Tech | La aceleración de la digitalización como apuesta y solución para el relanzamiento económico

Es experta en digitalización y gestión de equipos multiculturales. Divulgadora. General Manager de Alastria y Presidenta de la Quantum Blockchain Alliance.

Este es un año complejo e intenso, un viaje apasionante en el que, desde el día a día y el mundo de cada cuál, nos encontramos ante la curva del cambio. Desde la aproximación clásica de las ciencias del comportamiento, el modelo transteórico (1) del cambio habla de seis etapas, que muchos viviremos con el afán de adaptarnos a la nueva realidad.

Globalmente hemos superado ya las dos primeras; empezando por el choque o la negación del cambio, para a continuación volvernos muy críticos con nosotros mismos. Mientras escribo este artículo, creo que es probable que algunos lectores piensen que no hemos ido más allá de estas dos etapas. Si es así, estas líneas están encaminadas a motivarnos a hacerlo, cruzando la siguiente etapa, la que crea la confusión y la duda, para arrancar motores y seguir hacia adelante con motivación y fuerza, desde la convicción de que el cambio ha llegado y entre todos haremos que sea un cambio a mejor.

La digitalización se ha acelerado a todos los niveles, pero digitalizar hoy en día ya no es informatizar; debemos digitalizar utilizando las herramientas de la innovación para el impulso tecnológico

Desde la adaptación y adopción de los resultados del cambio, llegará la hora de plantearnos el futuro: ¿continuaré con mi trabajo? Si lo he perdido, ¿cuál será el nuevo? ¿Cómo me recuperaré? ¿Qué es digitalizarse? ¿Qué herramientas tengo? ¿Cómo puedo ilusionarme de nuevo? Si nos hacemos estas preguntas, vamos por el buen camino. Ahora, el cambio es urgente y es al mismo tiempo fuente de necesidad. Nos permite salir de una zona culturalmente bien extendida y también mal entendida; la zona de confort. Mediante el cambio podremos acelerar el desarrollo personal y profesional en múltiples aspectos. Nos permite trabajar, probar y explorar, convirtiendo riesgos en oportunidades; desde el sentido común y mientras trazamos el nuevo camino, aprendiendo qué es bueno y no tan bueno; primero desde la adaptación, después desde la adopción de aquello que nos permita empezar a volar en la nueva situación.

El cambio nos apremia. Es un espejo muy potente por donde podemos ver nuestra capacidad de resiliencia, entusiasmo y autoconocimiento, así como la relación con nuestro entorno. La pandemia ha puesto a prueba nuestra voluntad de teletrabajar, de educarnos y reeducarnos, de desconectar y reconectar, haciendo un llamamiento a la responsabilidad individual y colectiva. En muchos casos, en estos momentos no podemos cambiar de escenario como quisiéramos, explorar otras regiones y países, con sus hábitats y naturaleza. Adquiere vigencia la reflexión sobre los fines sociales e industriales de la digitalización, así como la capacidad del mundo de las telecomunicaciones y el desarrollo informático para fascinarnos, incluso si nos es un mundo ajeno. Las experiencias de usuario serán mejores o peores, pero en cualquier caso y en el día a día, nuestra dependencia de las herramientas digitales es altísima. La digitalización se ha acelerado a todos los niveles, pero digitalizar hoy en día ya no es informatizar. Ahora, podemos y debemos digitalizar utilizando las herramientas de la innovación para el impulso tecnológico.

El factor humano será una parte fundamental. La industria del ‘IT’ busca programadores, pero cada vez pedirá una formación más funcional y un perfil en el que la ética sea un rasgo diferencial

Más allá de los artilugios informáticos que nos ayuden a automatizar determinadas actividades que realizamos, nos corresponde reflexionar desde un punto de vista holístico: ante todo, sobre las mismas actividades —el quién, el cómo, con quién las hacemos, en qué secuencia y por qué motivo, así como qué intercambio y de qué nos generan. En esta descripción detallada, ya sea individual o con el grupo de trabajo con quienes creamos procesos —es decir, actividades secuenciales de las que esperamos unos resultados— veremos cómo se están intercambiando datos, información y conocimiento que genera valor. Digitalizar es precisamente rehacer la visión sobre qué valor generamos y cómo lo generamos. Cuando lo hacemos, obtenemos una nueva visión sobre este mismo valor. En definitiva, digitalizar es una herramienta para reconstruir modos y hábitos de trabajo, saliendo del “siempre lo hemos hecho así” para acercarnos a los beneficios del cambio, a nuevas descripciones del puesto de trabajo, y finalmente a la generación de nuevas ideas que, ahora sí, podemos poner en acción mediante las nuevas herramientas digitales y el talento humano que las puede adecuar y desarrollar. Con un coste mucho menor de lo que pensábamos, este es un momento magnífico para obtener los beneficios de la innovación en general, y sobre todo de la innovación abierta y disruptiva.

La pandemia no ha puesto en peligro una década prodigiosa para el sector tecnológico. Así lo afirmaba la Confederación alemana de la economía digital, ante la evolución favorable en comparación con otros sectores. Hay buenas perspectivas de creación de puestos de trabajo, debido a inversiones en automatización y en sistemas financieros (BFSI), así como al empuje en digitalización y ciberseguridad. Es un hecho que aquellas empresas que ya estaban preparadas digitalmente, mediante procesos de gestión remota, se han activado fácilmente. Hemos visto herramientas de firma electrónica, de prueba electrónica de hecho respecto a determinados acontecimientos; juicios online, mejoras constantes en el software de teleconferencia y soluciones brillantes de trazabilidad de materiales, de seguridad en la venta online, de elementos de medida del cambio climático, de gestión domótica de edificios de forma remota y segura, de robots autónomos para la distribución de materiales o de limpieza en hospitales y espacios públicos. Las empresas que estaban preparadas han aumentado de forma sensible los beneficios, tal y como destacó un estudio de McKinsey que insistía en que “la recuperación será digital”.

Ante esta recuperación, el factor humano será una parte fundamental. La industria del ‘IT’ busca programadores, pero cada vez pedirá una formación más funcional y un perfil en el que la ética sea un rasgo diferencial, debido a las crecientes implicaciones que tienen para toda la sociedad los desarrollos en microelectrónica, las herramientas de inteligencia artificial, sensores y software del mundo de la internet de las cosas, la búsqueda constante de la universalización en la conectividad remota, la mejora en la comprensión del 5G, así como en las relevantes tecnologías de descentralización, distribución y blockchain. En todos estos sectores, será cada vez más importante que los arquitectos de sistemas, programadores y diseñadores, ingenieras e ingenieros tengan una visión ética del mundo que están construyendo. Así lo afirmaba un proyecto reciente de la Fundación Bertelsmann, dedicado a la “ética de los algoritmos”. Ésta es la clave para que la digitalización sea esa gran oportunidad, el gran motor de creación de puestos de trabajo, de modelos de negocio viables y de una economía digital accesible para todos, en un mundo que se acerque más a los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la ONU. Es un reto social que nos involucra a todos; la gran oportunidad de recuperar un mundo más sostenible, justo y solidario, rico y saludable. Digitalizar no es informatizar, es tomar conciencia de que podemos mejorar de forma ética y transparente cómo gestionamos y administramos datos, información y conocimiento en los trámites y procesos industriales y de comercio.

Cataluña y España son líderes en blockchain, computación cuántica y supercomputación. Podemos utilizar el cambio en la arquitectura digital que suponen las tecnologías descentralizadas y visualizar su convergencia mediante los softwares de inteligencia y de la internet de las cosas. Tenemos el talento para aprovechar sinergias, apoyándonos de forma asociada, apostando fuerte y a todos los niveles para consolidar las expectativas y recuperar terreno rápidamente en el mundo de la conectividad para todos, los datos registrados, seguros y transparentes; la microelectrónica, la investigación aplicada y la rápida transferencia tecnológica.

Ha llegado la hora de aplicar las buenas prácticas de liderazgo colaborativo, en su sentido más puro, generoso y complejo, maximizando fortalezas y gestionando los obstáculos. En el mundo empresarial, es necesario sensibilizar con profundidad acerca de la necesidad y urgencia del cambio, desde el diálogo abierto, honesto y convincente, hablando sobre posibles amenazas y también soluciones. Toca sumar entre todos; adquirir conocimientos, competencias y estrategias en digitalización para proponer, preparar e impulsar los cambios que será necesario implementar.

Con el fin de desarrollar una perspectiva favorable se requiere la energía y actitud emprendedora que nos permita promover, implementar y gestionar los cambios en el entorno, facilitando herramientas que ayuden a todos los actores implicados a asumir y aceptar la “nueva situación” en la que hay que “hacer lo que toca”. Ya lo hicimos en los peores momentos. Ahora, desde la gestión de las etapas del cambio y el conocimiento de las posibilidades de aceleración de la digitalización, desde la fuerza de la voluntad, mediante esfuerzo y talento, tenemos la oportunidad para Europa de avanzar hacia un futuro y un mundo mejores, donde Cataluña y España jueguen un rol relevante y ventajoso.

1 https://fr.wikipedia.org/wiki/Modèle_transthéorique_de_changement

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