Atraer talento a las administraciones públicas: un problema no, dos

Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración, Máster en gestión Pública y Máster en dirección Pública. Profesional de la administración pública, colaborador académico de EsadeGov y editor de PUBLIC. Ha sido presidente de la Asociación Catalana de Gestión Pública (2011-2017).

-Buenos días, tengo un problema.

-Pues espere, que ahora tendrá otro peor (y es su culpa).

Porque el problema de nuestras administraciones públicas no es -sólo ni principalmente- su dificultad para atraer talento; es que, una vez incorporado este talento, buena parte del tiempo, se desperdicia. [1]

Ciertamente hay que actualizar los sistemas de acceso y los marcos de trabajo para hacerlos más adecuados a los perfiles que se necesitan. Las oposiciones son un excelente instrumento para medir algo que, a día de hoy, no tiene ningún sentido medir: la capacidad para (y la disposición a) pasar largos periodos memorizando información. Por otra parte, ha sido necesaria una pandemia que se empiece a aceptar que se puede trabajar sin estar pegado a una silla determinada. [2]

El problema es que los partidos tienden a ver la estructura directiva de las administraciones no como una herramienta para desarrollar su programa de gobierno sino como un botín a repartir

¿Pero, de qué sirve mejorar estos elementos (que bienvenido sería) si una vez dentro, a estas personas brillantes y motivadas, los cambiamos cada cuatro años (con suerte), de golpe, toda la estructura directiva profesional de la que dependen y todos los proyectos que tienen entre manos?

¿De qué sirve disponer de un gran potencial si seis meses antes de este cambio se les frena (porque hay que ver qué pasará), si hasta seis meses después hay que esperar (para ver cómo queda todo), si el siguiente año se lo pasan diseñando nuevos proyectos (que los antiguos no valen, por definición), y si el resto del ciclo están frustrados porque no se avanza suficientemente rápido y quedará mucha tarea a medias?

¿Qué gran organización del ámbito privado aguantaría algo así?

-¿Entonces, me está diciendo que el problema son las elecciones, la democracia?

-De ninguna manera!

El problema es que los partidos -imprescindibles y beneficiosos en muchos otros aspectos- tienden a ver la estructura directiva de las administraciones no como una herramienta para desarrollar su programa de gobierno (priorizando la capacidad profesional en la elección de las personas titulares de estas responsabilidades) sino como un botín a repartir (priorizando la confianza política).

-Bueno, ¿Pero no esperará que el partido que gana las elecciones y forma gobierno mantenga directivos del partido contrario?

-No lo espero. Espero que las personas con responsabilidades directivas que encuentre el nuevo gobierno no lo estén por ser de un partido, sino por su valía profesional y por los resultados obtenidos en su gestión.

– ¡Ah, tecnocracia! El «Sí, Ministro». Funcionarios intocables que manejan el cotarro independientemente del gobierno de turno …

No nos escandalizamos cuando vemos que se nombra a alguien, por un cargo no político, por el hecho de tener un carnet; la cultura política y los valores sociales aún lo encuentran natural

-Pues tampoco. Una dirección pública profesional abierta (a internos y externos), donde se nombra por razón de capacidad y se mantiene o se cesa en base a una evaluación periódica de objetivos-resultados de política pública, de forma transparente, motivada y desvinculada de los ciclos electorales.

-Uf! Esto es muy complicado.

-No debe serlo tanto, porque varios países han desarrollado sistemas en esta línea y hace años que circulan propuestas de Estatuto de la Dirección Pública Profesional de Cataluña (de académicos, de entidades e incluso del Gobierno). [3]

-¿Entonces, por qué no se hace?

-Llegamos al cabo de la calle: no se hace porque usted no quiere.

Porque, a pesar de que remugue y explique chistes sobre «los funcionarios», no está interesado en reclamarlo. Porque no se escandaliza cuando ve que se nombra a alguien, para un cargo no político, por el hecho de tener un carnet. Porque la cultura política y los valores sociales dominantes aún lo encuentran natural. Como hasta hace poco encontraban normales otras formas de corrupción; ahora ya no toleradas.

Y cerramos el círculo. Hasta que esto no cambie, la atracción de talento a los niveles directivos -no sólo a los técnicos y administrativos- también estará limitada. Porque si el nombramiento es por libre designación política, sin ningún tipo de filtro ni un marco legal específico, la persona que asume la responsabilidad queda -quiera o no quiera, con razón o sin ella- vinculada al partido que lo ha nombrado. Y ese es un factor disuasivo para determinados perfiles, más allá de la retribución (que en este segmento tiende a ser inferior que en el ámbito privado) o del duro régimen de incompatibilidades.

Tenemos pues dos problemas: atraer talento y poder aprovecharlo. Pero la buena noticia -¡de vez en cuando hay!- es que también tenemos el conocimiento académico y la experiencia profesional para resolverlos. Sabemos cómo hacerlo; o al menos como intentar hacerlo.

Confiamos en que, en el mundo de mañana, seremos bastante exigentes para con un sector que constituye el principal instrumento de nuestra acción colectiva (y que ronda el 40% del PIB) como para impulsar las acciones necesarias.

[1] Fòrum d’Entitats per la Reforma de l’Administració · FERA (2013), Per la reforma de l’Administració: fera.cat

[2] Diversos autors (2020), Per un sector públic capaç de liderar la recuperació: esadepublic.esade.edu

[3] Associació Catalana de Gestió Pública · ACGP (2012), proposta d’Estatut de la Direcció Pública Professional de Catalunya: fera.cat

¿Te ha gustado este articulo? Compartir