Más que banderas en el mar

Responsable de Relaciones Internacionales del Centro Internacional Escarré para las Minorías Étnicas y las Naciones (Ciemen). Escribe regularmente en Crític, ARA Balears y El Temps. Ha publicado la recopilación de artículos "Un país anomenat nosaltres" (Illa, 2018)

El Españolismo y el catalanismo, como sistemas idelógicos, no han prestado atención a las Baleares como sujeto. Nunca. Unos porque la entendían como una provincia lejana solo interesante para explotarla al modo de laboratorio turístico y sacar provecho extractivo (es la segunda comunidad autónoma que más aporta y la décima en recepción de recursos, según la liquidación del sistema de financiación autonómico de 2016). Otros, porque no han terminado de comprender que entre la injerencia y el abandono hay términos medios que enlazan, además, con la tradición confederal histórica de los territorios de habla catalana.

Lo que enlaza Catalunya con las Islas son los modelos multiculturales y progresistas, y una sociedad civil vigorosa

Superar el desconocimiento es básico en la relación bilateral entre Mallorca y la Catalunya posproceso que vendrá. Sobre todo por el lado catalán. Los vínculos económicos están, fuertes, a pesar del Estado y la globalización. Decía alguien que no se puede ir contra la geografía. Los vínculos culturales conforman una pseudonormalidad forjada a pesar de la acción de muchos catalanistas y mallorquinistas de buena voluntad cuando han estado en los gobiernos de Barcelona y Palma. No todo siempre es culpa de España. Los vínculos sociales se consolidan. Barcelona es referencial para muchos isleños cuando piensan dónde formarse (¡es de justicia reivindicar el prestigio de la Universitat de las Illes Balears!) o dónde trabajar. En los ejes económico, cultural y social, por lo tanto, a pesar de la falta de infraestructuras comunes sólidas, la antropología y la cartografía dibujan el espacio catalanobalear.

Catalanofobia

Esto no conlleva una traslación política. La catalanofobia es central en el corpus de las élites isleñas y de la propuesta políticoelectoral de la derecha mallorquina. Aunque cada vez funcione menos. Remito al lector a la derrota del presidente Bauzá, ahora ya en tránsito del PP a Vox, en 2015, que dejó la marca del centroderecha español en las Baleares en unos mínimos históricos. Gregori Mir (1939-2016), intelectual poco conocido fuera del archipiélago, ponente por la FSB-PSOE del anteproyecto de Estatuto de Autonomía de las Islas Baleares en 1983, contaba ya en Els mallorquins i la modernitat (Ed. Moll, 1981) que lo que era natural cultural y socialmente podía ser contraproducente políticamente. Y, sin embargo, conviene recordar que la Constitución prohíbe la federación de comunidades autónomas por algo.

Construir un ‘nosotros’ lo más amplio posible en un archipiélago con un 45% de habitantes nacidos fuera es indispensable

El mallorquinismo afirma que desde 1715 –con la aplicación del Decreto de Nueva Planta después de la caída de Mallorca en manos de las tropas borbónicas– la pertenencia al Reino de España ha aportado dependencia política, expolio económico y minorización cultural. Sea como sea, los defensores de más soberanía todavía no han aprendido que mirar muchas veces el espejo catalán no te convierte en Catalunya. Se han explorado poco los caminos propios hacia el autogobierno y el autorreconocimiento. Se ha hablado demasiado poco de quiénes éramos y hacia dónde queríamos ir. Construir un nosotroslo más amplio posible en un archipiélago con un 45% de habitantes nacidos fuera es indispensable.

En unas islas donde la primera identidad es la insular y insularista y donde, según un barómetro de opinión de octubre de 2018,  el 27% de la ciudadanía se siente más balear que española y un 9% exclusivamente isleña, es necesario replantear las relaciones catalanobaleares en términos diferentes. El esencialismo nacional y la apelación exclusiva lingüísticocultural no son efectivos. Lo que enlaza Catalunya con Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera es la defensa de modelos multiculturales y progresistas (la inmersión lingüística y las escuelas públicas de ambos países son referenciales), una sociedad civil vigorosa (las Baleares tienen el movimiento ecologista con más musculatura de Europa) y la búsqueda de alternativas ante el cambio climático y la crisi del monocultivo turístico.

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