Ganar al miedo y recuperar el futuro

Conseller de Treball, Afers Socials i Famílies. Fue secretario de organización y portavoz nacional de Avalot-Joves de la UGT y miembro del Comitè Nacional i del Consell Nacional de la UGT. Es licenciado en Sociología per la Universitat Autònoma de Barcelona.

La crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha tenido un gran impacto en todo el mundo y consecuencias brutales para las personas. Sus efectos nos han obligado a actuar rápidamente y a tomar decisiones de emergencia ante una situación inesperada. La reacción de la sociedad catalana para hacer frente a esta pandemia ha implicado, pues, cambios importantes en nuestra cotidianidad. De repente los niños y los jóvenes han dejado de ir a la escuela para encerrarse en casa con la familia; la actividad económica se ha detenido de una manera impensable hace unos meses; la utilización de mascarillas y guantes se ha convertido en algo habitual, y por todas partes se vela para mantener las distancias de seguridad como método de prevención.

Ahora, Occidente está ante una crisis enorme provocada por la aparición de un virus, el SARS-CoV-2, y sufre las consecuencias en su propia piel. Pero en África o en los países tropicales, por ejemplo, una situación de este tipo no es nueva. El virus del Ébola, el dengue u otras enfermedades infecciosas hacen estragos en estos lugares y tienen un gran impacto en términos de salud que, a veces, desde las comodidades de los países desarrollados, vemos como algo ajeno y lejano.

En cualquier caso, lo que vivimos hoy nos hace constatar que la sensación de seguridad y control sobre el mundo que predominaba en nuestro país se ha roto y se ha sustituido por una percepción de fragilidad. Ahora somos conscientes de nuestra vulnerabilidad. Como escribía Albert Camus, «la plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar». Seguramente estamos en este momento coyuntural, y nos decimos a nosotros mismos que eso pasará, que todo irá bien. Y será así, pero quizá este momento nos debería servir para parar y pensar y repensar lo que damos por descontado. El mundo, el país, la sociedad y la vida que damos por descontados.

¿Nos habíamos creído que con la ciencia habíamos ganado definitivamente la naturaleza? ¿Y que sería eterno el sistema económico que habíamos creado, pensando que los recursos eran ilimitados? ¿Y podíamos ir consumiendo cada vez más, sin tener en cuenta el impacto sobre el medio ambiente.

Repensar la vida para construir una sociedad más justa

Esta crisis nos tendría que servir, sobre todo, para aprender a revisar nuestra manera de hacer y vivir. Para tomar conciencia de la vulnerabilidad personal y colectiva de nuestro mundo y de la necesidad de transformar el modelo de crecimiento económico constante en la que estamos inmersos, para detenernos a pensar individual y colectivamente. Hay varias cuestiones que me gustaría compartir como punto de partida de esta reflexión.

El primer punto es que esta crisis ha evidenciado más que nunca la necesidad de reforzar y mantener los vínculos sociales que nos hacen ser comunidad. La ayuda mutua, la red de relaciones sociales más próximas, se ha vuelto imprescindible para garantizar la cohesión. La pregunta que me formulo es: ¿concedemos bastante valor a la comunidad?

Es necesario encarar el debate de las políticas dirigidas a las personas mayores, especialmente después de la situación vivida durante esta crisis en las residencias de nuestro país. La reflexión y la estrategia para fortalecer el ámbito residencial serán puntos clave.

El segundo aspecto para destacar es que ahora han quedado al descubierto la complejidad y la interdependencia de los elementos que forman parte de nuestro sistema y nos permiten vivir como lo hacemos. Que la educación, la sanidad, los servicios sociales y las redes de abastecimiento de alimentos funcionen es algo imprescindible para mantener nuestra normalidad. ¿Tenemos suficientemente presente dicha complejidad e interdependencia en nuestro día a día?

Y eso me lleva al tercer punto. Hemos tomado conciencia del papel clave de muchos trabajos a los que no dábamos la importancia que merecían. El personal del ámbito de los servicios sociales y del trabajo. Las profesionales del sistema sanitario y, especialmente, las figuras de las auxiliares o las personas que se dedican a la limpieza. Las trabajadoras y trabajadores que conducen los vehículos que nos mueven cada día. Las personas que velan por tener aprovisionada y operativa la red que permite tener alimentos en casa. ¿Damos reconocimiento suficiente a todos los trabajos que nos garantizan la vida que tenemos?

La cuarta reflexión que querría compartir es la conciencia de nuestra capacidad de reacción como sociedad ante una crisis como esta. Hemos sido capaces de dar una respuesta rápida a nuevas necesidades y a utilizar el ingenio y el esfuerzo por dar respuesta a las penalidades. Necesitamos esta conciencia y ser capaces de mantenerla en el tiempo. Tenemos que creer en nuestras capacidades para transformar y mejorar el mundo.

Alguien dijo que de una pregunta, como mínimo, salen dos preguntas más. Y en este momento hay muchas que podrían ocurrírsenos, pero, seguramente, las podríamos resumir en una global. ¿Cuál es la mejor sociedad que podremos y querremos construir a partir de ahora?

Hace mucho tiempo que, como sociedad, nos hacemos esta pregunta. Se la plantearon personas como Tomás Moro o Tommasso Campanella, y mucho antes ya se lo habían hecho filósofos griegos y otros. Hay que vigilar, sin embargo, que la respuesta no se convierta en una trampa o, e incluso, en la excusa para justificar el totalitarismo. La pérdida de derechos y libertades no es el camino que queremos los republicanos de izquierdas. Imaginar una sociedad mejor debe partir de la realidad que tenemos, y este cambio lo tenemos que hacer posible con la política compartida, conjunta, concertada que tendremos que hacer.

Derechos sociales y empleo

Estamos gestionando la emergencia, pero al mismo tiempo hacen falta acciones de futuro en el ámbito de los derechos sociales y el empleo. Como respuesta a las cuestiones que he planteado y otras que puedan surgir, además de tener en cuenta que no partimos de cero, querría señalar que deben diferenciarse dos momentos: el presente, que requiere acción inmediata, y el futuro, que pide acción y una dosis de reflexión mayor.

Para el presente tenemos que responder con medidas concretas que se enfrenten a la situación del ahora. Por eso, desde el Departament de Treball, Afers Socials i Famílies estamos definiendo las actuaciones que implementaremos a corto plazo; un plan de acciones efectivo que sitúa el foco en las personas y que pone a disposición todos los recursos posibles para llevarlo a cabo. En el ámbito de Trabajo pondremos en marcha un plan de choque de apoyo para las personas y para la reactivación económica. Serán medidas de apoyo a la contratación de personas dirigidas a los entes locales y las empresas; medidas de refuerzo a los actores que tienen que contribuir a la reactivación económica del país, y acciones de impulso para las personas que se encuentran en situaciones laboralmente vulnerables.

En el ámbito de Asuntos Sociales y Familias también implementaremos un plan de choque de medidas sociales. En primer lugar, se prevé dar el apoyo necesario a las personas vulnerables, ofrecer acompañamiento a las familias e impulsar la coordinación entre todos los actores del Sistema Català de Serveis Socials para aprovechar toda su potencia y capacidad de llegar al número máximo de ciudadanos. En segundo lugar, estamos trabajando con una mirada larga para contribuir a definir los escenarios deseables del futuro a partir del aprendizaje que hemos hecho de esta crisis. Hemos aprendido a gestionar desde la rapidez, desde la escucha, desde el trabajo compartido.

Por eso, y al preverse un importante impacto de esta crisis en la actividad económica y en el paro, habrá que reforzar las políticas de desarrollo económico y de creación de empleo de calidad. Unas políticas que se tendrán que realizar concertadamente, con el acuerdo de todos los actores y de la comunidad. Unas políticas diseñadas y ejecutadas cerca de la realidad que se quiere mejorar, enraizadas a la gente y al territorio. Un nuevo modelo que quiere ser más eficiente en las respuestas a las necesidades de la ciudadanía y del tejido productivo. Para hacerlo, disponemos del nuevo Decret de concertació territorial del Servei Públic d’Ocupació de Catalunya (SOC). Con este instrumento queremos reforzar el papel de las administraciones locales, de los agentes sociales y económicos y de otros actores relevantes para el desarrollo socioeconómico territorial en el diseño y el despliegue de las políticas de empleo, para adaptarlas a la realidad de cada ámbito geográfico y hacerlas más efectivas y útiles a las necesidades de la gente.

El efecto del coronavirus generará secuelas entre los colectivos más desfavorecidos, serán quienes sufrirán las consecuencias especialmente. Esta realidad nos lleva a plantear políticas que den respuestas más focalizadas y eficaces con el objetivo de alcanzar la equidad. En este sentido, estamos trabajando para diseñar políticas que inciden más localmente y para fortalecer el sistema de servicios sociales. Disponemos para hacerlo de una herramienta muy potente: el Pla estratègic de serveis socials. Con este instrumento queremos promover, prevenir y proteger los vínculos con la comunidad y, al mismo tiempo, ofrecer a todas las personas el cuidado y los apoyos necesarios para que se empoderen y sean autónomas en el desarrollo de su proyecto de vida, y en la integración y vinculación en su entorno familiar comunitario.

En este ámbito hará falta que afrontemos el debate de las políticas dirigidas a las personas mayores, especialmente después de la situación vivida durante esta crisis en las residencias de nuestro país. La reflexión y la estrategia para fortalecer el ámbito residencial serán puntos clave. Sin embargo, al mismo tiempo, tendremos que priorizar varios programas de atención a las personas mayores que fomenten la autonomía personal, el envejecimiento activo en el propio domicilio, el entorno familiar y comunitario, la participación y el empoderamiento de las personas mayores, la lucha contra la soledad no deseada y las mejoras de los servicios sociales de la red de utilización pública.

Aprender de la crisis para ganar un futuro mejor

En esta mirada larga tenemos que incorporar el aprendizaje adquirido en este momento de sufrimiento y miedo. Hemos podido comprobar que hay que recuperar la vieja estrategia de la cooperación, buscar soluciones entre todos, con la comunidad, para mejorar individual y colectivamente. Hemos podido entender que hace falta una sociedad que progrese y alcance el bienestar respetando la vida de las personas y del planeta en el que vivimos. Desde este respeto no podemos dejar a nadie atrás, sobre todo a los más vulnerables. Y tenemos que crecer de una manera sostenible. Es el momento de buscar alternativas a un sistema económico que nos obliga a acumular bienes que podrían no ser necesarios.

Hará falta que pongamos en valor las aportaciones de todos los miembros de nuestra sociedad para la prosperidad compartida, y por eso es necesario que trabajemos por un mundo laboral que dé oportunidades y bienestar. En definitiva, tendremos que trabajar para que el mundo que vendrá después de la crisis del coronavirus nos ofrezca más libertad, más cohesión social y más igualdad de oportunidades en un marco de prosperidad compartida. Ahora, pues, nos hace falta ganar el miedo, gestionar la emergencia y recuperar el futuro.

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