. Pero lo que también muestran las proyecciones es que la población jubilada será prácticamente el doble a la actual. No hace falta realizar muchas cuentas para comprender que el verdadero problema del sistema no es tanto su sostenibilidad como su suficiencia: si el gasto es el mismo, pero los beneficiarios son el doble, la pensión es la mitad. Eso lo refleja la llamada tasa de sustitución (que es el cociente entre la primera pensión que se recibe y el último salario en activo), que baja de niveles del 80% en la actualidad al 45% en 2070. Por tanto, cualquier solución debe focalizarse en mejorar la suficiencia sin perjudicar la sostenibilidad.
Asomarse a las soluciones
Como los problemas que tiene España no difieren especialmente de los problemas que tienen o han tenido otros países desarrollados, es conveniente asomarse a las soluciones que se han podido aplicar ya y sus resultados, no para copiar, pero sí para que sirvan como guía. Entre ellas, las más relevantes tienen que ver con la edad de jubilación, con reformas profundas del sistema, y con impulso de los sistemas que promueven el ahorro complementario para la jubilación.
Sobre la edad de jubilación, que es indudablemente un tema de alta sensibilidad social, lo que varios países han puesto en práctica es un incremento automático, gradual y proporcionado al crecimiento de la esperanza de vida, de forma que sea un tema objetivo y no sometido a vaivenes de intereses políticos.
La segunda de las opciones son cambios estructurales del sistema, como por ejemplo los sistemas de contribución definida nocional: las llamadas cuentas nocionales. Estos sistemas lo que hacen es vincular por completo la pensión a recibir a las cotizaciones realizadas en la vida activa. La probable reducción en la pensión que se derivaría de este modelo la han solventado otros países con, por una parte, una estrategia de aplicación gradual, y por otra, con la existencia de pensiones mínimas que suavizan el impacto. La parte positiva de este modelo es que hace del todo transparente el funcionamiento del sistema, pues en todo momento hay información de lo cotizado y de la pensión a la que se va a tener derecho. En Suecia, por ejemplo, la combinación de medidas ha permitido que el sistema de cuentas nocionales esté resolviendo buena parte de los problemas al que se enfrentaba la seguridad social sueca. Otras reformas avanzan en dificultar la percepción de una pensión completa, sometiéndola a más años de cotización, por ejemplo.
Y la tercera supone que la sociedad asuma también una responsabilidad adicional en la financiación de las pensiones. El sistema británico, que está basado en el uso de la psicología del comportamiento aplicada a la economía, propone que, de una forma natural, empresas y trabajadores financien fondos para las pensiones de manera automática y con pautas que facilitan ese ahorro. Este sistema está logrando un notable éxito.
La buena combinación
Una buena combinación de las principales enseñanzas de otros países, debidamente adaptada, podría ser rediseñar el sistema de forma que la edad de jubilación se adapte automáticamente a la esperanza de vida, que otorgue pensiones mínimas (financiadas con impuestos) que permitan en cualquier caso superar el umbral de la pobreza, con un tramo contributivo de reparto, pero haciendo proporcional la pensión a la cotización y con un sistema de ahorro complementario cofinanciado entre empresas y trabajadores para mejorar la pensión.