¿Ha fracasado la experiencia autonómica?

Profesor a la UNED y politólogo. Es autor de "Gobiernos y administraciones públicas en perspectiva comparada".
‘La Catalunya eterna’, al Palau de la Generalitat. Obra de Joaquín Torres García per encàrrec de la Mancomunitat

¿Hasta qué punto la participación de Catalunya en el proyecto democrático español ha sido beneficiosa para Catalunya y para la democracia española? ¿Cómo le ha ido a Catalunya en el Estado autonómico en términos de autogobierno, gobernanza e influencia real en la democracia española? ¿Cómo le ha ido al Estado autonómico con Catalunya dentro? Un discurso ya casi hegemónico en el mundo independentista, también en el académico, sostiene que el autonomismo, como se conoce despectivamente al Estado autonómico y sus instituciones y procesos entre los independentistas, ha fracasado y están para enterrar. No existe alternativa realista, se afirma, que permita aumentar el autogobierno o mejorarlo en sentido federal. El experimento del Estado autonómico se valora como un fracaso.

Contemplado con alguna perspectiva histórica, sin embargo, esa visión carece en mi opinión de fundamento real. Puede por supuesto desearse un Estado propio, pero no es preciso deformar la realidad para defenderlo. Hasta antes del procés y de la radicalización de gran parte de los políticos, intelectuales y académicos nacionalistas, así como de muchos votantes, el modelo territorial era valorado casi unánimemente como un éxito, también para Catalunya. La mayoría de los catalanes y el resto de los españoles, pero también observadores académicos con miradas más distantes que las locales, no necesariamente neutrales, como McRoberts, Keating, Lo Cascio, o Greer apreciaban que el “modelo catalán” era una experiencia propiciadora de éxito económico, un ejemplo efectivo de autogobierno y construcción nacional.

Sin Catalunya

El éxito de Catalunya en España como comunidad política con personalidad propia parece ahora para muchos una verdad inconveniente. Otros olvidan que sin Catalunya no habría habido el Estado autonómico, o no tan vigoroso. Para esclarecer si el Estado autonómico ha proporcionado a Catalunya, un autogobierno y una capacidad de participación en las decisiones colectivas españolas razonable cabe recurrir a alguna evidencia científica comparativa sobre la estructura de poder constitucional y autogobierno y cogobierno de numerosos entes subestatales en todo el mundo (Hooghe et al), sus dinámicas de (des)centralización política y fiscal (Dardanelli et al) o incluso su grado de desarrollo sociocultural como nación minoritaria (Mathieu y Guènette).

Por encima de la media

Según todos los indicadores desarrollados en la literatura, y sin caer en la exageración del PP sobre que España es el país más descentralizado del mundo, se observa que el grado de autogobierno de Catalunya y otras CCAA, así como su grado de cogobierno están por encima de la media de la mayoría de países, a la altura de los Länder alemanes, –y por encima de ellos en autonomía fiscal–, Flandes, Quebec y o Escocia, y algo por debajo de las provincias canadienses, los cantones suizos o los estados de EEUU, que gozan de una mayor autonomía fiscal y tributaria. Los indicadores sobre el reconocimiento de la plurinacionalidad muestran puntuaciones más bajas que Canadá y Bélgica, lo que asimismo era de esperar, dada la naturaleza de la diversidad en esos sistemas federales.

Catalunya disfruta en su Estatuto de competencias típicamente atribuidas a las entidades subestatales como agricultura, medioambiente, educación, sanidad, cultura, vivienda, turismo, planificación territorial, gobierno local, funcionarios o radio y televisión. Sin embargo, ejerce también competencias típicas de los gobiernos centrales en otros países como derecho civil, policía, seguridad, tráfico, prisiones, administración de justicia, inmigración, crédito y banca, propiedad intelectual, protección de datos, u otras relacionadas sobre los derechos políticos como las consultas ciudadanas, políticas de género o las relaciones con entidades religiosas, además de una potente acción exterior.

Los indicadores sobre el reconocimiento de la plurinacionalidad muestran puntuaciones más bajas que Canadá y Bélgica

Los indicadores cuantitativos fallan también a la hora de medir la influencia real o informal de las entidades subestatales, a través de los partidos o la actividad parlamentaria en las decisiones del poder central. En el caso de España, no sería disparatado sostener que con una representación catalana formal en el Congreso y el Senado de los diputados y senadores catalanes que es la segunda y la tercera de todas las CCAA, respectivamente, la influencia de Catalunya en las decisiones centrales ha sido grande debido a la posición bisagra de sus partidos dominantes. Su posición de liderazgo respecto a otras CCAA en la UE y en España ha sido también determinante. También está demostrada la conocida la influencia de las ideas e intereses de Catalunya en la configuración de todos los modelos de financiación autonómica que ha habido hasta ahora. El bloqueo en su actual renovación es muestra en gran medida de su voluntad de abstenerse en su renovación.

¿Significa todo esto que no hay problemas o que no se puede mejorar la posición de Catalunya? Por supuesto, ha habido deficiencias, injusticias y errores, y en algunos casos ha habido deslealtad institucional y financiera por parte del poder central hacia Catalunya, y otras CCAA, lo que no significa que la secesión sea el único remedio.

Los indicadores cuantitativos fallan también a la hora de medir la influencia real o informal de las entidades subestatales

El modelo no satisface a todo el mundo, como les ocurre a todos los modelos. Excluyendo la secesión como opción no deseable, creo que las potenciales reformas son múltiples, en función del tipo de sistema multinivel que se desee y logre consensuarse. Muchos catalanes quieren una autonomía más profunda, pero no comulgan con las tesis nacionalistas de bilateralismo, asimetría, blindaje y control exclusivo de la educación y la lengua, y por supuesto con la autodeterminación externa de Catalunya, por tanto, no es una opinión unánime en Catalunya que esa sea la única orientación posible de las reformas. Los acontecimientos del pasado año en septiembre impiden a corto plazo soluciones de radical devolución de poder financiero e institucional, y la negativa a participar en el centro también hace difícil estas. El poder central puede hacer más, sin duda por solucionarlos, y al hacerlo puede disuadir a muchos de seguir al secesionismo en su aventura. También debe incluirse a las CCAA en las decisiones centrales, y el propio Estatuto de 2006 muestra una vía plausible para hacerlo.

Comunidad diferenciada

En conclusión, el Estado autonómico ha permitido a Catalunya, no solo sobrevivir como comunidad política diferenciada, sino florecer en muchos aspectos y transformarse y desarrollarse configurando sus instituciones y sus políticas públicas de acuerdo a las preferencias mayoritarias de su población, ejerciendo además una influencia positiva en España. Pese a todo, como dijera Mark Twain sobre su propia muerte, parece patente que todas las jeremiadas sobre el peligro de extinción de la cultura, la comunidad y el autogobierno de Catalunya, que se oyen aún a algunos apocalípticos del soberanismo, se han exagerado enormemente.

 

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