Cómo gestionar la polarización en Cataluña

Es director del Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) e ingeniero técnico agrícola por la Universitat de Lleida. También es analista de procesos de paz, experto en la gestión del postconflicto y en el papel de la sociedad en las transiciones. Ha asesorado y da apoyo en los procesos de paz de Filipinas, el País Vasco y Colombia.

Desde el Instituto Catalán Internacional de la Paz (ICIP) observamos con preocupación el impacto del conflicto territorial de Cataluña sobre la cohesión social en nuestro país. Ciertamente no nos encontramos ante un conflicto armado o con un riesgo de degenerar en confrontación armada. Pero sí observamos unas dinámicas de polarización que ponen en riesgo la cohesión social.

Los problemas llegan cuando las instituciones no son capaces de gestionar las diferencias de forma constructiva. Esta incapacidad incrementa la desafección de la ciudadanía.

La polarización ideológica (posicionamiento en relación a un tema conflictivo) y electoral (preferencia de voto) son normales en cualquier sociedad democrática. De hecho, las elecciones generan momentos de máxima polarización y terminan en un escenario de victorias y derrotas. Con todo, el periodo entre elecciones es el momento de la concertación, de acomodar las decisiones políticas a las preferencias expresadas por la ciudadanía en las urnas.

Los problemas llegan cuando las instituciones no son capaces de gestionar las diferencias de forma constructiva. Esta incapacidad incrementa la desafección de la ciudadanía y, al mismo tiempo, alimenta un debate social que puede llegar a ser tóxico si caemos en la polarización emocional: cuando cada uno se aferra a las propias ideas y no sólo desconoce, sino que llega a despreciar las ideas contrarias, así como las personas que las expresan.

La realidad es que los debates políticos inevitablemente tienen un componente emocional. Pero durante los últimos años parece que este componente tenga más relevancia que la solidez de los argumentos.

Las personas que lideran la confrontación política tienen la responsabilidad de articular discursos y de realizar gestos conciliadores que nos ayuden a convivir en la diferencia

A pesar de la importancia de las emociones en la vida social y política, sabemos muy poco sobre cómo gestionamos las emociones en tiempos polarizados. El ICIP ha querido rellenar este vacío diseñando una encuesta que nos aporte datos relacionados con la convivencia y las dinámicas de polarización emocional, con el objetivo de separar el grano de la paja: identificar y dirigir los indicadores que pueden ser alarmantes.

Los resultados que presenta Berta Barbet en su artículo -y que se pueden consultar de forma más extensa en la web del ICIP- sugieren que:

  • La convivencia en Cataluña es buena. La confianza entre la ciudadanía incluso es más elevada que en el conjunto de España y que la media europea.
  • No podemos hablar de una fractura social. Hay mayorías sociales claras y posiciones más bien centradas en relación a los principales temas de debate social y político.
  • Pero sí hay un número importante de personas heridas, que se han sentido agredidas -sobre todo por las instituciones- o que sienten amenazada su forma de vida y cultura en relación al conflicto territorial.
  • Muchas de estas personas trasladan los agravios y expresan emociones negativas y opiniones maniqueas sobre quién piensa de forma diferente.

 

Todo ello nos lleva a sugerir que:

 

  • Hay que poner atención a las heridas emocionales porque afectan a muchos individuos y, de rebote, al conjunto de la sociedad.
  • La firmeza en las convicciones no está reñida con el respeto por las opiniones divergentes. Las personas que lideran la confrontación política tienen la responsabilidad de articular discursos y de realizar gestos conciliadores que nos ayuden a convivir en la diferencia.
  • La incapacidad de las instituciones para resolver el conflicto territorial llama a una mayor implicación de agentes de la sociedad civil para buscar vías incluyentes y creativas para salir del callejón sin salida del conflicto territorial.
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