La Salud Mental a la salida de la pandemia

Metgessa psiquiatra. Exerceix des del 2008 de Cap del Servei de Psiquiatria Infantil i Juvenil de la Fundació Althaia. Actualment Cap de la Divisió de Salut Mental d’Althaia. És coordinadora del Postgrau en Malaltia Mental i Alteracions de Conducta en Discapacitat Intel·lectual de la UVIC i professora del Màster de Psicopatologia Infantil i Juvenil de la UAB. També és Vicepresidenta de la Societat Catalana de Psiquiatria Infantil i Juvenil.

Desde hace más de un año nuestra sociedad, de forma global, se ha encontrado inmersa en una crisis sanitaria sin precedentes en el mundo tal como lo conocemos actualmente.

La epidemia causada por el SARS-COV2 ha tenido un impacto muy remarcable en la forma en que vivimos, tanto en lo relativo a aspectos relacionados directamente con la salud de las personas como en aspectos sociales que tienen un gran impacto en el bienestar de la población, como el confinamiento, el hecho de no poder asistir a clases, el distanciamiento de las personas más cercanas, la pérdida de trabajo, la incertidumbre sobre el futuro…

Todos estos factores han supuesto un aumento del estrés en la población general y en grupos considerados de riesgo, desencadenando reacciones de ansiedad y depresivas a corto plazo, aumento de trastornos mentales ya existentes y generación de nuevos casos a corto y medio plazo (Brooks, 2020). En situaciones de conflicto o crisis, los estudios prevén un aumento de la sintomatología adaptativa y relacionada con la salud mental (Van Ommeren 2005). La situación actual, sin embargo, no tiene precedentes en nuestro entorno, por su magnitud y alcance, y no sabemos aún cuál será la intensidad del impacto.

Durante la pandemia los Servicios de Salud Mental y Adicciones intentaron adaptarse de forma rápida y flexible para poder seguir atendiendo a los pacientes y dar respuesta a los nuevos retos que planteaba la situación. Ahora hay que ver cómo abordar la situación cuando empecemos a ver una mejora de los datos epidemiológicos. Se considera que el aumento de los problemas relacionados con la salud mental en la salida de la pandemia, tanto a medio como a largo plazo, puede ser uno de los principales retos que nos encontramos en la post crisis.

Gráfica de evolución de la COVID, Dr. Victor Tseng

 

Este reto merece una reflexión serena y profunda. Toda situación de crisis debería ser también una oportunidad para reflexionar e innovar. La atención adecuada a los problemas que se nos plantean debe pasar, no solo para atender adecuadamente, sino también para evitar patologizar de forma inadecuada los malestares y las adversidades, que sin duda han aumentado de forma muy remarcable durante la pandemia, y que requieren una respuesta no solo sanitaria, sino un abordaje en base a su naturaleza social, laboral, económica…

El 13 de mayo de 2020 las Naciones Unidas publicó un documento específico que pone de relieve la necesidad de actuar en materia de salud mental en la crisis para COVID 19, e insiste ya en un enfoque poblacional.

Las últimas semanas hemos visto en diferentes medios de comunicación diversas noticias sobre el impacto de la pandemia en la salud mental de los menores de dieciocho años: un aumento de las urgencias de psiquiatría, un aumento notable de los trastornos de la conducta alimentaria y un incremento del 27% de tentativas autolíticas (601 tentativas en 2020, respecto de las 403 del año anterior, según datos del Código Riesgo Suicidio del Departamento de Salud).

España es uno de los países de la Unión Europea con la tasa de profesionales de salud mental por 100.000 habitantes más baja

Estos datos ponen de relieve algunas carencias del sistema y posiblemente un trabajo insuficiente en aspectos preventivos. Pese a insistir en que la solución no es siempre sanitaria y remarcar la importancia del trabajo interdepartamental, también hay que hacer una reflexión sobre aspectos a mejorar en la atención a la Salud Mental que damos en nuestro país.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud de 2017, España es uno de los países de la Unión Europea con la tasa de profesionales de salud mental por 100.000 habitantes más baja (15.4 profesionales, la media de la Unión Europea es de 50). Otros países como Italia o Alemania tienen respectivamente 55.7 y 144.9 profesionales de salud mental por 100.000 habitantes.

Además, nos encontramos actualmente con un déficit de profesionales para contratar en la red pública, que no se paliará hasta que terminen los periodos de especialización de médicos y psicólogos, y que ha supuesto que algunas de las plazas convocadas no se hayan podido cubrir.

La complejidad de algunos casos que vemos y veremos es cada vez mayor, y el diseño de los recursos que tenemos actualmente no permite atender de forma adecuada esta población

Hay que hacer una reflexión también sobre la forma en que atendemos a las personas que tienen un trastorno mental. Aunque, en este país, cada vez se hace más énfasis en la atención comunitaria y se intenta dejar atrás el hospital centrismo, nos queda un largo camino por recorrer. La complejidad de algunos casos que vemos y veremos es cada vez mayor, y el diseño de los recursos que tenemos actualmente no permite atender de forma adecuada esta población. Hay que pensar nuevas formas de llegar a estas personas, a la comunidad; y hacerlo desde un abordaje global, no solo sanitario; sino, no podemos decir que hacemos atención centrada en la persona.

Estas nuevas formas de trabajar deben hacernos plantear también el sistema de pago de los recursos. La complejidad de las personas no se puede atender con partidas presupuestarias compartimentadas. Desde el mundo académico hay que apostar también por formar a los profesionales de la salud mental en seta atención integral e integrada en las personas. En este sentido, la Cátedra de Salud Mental de la UVic-UCC-Fundació Althaia hace una apuesta clara por este modelo y podría ser un referente en este ámbito.

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