Vivir mejor | El futuro es Europa

Geneviève Roy-Lemieux. Experta quebequesa y canadiense en gestión y gobernanza global. Colabora con el Canadian Institute on International Crises. Es profesora asociada en el HEC Montréal y miembro del consejo de la Cité internationale universitaire de Paris. | Adam Casals es experto en geoestrategia y asesor en relaciones internacionales. Trabajó como delegado de la Generalitat en Austria y Europa Central. Ahora es CEO de Casals’ Company y escribe en varios medios de comunicación.

Este verano, Alfonso Vegara y Adolfo Ramírez Escudero publicaban en Expansión que “las ciudades se han convertido en grandes motores de desarrollo económico y social de los países”. Entonces, “¿por qué algunas ciudades despegan y otras quedan atrás?” Según ambos expertos, hay que definir “un proyecto de futuro inteligente”; lograr consensos amplios, saber identificar la propia identidad y sus componentes de excelencia para llegar “a un nivel más alto de prosperidad”. Vergara conoce bien Singapur, uno de los Estados que mejor ha gestionado la Covid-19, a pesar de partir con desventajas iniciales como la alta densidad de población. El World Economic Forum explicó las claves del éxito: para volver a abrir, la metrópoli “ha elegido el camino digital y contactless”. Si ya tenía la reputación de ser una ciudad limpia, ahora ha incrementado los estándares de higiene, siempre apostando por la innovación. Robots de la limpieza que también desinfectan, máquinas y cajeros automáticos que incorporan sensores de proximidad, introducción de elementos de identificación digital mediante apps; todo está pensado para que el usuario no tenga que tocar nada; incluso se ha digitalizado la carta y la forma de pago en los restaurantes.

A pesar de las diferencias entre el modelo asiático y el europeo o americano en la gestión de la pandemia, cada vez se oyen más voces que apuestan por Europa. Mientras se prepara la siguiente tormenta del Brexit, Oxford University Press acaba de publicar un libro de título provocador: “El efecto Bruselas: cómo lo hace la Unión Europea para gobernar el mundo”1. La tesis de Anu Bradford es precisamente que la fuerza de Europa radica en su capacidad de crear un marco regulador común. Mientras defendía la posible fusión de Caixabank y Bankia, anunciando asimismo “la hora de la bicapitalidad” para Madrid y Barcelona, Carlos Sánchez dijo en El Confidencial que los procesos de unificación política “empiezan con la integración económica”, sobre todo cuando ésta tiene lugar “sin sectarismos y desde la cooperación”. El Servicio de Estudios del Parlamento Europeo publica regularmente una serie de informes llamados “¿qué piensan los think-tanks?” Últimamente, está apareciendo un punto nuevo en el orden del día. En palabras de Jordi Amat, mientras planificábamos este número de la rentrée literaire de El Món de Demà; “El futuro es Europa si sabemos reinventarnos y salimos del laberinto en el que nos encontramos”. Desde el European Policy Centre añaden que “Europa puede reforzar su rol en la gestión de las pandemias mundiales” si pasamos “de la reacción a la acción”. En el European Council on Foreign Relations hablan de “construir la Europa geopolítica” y manejar su gran motor. Si lo hacemos bien, el potencial es inmenso. Así lo ha resumido Max Bergmann en Foreign Affairs: “La pandemia está despertando a un gigante dormido”, cuyo éxito mucho tiene que ver con la gestión de la complejidad.

A escala global y en este contexto, el Sistema de las Naciones Unidas (ONU) y en particular, la Organización Mundial de la Salud (OMS) han puesto de manifiesto los retos y paradojas en esta gestión compleja. Por un lado, el mundo entero necesita más que nunca una OMS fuerte que goce de suficiente legitimidad para asumir el liderazgo, asegurar la coordinación de acciones que deben ser imperativamente concertadas a nivel global, así como el seguimiento de la implantación de estas acciones por parte de los Estados. Por otra parte, los Estados, que son los principales financiadores y tomadores de decisiones de la ONU y la OMS, deben valorar la relación entre las consultas globales y la salvaguarda de los intereses nacionales o incluso locales.

Ningún país puede salir adelante él solo. Quienes lo están haciendo mejor mostraron una mayor empatía y voluntad de buscar consensos desde la cooperación

A pesar de la disparidad de grados de complejidad, la situación es análoga en la Unión Europea, o también en Estados Federales como Canadá, respecto a las provincias federadas como Quebec; así como en la España de las Autonomías. Con todo, hay coincidencias en las propuestas a nivel internacional: en primer lugar, el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas; en segundo lugar, la capacidad de aprender a partir de la experiencia acumulada, aunque adaptando la dirección de crisis a la dinámica de evolución de la realidad. Está también la gestión política; la eficiencia en la planificación, implantación y postevaluación de los efectos del Covid-19, así como la adecuación del sistema de salud pública existente a las necesidades específicas de ésta y futuras pandemias.

Mientras hacemos frente a la segunda ola, llega el momento de aprender las lecciones que nos permitan construir resiliencias a escala global y prepararnos para el futuro. Habrá que aplicarlas desde un espíritu de transversalidad, flexibilidad y agilidad, teniendo en cuenta que algunos cambios serán irreversibles. En palabras del Secretario General de la ONU, António Guterres, la Covid-19 constituye una “llamada a una mayor cooperación multilateral”.

Estamos ante una oportunidad de oro para crear nuevos paradigmas más saludables y sostenibles

Ningún país puede salir adelante él solo. Quienes lo están haciendo mejor mostraron una mayor empatía y voluntad de buscar consensos desde la cooperación. Fareed Zakaria hablaba en CNN de los liderazgos femeninos de éxito, citando los ejemplos de mandatarias como Jacinda Adern (Nueva Zelanda), Angela Merkel (Alemania), Katrin Jakobsdottir (Islandia) y Sanna Marin (Finlandia). También desde la voluntad de consenso y cooperación, Europa ha puesto en marcha una serie de mecanismos que garantizan la solvencia del euro, del sistema financiero y de la economía, desde el principio de la solidaridad que permitirá, por primera vez, la existencia de deuda mancomunada en el marco de los Fondos de la UE para el Relanzamiento, de los que España será un beneficiario principal.

Cuando empezó la crisis de los refugiados, hace cinco años, Merkel pronunció su famoso “Wir schaffen das!”, “¡Vamos a salir de ésta!” Europa lo consiguió entonces y ahora lo volveremos a conseguir. En palabras del Primer Ministro francés, Emmanuel Macron, “no se sacrificará a toda una generación”. Nos encontramos ante una oportunidad de oro para crear nuevos paradigmas más saludables y sostenibles, inspirándonos en valores beneficiosos para nuestras sociedades, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Así como el Quebec juega un rol trascendental en Canadá, Cataluña está llamada a jugar un rol central en España y en Europa, desde el espíritu emprendedor e innovador que siempre la ha caracterizado, desde la búsqueda de nuevos paradigmas.

Mientras se cerraban en Bruselas los flecos del acuerdo de los Fondos europeos para el Relanzamiento, el Ministro francés del ramo, Bruno Le Maire, advertía (2) que lo que está en juego es “si en el siglo XXI, entre China y los Estados Unidos existirá aún Europa, o no”. En el Handelsblatt, Bert Rürup y Axel Schrinner defendían un reforzamiento de las instituciones europeas en el marco de la coronacrisis, que “si se implementa de forma sostenible” acabará fortaleciendo la cohesión europea. “A las dos superpotencias no les quedaría otra opción que aceptar a Europa como un tercer jugador en la mesa de negociaciones de la nueva normalidad”. De lo contrario, el Brexit no será más que un prolegómeno, y la UE acabará desintegrándose en la temida Kleinstaaterei, la Europa dividida en estados pequeños e irrelevantes respecto al mundo globalizado.

El premio Nobel ruso-belga, Ilya Prigogine, se refirió en su día al efecto mariposa. “No se trata de un efecto secundario desagradable de la no linealidad”. Más bien, el caos es un requisito previo esencial para que sucedan cosas nuevas. “La evolución debe ser inestable, debe tener mecanismos que sean capaces de convertir determinados eventos en el punto de partida de un nuevo desarrollo, de una nueva coherencia global”. Rürup y Schrinner se acordaron mientras pensaban en la pandemia. “Quizás se trate de una de estas ocasiones, al menos en cuanto al desarrollo de la economía mundial”. Bergmann añadiría que, si todo va bien, Europa puede terminar ayudando a fortalecer y definir un nuevo orden global. La clave serán los componentes de excelencia, que permitan llegar “a niveles más altos de prosperidad”.

1 The Brussels Effect. How the European Union Rules The World. Anu Bradford, Oxford University Press, 2020.

2 Entrevista a Bruno Le Maire en BFM TV. Emisión en directo, programa matinal, 20.7.2020

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