Ahora es mañana

Analista de políticas públicas en el Centro de Investigación e Innovación Educativa de la Dirección de Educación y Competencias de la OCDE. Coautor del informe "Trends Shaping Education 2019"

Pensar la educación en clave de futuro a partir de las transformaciones económicas, demográficas, sociales y tecnológicas en curso es necesario ahora para prepararnos de cara a lo que vendrá mañana. En primer lugar, la educación tiene que dar respuesta a estas tendencias, sea el cambio climático, la robotización u otras, para poder seguir acompañando con éxito el desarrollo de las personas en los ámbitos de la vida, la capacitación profesional y ciudadana. En segundo lugar, pensar la educación estratégicamente es pensar cómo podemos influir en estas tendencias. La educación es el instrumento colectivo más potente que tenemos para dar forma al futuro y así proporcionar las habilidades y competencias necesarias para operar e influir en el mundo que viene: más complejo, más incierto, más volátil, pero pleno de oportunidades.
Repasemos a continuación algunas de estas tendencias y de las preguntas que surgen respecto al futuro de la educación.

Interdependencia y movilidad en el mundo global. Las redes de negocio y comercio transnacionales son una realidad consolidada. Con más y mejores formas de transporte, la movilidad transfronteriza crece y evoluciona hacia patrones más dinámicos y circulares. El surgimiento de grandes economías como la india y la china ha cambiado el equilibrio del poder económico mundial, y el crecimiento económico ha permitido a muchas personas salir de la pobreza e ingresar en la clase mediana global. ¿Cómo asegurar el retorno de la inversión educativa en un mercado global con una alta movilidad del talento? ¿Qué competencias y valores son necesarios en este contexto global? ¿Todo el mundo tiene acceso?

Crecimiento y sostenibilidad en tiempo de cambio acelerado. El crecimiento mundial, incluido el demográfico, comporta también niveles de consumo crecientes y un uso insostenible de los recursos, así como el estancamiento de las condiciones de vida de cuantos resultan perjudicados por la reorganización de la producción en cadenas de valor globales. Todo esto sucede en un contexto de cambio climático y de transformación tecnológica acelerada, donde la innovación y la creatividad desempeñan un papel central en la creación y captura de valor. ¿Qué visión tenemos para un mundo más respetuoso con el medio ambiente y cómo determinará nuestras opciones de vida y formación profesional? ¿Qué papel desempeñan las humanidades y las artes en la innovación? ¿Cómo asegurar el papel de los poderes públicos dentro de los ecosistemas innovadores en un contexto de recursos menguantes?

La educación nos capacita para cuidar de nosotros mismos y de los demás, y es un elemento esencial para la vida en común

Complejidad y deliberación a la sociedad red. El cambio tecnológico viene marcado por la revolución digital. Hoy es posible comunicarse con el mundo mediante el teléfono, acceder a bienes y servicios infrautilizados o emprender un negocio por internet. En nuestros días, pequeñas acciones locales pueden despertar fenómenos globales. Con todo, sufrimos una sobrecarga informativa. Todo es inmediato y es difícil distinguir lo relevante. Unos algoritmos opacos determinan nuestras opciones y las falsedades y burbujas digitales reducen el acceso a opiniones diversas y fundamentadas. ¿Cómo podemos formar, incluso revisar nuestros puntos de vista en este contexto? ¿Qué competencias necesitamos (en el mundo real y virtual) para la economía y la política del porvenir?

Democracia, desigualdad y cohesión social. La desigualdad, también en los usos y actitudes digitales, determina la calidad de nuestra democracia y vida en común. La educación es para algunos la oportunidad de construir competencias y relaciones sociales determinantes, mientras que otros acumulan certificaciones sin esquivar contextos de precariedad. A todo esto, la participación cívica tiene un sesgo importante por nivel educativo y económico, como lo tienen los usos y la creación de contenido digital de naturaleza política. La educación puede contribuir a formar ciudadanos virtuosos, pero ¿qué virtudes necesitamos? ¿Cómo distribuimos los recursos a través de las diversas etapas educativas? ¿Hasta dónde podemos exigir la participación de las familias (económica o en la toma de decisiones) en la educación? ¿Cómo nivelar usos, competencia y actitudes hacia la tecnología para asegurar que todos nos beneficiemos de sus ventajas?

Diversidad, inclusión y alteridad. La capacidad de comunicarse con los otros es una cuestión clave en toda sociedad, pero quizás lo sea más en un contexto social de creciente mezcla de identidades (lingüísticas, religiosas, de género, etc.). ¿Qué nos hace falta para apoyar a los profesionales para que ofrezcan una mejor cobertura a las necesidades diversas de los estudiantes? ¿Y en la lucha contra los estereotipos machistas (en el juego de los niños, por ejemplo)? ¿Cómo podemos emprender una educación sexual que aborde sistemáticamente las relaciones personales y la diversidad sexual y de género más allá de elementos fisiológicos como en otros países?

Salud, envejecimiento y participación activa. Envejecemos, pero con buena salud (no todos, la desigualdad también hace estragos aquí). El aumento de la esperanza y calidad de vida implican más tiempo libre, un segmento de población creciente con una mayor intensidad y frecuencia en el consumo de determinados bienes y servicios (sociosanitarios, recreativos, etc.) y, también, la prolongación de la vida laboral. ¿Qué puede aportar la educación para apoyar a los individuos en relación con las decisiones, individuales y colectivas, que determinan su salud? ¿Y las finanzas? ¿Cómo tiene que ser la educación en el ocio y qué implicaciones tiene para las escuelas y las familias? ¿Podemos planificar mejor para asegurar que los maestros que lo deseen no hallen obstáculos en la prolongación de su carrera profesional? Y los otros adultos grandes, ¿pueden desempeñar una función en la escuela?

El futuro es ahora. El futuro no existe; antes bien, es una proyección, un diálogo que sucede en el presente. Definir la escuela que necesitamos para el mañana requiere respuestas a estas y otras cuestiones desde ahora mismo. En un mundo complejo, una respuesta efectiva puede implicar la reorganización de entornos y relaciones enseñanza-aprendizaje. En un mundo de transformación acelerada, la actuación será tanto sobre la educación básica como el aprendizaje permanente. La educación a forma a nuestra visión del mundo. Como mecanismo de acción colectiva, nos capacita para cuidar de nosotros mismos y de los otros, y se vuelve un elemento esencial para la vida en común. Pensar la educación en clave de futuro no es, pues, ni una tarea menor ni una tarea que estemos en condiciones de posponer.

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