La innovación como polo de atracción de la juventud
Como joven catalana y estudiante, mi impresión es que hay un gap enorme entre las grandes oportunidades que los jóvenes tenemos a nivel académico y las que tendremos en el ámbito laboral. Es cierto que en Cataluña hay propuestas formativas excelentes como las becas de bachillerato CiMs-CELLEX o el programa universitario CFIS para potenciar el talento de los más jóvenes en el ámbito de las ciencias y las matemáticas, pero la realidad es tozuda y muchos de nosotros sentimos que el talento joven no se valora suficientemente.
Pueden surgir iniciativas si se las potencia; solo hay que apostar por ellas
Desde hace diez años, iniciativas como las becas CiMs han permitido a 24 alumnos catalanes cursar el Bachillerato Internacional en centros de prestigio y disfrutar de experiencias de investigación internacionales, que habrían sido inaccesibles de otro modo. Este proyecto es una de las iniciativas de la fundación CELLEX, fundada por el Dr. Pere Mir, en 2002, quien era muy consciente de la importancia de una buena formación de los jóvenes. En esta misma línea, como dice mi padre, según un proverbio chino: «Regala pescado a un hombre y lo alimentarás un día, enséñale como pescar y se alimentará toda su vida». De hecho, fue gracias a la confianza y a la apuesta por el talento joven que hizo la fundación CELLEX, que proyectos de gran relevancia internacional como el IFCO y el Instituto de Oncología de la Vall d’Hebron vieron la luz. Otro ejemplo de los buenos resultados, en este caso a nivel universitario, es el CFIS. Es un centro de excelencia de la UPC, donde alumnos pueden seguir estudios interdisciplinarios cursando dos titulaciones oficiales en el ámbito de las matemáticas, la física y las ingenierías. Lo hacen siguiendo un plan de estudios muy intensivo. Yo he tenido la suerte de participar en este programa, estudiando Ingeniería Física y Telecomunicaciones.
Estos ejemplos son solo una muestra de la excelente materia prima que tiene Cataluña. Del talento que poseen las generaciones que vienen desde abajo. Pueden surgir iniciativas si se las potencia; solo hay que apostar por ellas. Y es que, a pesar de la magnífica noticia que supone contar con las becas CiMs-CELLEX o el CIFS, estas solo representan una minoría privilegiada de 20-40 alumnos.
El problema aparece cuando, con las mismas expectativas, nos enfrentamos al mundo laboral. En mi caso, buscando lugares para hacer prácticas de verano, he tenido la sensación de que las oportunidades que hay fuera son mucho más interesantes y variadas que aquí. Parece que, en países como Alemania, Inglaterra, o Estados Unidos se valora mucho más la investigación científica y las aportaciones que podemos hacer los estudiantes de Ingeniería o Matemáticas. Quizás es simplemente un problema de visibilidad o de marketing. En el mismo Campus Norte de la UPC, a pocos metros de nuestras clases, se fabrican algunos de los microchips que lleva el Rober de Marte, para medir el viento, entre otros. Este es un buen ejemplo de que hay proyectos de investigación con impacto y relevancia aquí mismo, pero parece que nadie hace publicidad ni lo valora fuera del ámbito universitario.
Tengo la impresión de que a nivel global se aprecian mucho más los proyectos científicos. Entiendo que no tenemos los mismos recursos, pero desde mi punto de vista el problema es sobre todo social: no se concede a los científicos ni a la investigación el reconocimiento que merecen.
Es comprensible prescindir de los jóvenes, porque la legislación dificulta mucho despedir gente con antigüedad y deja los jóvenes en posiciones más débiles, pero las empresas no se dan cuenta de cuán necesario es tener gente joven a sus equipos
Es por eso que son tan necesarios proyectos como el del Dr. Pere Mir. No solo nos sitúan en el mapa a nivel internacional, sino que también atraen talento externo y consiguen que nuestro talento no se vaya. A menudo recuerdo lo que nos decía uno de los impulsores del programa CiMs-CELLEX, el Sr. Josep Grané cuando empezamos el bachillerato: el gran problema que existe es que el talento es una minoría mientras que la sociedad se centra en favorecer las mayorías. Ahora lo entiendo mucho mejor que cuando nos lo decía hace cinco años: mientras no se consiga que la investigación sea relevante para la mayoría, es muy difícil que la investigación se priorice. Quizás una de las conclusiones que sacaremos de la COVID es el impacto que puede tener un grupo de investigadores en un laboratorio remoto que trabajan por el bien común.
En cuanto al mundo empresarial, parece que la situación tampoco es muy favorable. Como consecuencia de la pandemia muchos de mis compañeros en prácticas han sido despedidos. Entiendo que tal vez era inevitable, pero denota la tónica general y es que en muchas empresas se nos considera poco relevantes. Ciertamente, es comprensible prescindir de los jóvenes, porque la legislación dificulta mucho despedir gente con antigüedad y deja los jóvenes en posiciones más débiles, pero las empresas no se dan cuenta de cuán necesario es tener gente joven a sus equipos.
Incorporar jóvenes puede contribuir a enriquecer los proyectos con ideas diferentes. Considerando la buena formación que hemos recibido y los conocimientos más punteros, somos innovadores y estamos al día en áreas como la ciencia y la tecnología que evolucionan muy rápido. Además, mi generación tiene dos ventajas adicionales. Por un lado, hemos nacido en el mundo digital y, por otro, damos al cambio climático la importancia que tiene porque somos plenamente conscientes de que no hay una alternativa y que ya no podemos posponer más la solución.
Es evidente que se ha producido un cambio generacional importante: los jóvenes que nos incorporamos ahora al mercado laboral tenemos nuevas preocupaciones y una educación más humanista
Nuestra prioridad debería ser aumentar el reconocimiento de la investigación científica y ofrecer buenas salidas profesionales en Cataluña para que el talento no se vaya. ¿Pero cómo?
Es evidente que se ha producido un cambio generacional importante: los jóvenes que nos incorporamos ahora al mercado laboral tenemos nuevas preocupaciones y una educación más humanista. El objetivo ya no es solo trabajar por un sueldo o para sobrevivir. Ahora queremos producir impacto. Me gustaría trabajar en un lugar con grandes objetivos a nivel global, que piensen y nos hagan pensar más allá. Creo que todos consideramos importante que las empresas y organizaciones diversas escuchen nuestra opinión, que crean que tenemos ideas interesantes y que podemos liderar proyectos con un impacto real.
Podríamos centrarnos en liderar una revolución sostenible para situar Cataluña como referente ‘verde’. Focalizar nuestros esfuerzos en replantear absolutamente todo lo que hacemos: pensar cómo y por qué hacemos las cosas en búsqueda de estrategias más sostenibles y opciones verdes. Estas iniciativas darían pie a muchos proyectos de investigación y generarían puestos de trabajo que probablemente todavía no existen. Todo el mundo sabe que es importante revertir el cambio climático, pero la mayoría lo considera un problema ajeno. Entiendo que supone una gran inversión inicial, pero, sin duda, será muy positivo y generará muchos beneficios a largo plazo. Es una crisis que se nos está echando encima y tenemos que actuar cuanto antes. Especialmente, porque tenemos la oportunidad de llevar la iniciativa, de ser un referente, en lugar de esperar que sea inevitable. Con proyectos como estos sería mucho más fácil atraer o retener los jóvenes. Solo hay que darles una oportunidad y confiar en el talento que tenemos en casa.