Un mañana todavía incierto, pero un mañana en común

Licenciada en Periodismo y graduada en Comunicación Audiovisual. Subdirectora del "Diari La Veu"

Nos preguntamos cómo será el mundo del mañana, y quizás en algunos aspectos no será muy diferente del de hoy. A estas alturas no sabemos cómo evolucionará la situación de Catalunya. Pero, incluso en caso de que pase a ser independiente, me arriesgo a decir que ni sería un hecho inmediato ni comportaría una ruptura traumática con el pueblo valenciano. Dicho esto, para reflexionar sobre el después convendrá empezar radiografiando el ahora. Vayamos por partes.

El dicho ‘valencians i catalans, cosins germans’ no es aceptado por todos, pero compartimos lengua, cultura y historia

Dice el dicho que valencians i catalans, cosins germans. Es cierto que no todo el mundo está de acuerdo con la familia que le toca. Y que los refranes no son al 100% fiables, ni deben tomarse al pie de la letra. Pero lo innegable es que compartimos lengua, cultura e historia. Incluso lo saben aquellos que se empeñan en llamar 9 de octubre tras 9 de octubre que Som valencians, mai catalans o quien aprovecha cualquier altavoz para decir que la lengua valenciana viene del ibero. Para que este tipo de reacciones, de destarifos, como llamamos por aquí, solo se justifican cuando alguien sabe que no tiene nada que perder, ni siquiera la razón.

Volviendo al dicho, sirvió de inspiración para un reportaje de TV3 y también para una road movie emitida en el Canal 33, protagonizada por la catalana Empar Moliner y el valenciano Ferran Torrent. Uno y otro recorrían el territorio de arriba abajo para poner de manifiesto todo el patrimonio similar entre ambos pueblos. En definitiva, lo que hacían era circular por un espacio común de comunicación y cultura que, a pesar de que es natural, se intenta dinamitar de manera artificial. Y no son precisamente los catalanes quienes “quieren romperlo todo”, sino aquellos que obligaron a desconectar los repetidores de ACPV o quien niega el apoyo a ferias literarias porque las consideran “nacionalistas” o “independentistas”.

Pero a pesar de que hay quien trata de frustrar un presente –y un futuro– compartido, la realidad va haciendo camino. Por ejemplo, cuando estéis leyendo esto se habrá presentado el libro Fabra, Moll i Sanchis Guaner. La construcción d’una llengua moderna de cultura de la diversitat, una obra editada por la Generalitat de Catalunya, la Generalitat Valenciana y el Gobierno de las Islas Baleares y que se convierte en la primera propuesta editorial en la que colaboran los tres gobiernos tras firmar la Declaración de Palma. Está, también, el Institut Ramon Llull. El País Valenciano se quedó fuera de este paraguas de los territorios de habla catalana, pero ya hay decenas de municipios en la red de ciudades valencianas Ramon Llull. Además, con la intención de acercarse a la entidad, el Gobierno valenciano aprobó la firma de un convenio entre Educación y este instituto para promocionar la lengua en las universidades de fuera del territorio catalanoparlante. Como decía antes, tal vez una Catalunya independiente obligaría a recoser estos lazos, a revisar las costuras, pero no supondría una ruptura traumática con el pueblo valenciano. Si antes trazábamos el símil del parentesco, ahora podemos hacer el de la relación sentimental, una relación que termina bien. Que no solo sigáis como amigos, sino que incluso pueda ser tu mejor amigo para que conservéis vivo gran parte de lo que os unía.

No son los catalanes los que quieren romperlo todo, sino aquellos que obligan a desconectar los repetidores de la ACPV

Hablamos de lengua, cultura o historia, pero también de las personas, de todos los valencianos en Catalunya. Se trata de una migración interior, pero no de cualquiera. Es el movimiento más importante en el siglo xx, según constata el demógrafo Kenneth Pitarch en su tesis doctoral. Por ejemplo, en 2007 había 2.500 docentes valencianos trabajando en Catalunya. Yo misma soy catalana de nacimiento por este motivo, hija de maestros.

Intereses económicos

También están los intereses económicos compartidos. La catalana y la valenciana son dos economías conectadas. No es una impresión: lo dicen los datos. En 2013, Valencia era el segundo mercado dentro del Estado para las empresas catalanas. Por su parte, Catalunya era la segunda autonomía que más vendía en Valencia. Así, según las cifras que manejaba la Generalitat de Catalunya, en 2013 los intercambios comerciales entre ambos territorios superaban los 10.000 millones de euros. En el sistema capitalista en el que estamos insertos, el dinero manda. Por eso confío en que una posible independencia de Catalunya no alteraría estos vínculos, porque el negocio es el negocio (o la pela és la pela). Recurriendo a un cliché periodístico, valencianos y catalanes estamos condenados a entendernos –aunque rebato que, en este caso, tengamos que hablar de condena–. Nos entendemos a pesar de los obstáculos y nos seguiremos entendiendo.

Otro aspecto que pone de manifiesto la relación entre ambos territorios, o incluso la continuidad, es el traslado de los domicilios sociales de algunas compañías. La inquietud –dejémoslo así– por el procés supuso que entre el 1 de octubre y el 31 de diciembre de 2017 más de 3.000 empresas se mudaron de Catalunya a otros puntos del Estado español: un traslado más simbólico que práctico. Durante el primer trimestre de 2018 siguieron el mismo camino 1.350 empresas más. Ahora bien, es importante mirar las autonomías de destino. Después de Madrid, el segundo lugar al que más empresas grandes inmigraron fue Valencia y alrededores. Es el caso de CaixaBank, Banco Mediolanum, MRW, dos filiales de Divina Pastora, Idilia Foods, Pirelli o Engel & Völkers Spain. También está el Banco Sabadell, que decidió trasladar la sede social a Alicante.

“El corredor mediterráneo da miedo porque aísla a Madrid y porque conecta un territorio que concentra la mitad del PIB del Estado”, sintetizaban en Ferrmed. No debemos perder de vista que son los mismos empresarios que piden una mejor conexión entre ambos territorios, el corredor ferroviario mediterráneo que tanto se reclama. Conviene destacar el adjetivo ferroviario porque con corredor mediterráneo no nos referimos solo a los trenes, sino a todo un eje viario y económico. El económico ya ha quedado claro que es real. Sobre el viario, a catalanes y valencianos nos (des)unen la falta de infraestructuras, mientras los diferentes gobiernos españoles perpetúan el Estado radial. Ocurre con las vías para trenes, pero también con las de los automóviles. En el caso de la AP-7, la infraestructura sí existe, pero ¿a qué precio tenemos que pagarla?

Valorar la relación futura

Con todo, mi propósito no era hacer una compilación de agravios, sino valorar la relación futura entre dos territorios que, a los vínculos que da la vecindad, suman todo un patrimonio común construido a lo largo de los años, que perdura en el presente y que dudo de que se rompa en un futuro próximo. Y, a pesar de que estamos en momentos históricosdiferentes, tendremos que hacer frente común para luchar contra el monstruo, se diga Ciudadanos, PP, España 2000 o Vox, que se alimenta de los momentos de dudas como los actuales. No nos podemos permitir distanciarnos. Queda la incertidumbre de cómo será el mañana de unos y otros, pero debe ser un mañana en común.

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