Un modelo de protección “à la française”

Es profesor en el Sciences Po Paris y director de encuestas europeas. Coautor de "Le pari de l’avenir y Vivre ensemble face aux peurs"

Recientemente el presidente Emmanuel Macron publicó una tribuna titulada “Por un renacimiento europeo”. Era el disparo de salida de una campaña percibida como el prepartido de lo que durante los cinco años siguientes ha de ser la política comunitaria. Por un lado, hay un bloque antieuropeo y, por el otro, uno proeuropeo. Esta visión binaria esconde matices importantes, como el hecho de que este año las fuerzas proeuropeas se hayan atrevido a hablar de una Europa que proteja, utilizando una retórica defensiva que inconscientemente asociamos a fuerzas de corte más populista. En el artículo de Macron, protección aparece hasta trece veces y el concepto constituía el hilo de los famosos discursos pronunciados en la Sorbona y en Atenas: “He venido a hablar de Europa. De nuevo, dirán algunos […], pero nuestro combate es Europa porque nos marca el horizonte […]; es lo que nos protege y lo que nos da un futuro”. 
El reto ahora es averiguar qué hay detrás de esta visión. ¿De verdad es compatible una agenda que priorice sin ambages los intereses europeos sin caer en políticas excluyentes o de repliegue estatal?

La visión de una Europa protectora encara temas complejos que los populismos euroescépticos han simplificado al extremo

En primer lugar, vale la pena recordar que el debate no es nuevo, aunque hoy parezca ser resultado de la crisis social, económica y geopolítica que atravesamos desde el 2009. En la década de los noventa, Jacques Delors ya defendía que la mejor manera de recuperar soberanía en un mundo que empezaba a descubrir los efectos de la globalización era “delegar esta soberanía en Europa”. Uno de los padres de Europa, Paul-Henri Spaak, afirmaba que todos los Estados europeos son pequeños y el problema es que algunos aún no se han dado cuenta. La lógica es tan antigua como la idea de integración: para poder contar en un mundo multipolar ultracompetitivo, la Unión Europea es la única capaz de defender un modelo europeo.
A raíz de este posicionamiento otros países, instituciones y partidos han ido perfilando las prioridades que podría incluir esta nueva agenda política. Entre estas destacan cuatro grandes bloques.

El pilar social

La cumbre de Gotemburgo de diciembre del 2017 supuso una pequeña revolución. Por primera vez, las tres instituciones europeas (Comisión, Parlamento y Consejo) oficializaron lo que se conoce como Pilar Europeo de los Derechos Sociales: una hoja de ruta para dotar a la Unión Europea de una política social común. Partiendo de veinte principios, la declaración ha justificado que el Parlamento Europeo empiece ya en el 2019 a discutir unos mínimos comunes para las bajas de maternidad y paternidad o la creación de medidas ambiciosas de ayuda a la reinserción laboral. La incógnita es si la Unión Europea aprovechará la oportunidad para promover una armonización a la alza, hasta recuperar niveles de bienestar significativos después de años de recortes y desempleo. Esta tarea dependerá sobre todo de la voluntad de los jefes de gobierno.

El gobierno económico

Menos prometedores parecen los avances en la reforma de la Eurozona –a pesar del impacto que ha tenido la política macroeconómica en la opinión pública y en la vida cotidiana del ciudadano en los últimos años–. Y eso no pasa por falta de propuestas: a modo de ejemplo, la creación de un presupuesto de la zona euro, el cual se podría utilizar para inversiones de futuro, asistencia financiera de urgencia o como un mecanismo de reajuste anticíclico. El propio Macron proponía la creación de un ministro de economía de la zona euro, sumándose a un conjunto de ideas como los bonos europeos o un sistema común de garantías bancarias. Sea como sea, la temática que puede aportar cambios más tangibles es la que también provoca más divergencias en el Consejo Europeo. ¿Cambiarán las mayorías actuales a nivel intergubernamental?

Seguridad

La tercera pata de esta Europa protectora es la más literal: reforzar el control en las fronteras exteriores y aumentar significativamente las capacidades militares europeas respecto del paraguas de la OTAN. En la práctica, las propuestas incluyen la ampliación del cuerpo policial europeo en las fronteras (Frontex) o la firma de más acuerdos con países terceros respecto a la inmigración. A este respecto, y el presidente francés plantea el reto de intentar aunar un proteccionismo geográfico con la defensa de valores fundacionales europeos, como la apertura, la movilidad, la acogida y la diversidad. ¿Es posible imaginar una política que recuerda inevitablemente la idea de fortaleza Europa, pero desde un punto de vista proeuropeo y cosmopolita?

Igual trabajo, igual remuneración

Finalmente, a nivel retórico y legislativo se ha empezado a trabajar intensamente para acabar con la percepción de un dumping social entre los Estados miembro de la Unión. Esta visión, muy instrumentalizada por fuerzas populistas, se ha ido generalizando en la opinión pública. Aunque las cifras de Eurostat muestran que solo el 4% de la población total del continente vive o trabaja en un país diferente del suyo, la opinión pública es cada vez más reacia respecto a la libertad de movimiento y la presencia de trabajadores de terceros países. Aquí precisamente residió la primera gran victoria de Emmanuel Macron a nivel europeo: el 2017 se reformó la directiva que regula el caso de los trabajadores desplazados, por lo que cualquier trabajador, con independencia de su origen, sea remunerado como un trabajador local.

En resumen, la visión de una Europa protectora tiene el mérito de encarar frontalmente temáticas complejas que los populismos euroescépticos han simplificado al extremo: la protección social, la libertad de movimiento, las fronteras exteriores o el reto del desempleo. La posible contrapartida –como ya advierten algunas fuerzas políticas reticentes a una visión muy à la Macron– es dejar de lado temas más globales como el comercio internacional, los derechos humanos o el cambio climático. Quizás una parte de la solución, como decía el presidente de la Fundación Robert Schuman, Jean-Dominique Giuliani, consista en ser autocrítico estando orgulloso del paraguas europeo. Como todo lo que no se ve hasta que se pierde, la Unión Europea ya nos protege mucho más de lo que creemos.

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