Polarización y consenso en Catalunya

Profesora de Ciencia Política y Resolución de Conflictos en la Universidad de Georgetown (Washington, DC). Ha publicado en múltiples revistas científicas y en 2017 publicó el libro "Rivalry and Revenge. The Politics of Violence During Civil War"

Hay polarización social en Catalunya? ¿Hasta qué punto el “proceso independentista” ha llevado a la división? ¿Habría vuelta atrás, si fuese así, en este proceso de polarización? Y, en fin ¿cuáles son las decisiones políticas que podrían llevar a revertir la tendencia polarizadora hacia una más centrípeta?Según datos de encuesta que hemos podido recoger durante el último año 
–junto con José Fernández-Albertos (CSIC) y Alexander Kuo (Oxford University)–, en Catalunya hay polarización social en torno al tema de la independencia, que se manifiesta en una serie de indicadores. Y dicha polarización afecta principalmente a dos grupos poblacionales: los que están claramente a favor de la independencia o de una república catalana (aproximadamente el 44% de nuestra muestra) y los que están claramente a favor del mantenimiento del statu quo territorial o de menos autonomía para Catalunya dentro de España, que llegan al 20%.

Violencia

En Catalunya la polarización no ha llegado al extremo de que haya gente que crea legítimo el uso de la violencia contra los miembros del grupo externo, como pasa en otras sociedades en conflicto, pero sí lo observamos aunque sea a un nivel de intensidad bajo.
En nuestro estudio medimos la polarización con los adjetivos que la gente escoge para describir a otras personas según sus preferencias políticas, o con declaraciones sobre el confort que sienten con potenciales vecinos, también según sus preferencias políticas. La polarización social no es tan como a menudo refiere Ciudadanos, que con acciones como la retirada de lazos amarillos de la vía pública de hecho la promueve, pero tampoco es completamente inexistente, como afirman otros actores políticos.
Observamos que los independentistas tienen mejor concepto y tienen sentimientos más favorables hacia otros independentistas que con respecto a personas que no son favorables a la independencia, y los favorables al statu quo, por su parte, hacen lo mismo con los contrarios a la independencia.
Esta polarización social está potenciada por las acciones de los partidos políticos (por ejemplo, con acciones como las retiradas de lazos amarillos), y a la vez alimenta estas posiciones políticas (promocionando la ruptura de canales de diálogo, por ejemplo). La dinámica, es, por lo tanto, perversa, en tanto que la polarización política y social se retroalimentan, y la búsqueda de diálogo y de soluciones consensuadas se hace cada vez más lejana.

En Catalunya la polarización no ha llegado al extremo de que haya quien crea legítimo el uso de la violencia, pero lo observamos aunque sea a un nivel de intensidad bajo

Un polo intermedio

En nuestro estudio también encontramos, sin embargo, que hay en torno a un 35% de encuestados que no presentan actitudes polarizadas. No tienen estereotipos tan marcados con respecto a los que políticamente no piensan como ellos, y que, visualmente, se sitúan en un punto intermedio entre los dos polos. Este polo intermedio impide hablar de una sociedad extremadamente polarizada, como sería el caso si solo hubiera dos polos que dividieran la sociedad por la mitad (50%-50%), cosa que es una buena noticia desde el punto de vista del análisis de conflictos. Y es que, tal como han explicado investigadores como Joan Maria y Debraj Ray, a mayor polarización social, mayor riesgo de conflicto violento.
En Catalunya este bloque social es clave políticamente, ya que puede ser decisivo a la hora de configurar mayorías electorales, pero también socialmente, ya que puede contribuir a llevar a la sociedad catalana hacia una menor polarización. Este bloque es, sin embargo, el que quizás parece más invisible a la sociedad catalana, el que hace menos ruido y el que, políticamente, parece tener menos peso.
Eso es así, en parte, porque los partidos políticos que podrían representar dicho bloque tienen tendencia a competir por votantes de los otros bloques, y eso les hace perder la capacidad moderadora. Por ejemplo, el PSC de Iceta, al caer en la tentación de confluir con el bloque del statu quo para no perder votantes de aquel espectro ya no es una alternativa creíble para muchos de los votantes del bloque intermedio.

Tres bloques

Hay, pues, tres bloques que dividen a la gente según sus preferencias relativas al eje territorial. Y la posición en cada uno de estos bloques parece tener implicaciones en relación a las actitudes y preferencias afectivas hacia otros ciudadanos. Estos tres bloques son, además, bastante persistentes: en nuestro estudio vemos que no hay prácticamente cambios desde diciembre de 2017 hasta septiembre de 2018, lo cual es muy sorprendente. Así pues, mientras algunos partidos o bloques hablan de ampliar la base, eso no parece nada fácil, ni para los de un bloque ni los del otro; el bloque intermedio se muestra muy resiliente dentro de la dinámica de polarización política, o al menos ha sido así desde diciembre de 2017. Dicho de otro modo, a lo largo de estos meses observamos en nuestras encuestas movimientos poco significativos de gente de este bloque hacia el bloque independentista o hacia el del statu quo.

Consenso por el referéndum

Pero en Catalunya hay también consenso. En nuestros datos constatamos que más del 60% de los encuestados están en contra del encarcelamiento de los políticos y activistas catalanes (eso incluye a una parte no negligible de los votantes favorables al statu quo), y que cerca de un 80% está a favor de un referéndum para resolver el problema territorial (frente a un 20% que considera que un referéndum solo empeoraría la situación, dividiendo todavía más la sociedad catalana).
Un camino potencial para recoser heridas de la sociedad catalana es trabajar desde los espacios de consenso: resaltar los temas que unen más que los que dividen. El dilema es hacerlo ante actores políticos de ámbito estatal que no están en sintonía con dichos espacios de consenso, y que incluso tienen incentivos para eliminarlos (el tema del referéndum, por ejemplo, es directamente intratable para la mayoría de partidos políticos de ámbito estatal).
Dar con la manera de reducir la polarización de la sociedad catalana en base a los grandes temas aglutinadores, ante estas influencias externas, es probablemente uno de los grandes retos que los partidos políticos catalanes tienen ahora mismo.

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